¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

martes, 13 de febrero de 2018

La revuelta social de Cartaya en 1915



A pesar de que España se declaró neutral cuando comenzó la Gran Guerra de 1914, los efectos de la conflagración mundial no tardaron en hacerse sentir en gran parte de su territorio. En efecto, éstos se manifestaron de una forma mayoritaria en el orden económico y social, pues la inflación se elevó en gran medida, los salarios se estancaron o crecieron a un ritmo muy bajo y se produjeron, asimismo, enormes carestías de productos básicos como el pan, produciéndose constantes motines de subsistencias y acentuados conflictos en diversos sectores laborales.

En este sentido, y puesto que estas situaciones también afectaron a la provincia onubense, es apropiado destacar unos hechos tumultuosos que sucedieron en una de sus villas, y que fue conocido como el Motín de Cartaya, acontecido entre el 1 y el 7 de enero de 1915. De tal forma, y siguiendo las crónicas de la época, en torno a las 19:30 horas del primer día del año, se fueron reuniendo un gran número de mujeres y niños en torno a las Casas Capitulares de la localidad costera, al que se sumarían posteriormente un mayor número de vecinos jóvenes y adultos.

Asimismo, a las 20:00 horas se esperaba la venida de los molineros de la villa, quienes acudieron para protestar por el obligado pago que debían hacer desde ese mismo día, en concepto de nuevo impuesto municipal, de 50 céntimos por cada fanega de harina que llegase al pueblo; siendo esta imposición, considerada del todo injusta por estos profesionales, el desencadenante de la sedición y de una gran revuelta social que albergaría esta localidad onubense durante una semana.


 Pintura de Robert Koehler que representa unos manifestantes en una huelga de fines del s. XIX. Fuente: www.germanhistorydocs.org

Cuando se hubo congregado un numeroso grupo de personas en la entrada del consistorio, decidieron entrar por la fuerza en su interior, al tiempo que lanzaban constantemente piedras sobre las ventanas del edificio y gritaban: ¡El pan libre! y ¡Que salga el alcalde! De tal modo, y con la situación desbordada debido a la escasa presencia de las fuerzas del orden en ese momento, quedaron retenidos en el ayuntamiento el alcalde de la villa, los miembros de la Junta municipal y demás jefes de diversas fuerzas políticas, quienes no podían salir hasta que no se presentaran más efectivos.

Por ello, se intentó telegrafiar a Huelva, Gibraleón y Lepe para que enviasen refuerzos policiales, pero, por encontrase cerrada la oficina de telégrafos en el momento de estos acontecimientos, se ordenó que dos hombres montasen a caballo e informasen personalmente en Lepe y Corrales de lo que estaba aconteciendo en Cartaya; puesto que las fuerzas del orden que se encontraban protegiendo el consistorio estaban formadas por varios miembros de la Guardia Civil, la Guardia Forestal y los Carabineros de Infantería, quienes trataron de restaurar el orden en la medida de sus posibiliadades, aunque sin conseguirlo completamente.

Mientras tanto, otra masa tumultuaria comenzó a arrojar piedras ahora en la casa del alcalde y de los jefes de los otros partidos políticos, así como al alumbrado público, que quedó destrozado tras sufrir la ira de la multitud. Cuando finalmente los manifestantes pudieron hablar con el alcalde le transmitieron su malestar, instándole a tasar los alcoholes en vez de los productos de primera necesidad, respondiéndoles el regidor que ello era algo comprensible pero que debían haberlo solicitado formalmente.  


 La villa de Cartaya a principios del siglo XX. Fuente: www.castillodecartaya.es
 

Al tiempo, los disturbios se propagaban por todo el municipio, siendo masivas las detenciones de personas que alteraban el orden, siendo necesario asimismo que se abrieran las instalaciones de una escuela cercana para albergar a más detenidos. Así, y en torno a las 0:00 horas, llegaron los refuerzos policiales solicitados desde Lepe, deteniéndose a más personas y restableciéndose finalmente el orden en la localidad.

De tal modo, a las 2:00 horas, las fuerzas de la Guardia Civil custodiaron al alcalde, Antonio Zarandieta, hasta su casa, donde descansaría el resto de la noche. Ya a la mañana siguiente se evaluaron todos los daños y desperfectos causados la noche anterior por los manifestantes, pudiéndose observar numerosos cristales rotos, bombillas y el cableado destrozado; así como la rotura de las luces y las puertas del ayuntamiento, teniendo que retirar un gran número de piedras que llenaban los pasillos y salones municipales, al tiempo que las fuerzas del orden disolvían los pequeños grupos de personas que se reunían para comentar los acontecimientos pasados.

El 4 de enero se personó el Juez de Instrucción para abrir las oportunas diligencias de la treintena de personas acusadas de amotinarse que permanecían encarceladas. Y, al mismo tiempo, los panaderos de la localidad decidieron subir 8 céntimos el kilogramo de pan, siendo llamados a reunirse con el alcalde, quien consideró injusta tal subida de precios.

Dos días más tarde, quedaron en libertad provisional todos los detenidos a excepción de cuatro personas que fueron conducidas a Huelva y, llegado el momento de su puesta en libertad, se congregaron todos sus familiares para recibirlos, mientras que los refuerzos policiales volvieron a sus respectivos acuartelamientos en otras localidades cercanas. 

viernes, 9 de febrero de 2018

Los "munera gladiatorum" de la Niebla romana



La estratégica localización de la villa de Niebla, a orillas del río Tinto, propició que, en época romana, se constituyese en una urbe de primer orden en base a su actividad comercial. Asimismo, tanto su denominación en griego, Illípoula, como la latina Ilipla, aparecen mencionadas en diversas fuentes literarias de la Antigüedad, tales como la Geographia de Claudio Ptolomeo (100-170), el Itinerario de Antonino (siglos III y IV) o el Anónimo de Rávena, datado en el siglo VII. 

Igualmente, y ya desde el siglo I, este núcleo poblacional romano adquiriría la categoría jurídica de municipium y, en base a los restos arqueológicos encontrados en su territorio, podemos suponer la existencia de un gran número de edificios públicos y privados, presuponiendo, incluso, un anfiteatro o un circo. Y ello ha sido supuesto por el hallazgo de dos inscripciones en que se referencian prácticas lúdicas en sendas piezas.

La primera se trata de un ara dedicado a la diosa Minerva y cuya inscripción dice así:

MINERVAE * SACRVM * M * CVR (…) VIR * LONGINVS * AL (…) IENSIS * DECVRIO *
ILIPU (…) BONO (…) EDITIS (…) BIDV (…) CIRCIENCIBVS (…) CVR (…)
D.S.P * D.D.

De ella se colige, y presuponiendo que su texto completo fuera “Minervae Sacrum. Marcus Curtius, Marci filius, Quirina, Longinus, Alontigiensis, Decurio Ilipulitanus, Procurator Bonorum Augustorum, Editis per Biduum Circiensibus ab Honorem Decurionatus, de sua Pecunia, Dono Dedicavit”, que un decurión ilipulense, y perteneciente a la tribu Quirina, organizó unos juegos de circo para honrar su nombramiento como magistrado; lo cual nos hace pensar en la existencia de un circo en la propia Ilipla o en sus inmediaciones.


 Cuadro del siglo XIX que representa la lucha de gladiadores. Fuente: www.college.columbia.edu
 

Por otro lado, y en torno a 1868, tuvo lugar también, entre los términos municipales de Niebla y Moguer, el hallazgo de una curiosa lámina de bronce con una inscripción latina. Asimismo, y tras ser notificado de este descubrimiento Aureliano Fernández Guerra, anticuario de la Real Academia de la Historia, lo puso inmediatamente en conocimiento de reputados historiadores alemanes, pues supo de manera inmediata que se trataba de un hallazgo de gran importancia. 

Así, esta fina lámina de metal pudo ser analizada por el prestigioso epigrafista germano Emil Hübner, experto en inscripciones romanas de la provincia romana de Hispania y autor del segundo volumen de la magna obra Corpus Inscriptionum Latinarum, libro publicado en el 1853 que recopilaba los trabajos de exégesis de los más destacados epigrafistas de los siglos precedentes sobre un gran número de inscripciones romanas que fueron legadas hasta la edad contemporánea. 

La investigación exhaustiva de la pieza concluyó que se trataba de una tesera rectangular datada en el siglo I a.C., elaborada en bronce y con unas dimensiones de 17 cm de largo y 4´30 cm de ancho; con un único remache del que colgaría la pieza y cuatro aberturas circulares en las esquinas, en las que se insertarían varias argollas. Asimismo, el espacio epigráfico se delimita por finas líneas incisas que forman un rectángulo en el que se comprenden cuatro líneas de escritura latina capital.

 La tessera gladiatora encontrada en el término municipal de Niebla. Fuente: www.ceres.mcu.es
 

Igualmente, la importancia y valor histórico de esta pieza no sólo reside en el hecho mismo de tratarse de una tesera, esto es, una pequeña placa inscrita elaborada en materiales diversos y cuyos usos principales se dividían entre los de salvoconducto para uso militar, firma de pactos, reconocer derechos o distinción de honores; sino que, en el caso que nos ocupa, y a tenor de la inscripción grabada en la placa, se trataba de una tessera gladiatora, esto es, una tesera que otorgaba una determinada consideración sobre un gladiador.

Ello se interpreta tras efectuar la traducción de los caracteres latinos incisos en la pieza:

CELER.ERBVTI. F (ilius). LIMICVS BOREA. CANTI (filio) BEDONIE
(n) SI MVNERIS. TES (s) ERA (m). DEDIT AN (n) O. M (arco). LICINIO.
CON (n)S(ule)

Así, vemos que dicha placa informa que “Celer, hijo de Erbutio, natural de la ciudad de los Limicos, dio esta tessera gladiatoria a Borea, hijo de Cantio, natural de Bedunia, el año del consulado de Marco Licinio”. De esta manera, y analizando las informaciones históricas aportadas en la placa, podemos interpretar que Celer fue un organizador de juegos nacido en la actual Xinzo de Limia (Orense), quien entregó la tesera a Borea, un gladiador oriundo de Baedunia, la actual Cebrones del Río (León) en tiempos del cónsul Marco Licinio Craso, quien ostentó el cargo desde el 30 a.C.

Finalmente, y atendiendo a estos dos registros arqueológicos, podemos concluir que existieron en la Niebla romana cierto número de condenados penalmente (servi poenae) a convertirse en gladiadores y luchar en la arena (ad ludum gladiatorum) y, por ende, hemos de suponer que residirían allí largas temporadas, o bien serían llevados ex profeso desde otras localizaciones para conmemorar y honrar así los llamados munus gladiatorum, o sea, las siempre atractivas para la población luchas de gladiadores y esclavos, que se celebraban en destacadas fechas y conmemoraciones propias de la ciudad o del estado. 

lunes, 5 de febrero de 2018

El acto de bendición del templo parroquial de Riotinto en 1914



El día 15 de septiembre de 1916, y por causa de los inexorables avances del laboreo minero, tuvo lugar la demolición de la iglesia de La Mina o Riotinto Pueblo, núcleo urbano original que fue paulatinamente destruido, al tiempo que se trasladaron sus construcciones más básicas a diversas localizaciones alternativas que, con el paso del tiempo, conformarían la unidad urbana actual de la villa de Minas de Riotinto. 

En este sentido, e incluso antes de ser demolido el primigenio templo parroquial de la localidad, que fue erigido entre 1789 y 1792 bajo el reinado de Carlos IV, de dos torres y siguiendo la tipología edilicia propia de la serranía onubense, se determinó la pronta construcción de una nueva iglesia para el culto católico, estableciéndose, esta vez, en el núcleo poblacional de El Valle.
 
De tal forma, y una vez aprobado el proyecto edilicio, a las 11:00 horas del 30 de diciembre de 1914, aconteció la ceremonia de bendición y colocación de la primera piedra del nuevo templo parroquial, que sería financiado por la The Rio Tinto Company Limited, la sociedad británica que explotaba las minas desde 1873. Así, la iglesia proyectada constaría de tres naves elaboradas en mampostería, y siendo la central de una mayor altura, con ventanales de medio punto y bordes de ladrillo, que se situaron en los laterales de la nave, cubriéndose el espacio interior con una cubierta principal a dos aguas formada con la típica teja inglesa. 


 La demolición de la primigenia iglesia riotinteña en 1916. Fuente: elaboración propia.
 

Asimismo, asistieron al acto en calidad de invitados de honor numerosas autoridades del ámbito empresarial, civil y eclesiástico local, destacando el director de dicha compañía minera Walter Browning, el jefe de la Agencia de Trabajos, Richard Sutherland Low y el segundo jefe de Contabilidad Patrice Rowell en representación de la compañía británica; mientras que el alcalde-presidente Eustaquio Iglesias Mora, los regidores Evaristo Mortgat Villegas, Domingo Pérez Velasco, Eleuterio Márquez Wert, Rafael Bautista Jiménez y el Secretario Municipal Manuel Mantero Arroyo, hicieron lo propio por parte del consistorio riotinteño.

Igualmente, estuvieron presentes el juez municipal Florentín Gil Mora, el fiscal Diego Bando Macías, y el secretario del Juzgado Antonio Mojarro González; el teniente de la Guardia Civil Francisco Fernández Ortega; los médicos titulares del hospital Leandro Pérez Vizcaíno y Gregorio Serrano, los maestros de las Escuelas Nacionales Julio Chic Pérez y José Carrasco Padilla; el administrador de correos Miguel Ángel Díaz, los jefes de construcciones Carlos Muñoz Gallardo y Eustaquio Andrés Zabaleta Mora, el jefe del Departamento de Guardas Segundo Marero Zapata y el director del diario local, José María Fontela Granado.

Sin embargo, y por tratarse de una inauguración religiosa, acudieron obviamente diversas autoridades eclesiásticas propias de la Archidiócesis de Sevilla, de la que dependía la villa minera, destacando la presencia del cura de la localidad Antonio Delgado López, el párroco de la vecina villa de El Campillo Cayetano Márquez Benjumea y el capellán del hospital Juan Marín Quintero. 

El acto se inició con una “solemne misa cantada con plática alusiva al acto” que, tras concluir, prosiguió con la bendición y colocación de la primera piedra del que sería el futuro Templo Parroquial, bajo la advocación de la patrona Santa Bárbara. Además, y si bien la compañía británica costeó los gastos de edificación, se siguieron las planificaciones estipuladas por el arquitecto diocesano Mariano González Rojas.


 Acto de colocación de la primera piedra de la iglesia de Santa Bárbara en El Valle. Fuente: www.recuerdosderiotinto.blogspot.com
 

Esta futura edificación sacra serviría, además, con la finalización de las obras a partir de 1917, como lugar de descanso eterno de los restos del párroco de la villa Antonio Muñoz Arteaga, quien falleció en 1907 a la edad de 79 años, tras ejercer 39 su curato en la localidad riotinteña. Ello se argumentó por ser el clérigo una figura muy querida y admirada en dicha villa; pues, al decir de la época, el Padre Muñoz donaba gran parte de sus ingresos como clérigo a los más necesitados, así como un ofrecimiento constante de su servicio tanto material como espiritual a los enfermos de la localidad. Así, por estas consideraciones, se dispuso su traslado tras diez años enterrado en el cementerio municipal hacia la recién dispuesta nueva fábrica parroquial de El Valle, acompañando la procesión un gran número de vecinos deseosos de mostrarle su último respeto. 

Finalmente, y en referencia al acto simbólico de colocación de la primera piedra, se levantó acta del acontecimiento, remitiéndose el original firmado a la Secretaría de Cámara y Gobierno del Arzobispado, y quedando guardado una copia de éste en una caja metálica junto con diversas monedas y ejemplares de periódicos de la época que sería depositada en los cimientos de la fábrica.