¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

lunes, 19 de marzo de 2018

La fundación del Convento de Mínimos en la villa de Almonte

En la segunda mitad del siglo XVI tuvo lugar el establecimiento de una serie de fundaciones religiosas en la villa de Almonte por virtud de Pedro de Gauna, canónigo de la catedral de Sevilla, quien residió, a su vez, por veinte años en el convento de la localidad que él mismo fundó y que se hallaba administrado por la Orden de los Mínimos.

Esta orden monástica fue fundada por fray Francisco de Paula en 1435, tras haber convivido en el convento de San Marco Argentano de Cosenza y aglutinar a diversos ermitaños que reuniría en el oratorio de San Francisco de Asís, en la ciudad italiana de Paula. Desde allí, fundarían diversos conventos en Calabria y Sicilia, teniendo sus miembros una extraordinaria sobriedad, y obteniendo su regla en el 1493 por obra del Papa Alejandro VI y la bula Meritis religiosae vitae. Dicha orden fue introducida en la península a través de Francia, y sus miembros fueron llamados “Frailes de la Victoria”, denominación obtenida tras relacionarse a la orden con la victoria de la Fe cristiana sobre la islámica.

En efecto, uno de los religiosos enviados por Paula a la península a fin de lograr diversas fundaciones en su territorio, fray Bernardo Buyl, siendo conocedor de las enormes dificultades presentadas durante el asedio militar de Málaga, y tras un sueño revelador, aconsejó al rey Fernando continuar con el cerco a la ciudad, algo que finalmente hizo, siendo conquistada a los musulmanes en muy pocos días, el 13 de agosto del año 1487. Este hecho motivó una gran sensibilidad de la monarquía por la Orden y el permiso para el establecimiento de fundaciones religiosas por todo el territorio hispánico desde entonces.


 Grabado de la obra "Regla, correctorio y ceremonias de los frayles de la Orden de los Mínimos" del año 1600. Fuente: www.us.es

De otro lado, sería el 26 de mayo del año 1574 cuando Gauna firmó la escritura de fundación del Convento de Mínimos, siendo ésta la fundación religiosa más destacada de la villa almonteña en aquél tiempo, estableciéndose en su propia vivienda y albergando demás casas anexas; y que, según sus palabras, así lo determinó porque “...de ello resultaría gran provecho espiritual para los vecinos de la villa y de los pueblos comarcanos”, siendo ello “...una de las principales causas que me an mobido á procurar que en esta dha. billa y casas de mi morada se funde é instituya el dho. Conbento é monasterio de la dha. Orden de los Mínimos del Señor san Francisco de Paula”.

El convento quedaría fundado bajo la advocación, en un primer momento, de Jesús María, aunque al poco quedaría bajo la protección de Nuestra Señora de la Victoria, muy venerada por la Orden de los Mínimos. Quedó estipulado que este edificio habría de tener, al menos, seis religiosos “quatro de ellos de misa y uno destos quatro sea predicador y de los tres, dos confesores”, quienes tendrían la obligación de celebrar tres fiestas solemnes anuales a cambio de percibir una renta de doscientos ducados anuales que debían reservarse para las futuras obras que necesitase el edificio, y así pudiera quedar el monasterio “perfeccionado con su iglesia, capilla, claustro, capítulo, celdas, ornamentos y demás cosas necesarias al servicio de Dios Ntro Sor”.

Gauna residiría en el propio edificio establecido como convento, en habitaciones separadas que, a su muerte, serían anexadas a las instalaciones del edificio. Igualmente, dispuso que fuera enterrado en la capilla mayor de la iglesia, al tiempo que, desde su fallecimiento, el patronato del Convento de Mínimos correspondiera al duque de Medina Sidonia, Alonso Pérez de Guzmán; pero, sabedor, de las muchas necesidades y atenciones cotidianas de la orden, nombró también patronos al Concejo, Justicia y Regimiento de la villa de Almonte.


 El beatificado fraile mínimo francés Francisco de Sales. Fuente: www.minimosenfamilia.blogspot.com

En el acto de escritura de la fundación del convento, y fiel a sus piadosas convicciones, Gauna advirtió de que los religiosos habrían de poblarlo en los: “...quatro meses primeros siguientes quedando en caso contrario esta dha. escritura de donación rresolula, deshecha, de ningún balor ni efeto, bien así como si yo no la oviera fecho, ni otorgado.

De igual forma, y acaecida la muerte de su fundador el 6 de marzo de 1594, los religiosos que habitaban el convento adquirieron diversas responsabilidades; destacando, entre otras muchas, el socorro básico del mantenimiento del culto de la ermita de Nuestra Señora del Rocío, o de las Rocinas, al menos para la celebración de las misas los domingos y días festivos, pues carecía de rentas fijas propias y de limosnas cuantiosas que mantuviesen el templo religioso, algo que hicieron, no sin reticencias y disputas motivadas por otras autoridades eclesiásticas, hasta el 23 de noviembre del año 1670, cuando se nombró capellán de la ermita a Francisco Albertos de Reina, cura de Valencina.

Asimismo, los mínimos tuvieron otras obligaciones entrado el siglo XVII, como fue la atención de los enfermos de peste y la administración de los Sacramentos a quienes se encontraban agonizantes. También en este siglo se denota una incipiente era de prosperidad para la Orden, pues en base a sus emolumentos y rentas obtenidas deciden construir una iglesia de nueva planta más adecuada para el culto.


 Iglesia de Nª Sra. de la Asunción en Almonte. Fuente: www.diphuelva.es

De este modo continuó el quehacer diario de los religiosos de la Orden también durante el siglo XVIII, ayudando a los lugareños, otorgando parte de sus rentas para los menesterosos, asistiendo a enfermos y efectuando las preceptivas misas en su convento. En efecto, a finales de este siglo, el convento gozaba de su mayor apogeo, pues ya en 1775 el número de clérigos residentes ascendió a catorce, con unas rentas de 9.396 reales, sin contar las limosnas que, según las cuentas, ascendieron a 4.000 reales contabilizadas en períodos quinquenales.

No obstante, y sin disponer de fuentes documentales que analicen qué pudo acontecer en los años finales del siglo XVIII, y entrado ya el año 1804, nos informan las crónicas de un estado ruinoso de las instalaciones del convento y la partida de varios miembros de la congregación, así como la determinación de vender diversas propiedades que le pertenecían. A ello se le sumarían las penurias padecidas por muchas de las congregaciones religiosas de la nación durante el Trienio Liberal, quedando prácticamente abandonado el convento de mínimos de Almonte, siendo sus instalaciones ocupadas por los vecinos pobres del municipio, para ser finalmente disuelto, más de una década después, mediante las leyes desamortizadoras de Mendizábal en el año 1835.


 
BIBLIOGRAFÍA:


-CRUZ DE FUENTES, L. Documentos de las fundaciones religiosas y benéficas de la villa de Almonte y apuntes para su historia. Impr. Gálvez, Huelva, 1908.

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