¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

martes, 22 de mayo de 2018

El monasterio de Santa María de La Rábida

Uno de los edificios más célebres que alberga la provincia onubense, y precisamente por su enorme trascendencia histórica en relación con el Descubrimiento de América, es el monasterio medieval de Santa María de La Rábida, sito en el término municipal de Palos de la Frontera.

El monasterio se erigió en un promontorio que domina el estuario en el que confluyen los ríos Tinto y Odiel, a buen seguro construido sobre restos de antiguas edificaciones de carácter religioso, tal y como refieren diversas obras que, a medio camino entre los relatos históricos y legendarios, tratan los orígenes de tan emblemática localización.

Así, y siguiendo los escritos del cronista fray Felipe de Santiago en su obra “Libro en qve se trata de la antigvedad del conuento, de Nª Sª de la Ravida, y de las maravillas, y prodigios de la Virgen de los Milagros”, se nos habla de una primera construcción fenicia en honor al dios Baal, la cual sería sustituida por otro gran templo, o más bien considerándose ahora sacro todo el promontorio, en honor a la diosa Proserpina (deidad de la vida y la muerte) durante el gobierno del emperador romano Trajano (53-117).

Igualmente, y entrado el año 159 de Nuestra Era, la tradición afirma la venida de Siriaco, un predicador cristiano que se establecerá en este lugar para transmitir sus predicamentos a los núcleos poblacionales próximos, y cuyos discípulos proseguirían su legado en el promontorio hasta el año 332, cuando se constatarían ya las primeras imágenes cristianas depositadas en el santuario para su veneración. 


 Exterior del monasterio de Stª María de La Rábida. Fuente: www.andalucia.org
 

Por otro lado, y hablando ahora desde un punto de vista etimológico, existen unas tres versiones diferentes para explicar la denominación que recibe el monasterio. La primera hace referencia a su vinculación por el apellido de un sacerdote secular promotor de la erección del templo, otra es la que afirma que La Rábida adquiere su nombre del término árabe ribat, que hacía referencia a aquéllos pequeños eremitorios islámicos de carácter defensivo-militar y, por último, se teorizó con el hecho de que una vez convertidas al cristianismo las poblaciones próximas al convento, sus habitantes solicitaron al obispo de Jerusalén San Macario (muerto en 335), la implantación de una imagen para venerarla en este monasterio; trayéndose finalmente al santuario, que estaba gobernado por el sacerdote Effren, en el año 332, la imagen de Nuestra Señora de La Rábida, llamada así por sus milagros y curaciones al respecto de la enfermedad de la rabia. Sin embargo, y a pesar que fue finalmente ésta la denominación que se le otorgó al lugar, el posterior nombre que se le asignó a la imagen fue el de Nuestra Señora de los Milagros, por haberse rescatado en el estuario por varios pescadores una vez que, según narra la tradición, había sido arrojada a las aguas cercanas para evitar así su profanación por los invasores musulmanes en el 711.

Sea como fuere, y alejándonos de los terrenos legendarios, sí resulta más verosímil la ocupación de este convento-fortaleza por los miembros de la Orden del Temple en el siglo XIII. Pero, una vez cayó en desgracia esta orden religiosa, se decidió, mediante bula emitida por el Papa Clemente V (1264-1314), que su cuidado, como el de tantos otros monasterios, habría de corresponder ahora a los religiosos conventuales, quienes permanecerían allí hasta el año 1445, cuando se hace efectiva la ocupación definitiva del edificio por los religiosos franciscanos. No se trató, pues, de un lugar que vio la superposición de distintas creencias y cultos propios de culturas diferentes, sino que a buen seguro la colina donde se asienta el actual monasterio fue considerada desde antiguo un área sacra para los cristianos y permitido su culto en todo momento por los gobernadores musulmanes.


 Salón interior del monasterio. Fuente: www.andalucia.org 
 

No obstante, la verdadera importancia histórica del monasterio radica en ser el lugar principal donde se mantuvieron las conversaciones entre dos religiosos, muy próximos a la corona castellana, y un huésped, Cristóbal Colón, quien llegó en 1484 junto a su hijo Diego, y quien dio a conocer sus ideas de navegación novedosas a los seglares, buscando ayuda y consideración como intermediarios para la consecución de sus propósitos comerciales. Así, muy pronto mantuvieron Fray Juan Pérez y Fray Antonio de Marchena entusiastas conversaciones con el almirante genovés sobre la empresa colombina y los requisitos necesarios para su ejecución. Y cuyo agradecimiento mostró el propio Colón en una carta remitida desde la isla Española a los monarcas hispanos: “Ya saben Vuestras Altezas, que anduve siete años en su Corte importunándoles por esto: nunca en todo este tiempo se halló piloto, ni marinero, ni filósofo, ni de otra ciencia, que todos no dijesen que mi empresa era falsa; que nunca yo hallé ayuda de nadie, salvo de fray Antonio de Marchena, después de aquella de Dios eterno; al tiempo que refirió en otra ocasión: “Que á dos pobres frailes debían los Reyes Católicos el descubrimiento de las Indias”.

Fruto del buen hacer del guardián del monasterio de La Rábida fue lo descrito por él en una carta remitida al propio genovés, dando con ello prueba irrefutable de la eterna unión y significación del pequeño convento onubense con la empresa descubridora del Nuevo Mundo:

Nuestro Señor ha escuchado las súplicas de sus siervos. La sabia y virtuosa Isabel, tocada de la gracia del Cielo, acogió benignamente las palabras de este pobrecillo. todo ha salido bien; lejos de rechazar vuestro proyecto, lo ha aceptado desde luego, y os llama a la Corte para proponer los medios que creáis más á propósito para llevar a cabo los designios de la Providencia. Mi corazón nada en un mar de consuelo y mi espíritu salta de gozo en el Señor. Partid cuanto antes, que la Reina os aguarda, y yo mucho más que ella. Encomendarme a las oraciones de mis amados hijos y de vuestro Dieguito. La gracia de Dios sea con vos y Nuestra Señora de la Rábida os acompañe”.


 Obra de Eduardo Cano de 1856 que representa a Colón explicando su proyecto en el monasterio de La Rábida. Fuente: www.commons.wikimedia.org
 

De otro lado, y tras su fundación, el monasterio sufrió diversas remodelaciones a lo largo del tiempo hasta lograr el aspecto que presenta hoy día. Así, a fines del siglo XV poseía una iglesia, clausura y hospedería, accediéndose al edificio por la puerta con su arco de medio punto sita en la fachada oriental. Tras ella se accedía a un zaguán donde se guarecían los visitantes recién llegados a tan remoto lugar, y donde existía una pequeña ventana lateral desde donde se observaba al visitante; también, al fondo, se encontraba la puerta de estilo gótico elaborada en sillería y con su dintel en forma de conopio, sobre el que se dibujó el escudo de la Orden de San Francisco. Asimismo, y traspasada dicha puerta, había dos vestíbulos desde los que se accedían al patio de la hospedería, quedando a su alrededor la sacristía, las habitaciones de los viajeros, el almacén y el lavadero.

No es lugar aquí el describir todas y cada una de las estancias del edificio, inherentes, de otro lado, a cualquier monasterio tardomedieval. Sin embargo, es necesario resaltar su iglesia, de nave central, presbiterio y capilla; la sala capitular y el claustro de estilo mudéjar. Pero, las vicisitudes políticas e históricas quisieron que gran parte de las estructuras del edificio sufrieran a lo largo del tiempo constantes remodelaciones, ampliaciones y supresiones, desconfigurándose la morfología original del monasterio.


El monasterio de La Rábida en el siglo XIX. Fuente: www.bibliotecavirtualdeandalucia.es


Sin embargo, el momento de mayor peligro para este histórico y emblemático monasterio llegó en 1835, cuando se decreta su abandono en base a las leyes desamortizadoras; quedando el edificio en un estado ruinoso hasta el año 1851, cuando se valoró un proyecto de derribo y reutilización de sus materiales; por suerte, este proyecto fue desechado y en 1854, los duques de Montpensier, atraídos por el encanto del lugar, decidieron donar la suma inicial de 7.000 reales para una reparación parcial y la conservación básica del edificio, que desde entonces se destinaría para la beneficencia y como hospital.

Por fortuna, este proyecto restaurador y su espíritu de conservar tan importante legado monumental efectuado en tiempos de la reina Isabel II, salvó definitivamente de la ruina y del más absoluto olvido histórico a esta primordial localización religiosa que acogió al que se sería el descubridor del Nuevo Mundo, su hijo y, más aún, dejó fluir entre sus viejas paredes las ideas aventureras de un comerciante genovés que con su hazaña descubridora cambió para siempre la historia del mundo.