¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

jueves, 15 de noviembre de 2018

Las incursiones vikingas en el territorio onubense durante el Medievo

El territorio que conformaba la actual provincia de Huelva durante el siglo IX padeció, al igual que una gran parte de la costa peninsular ibérica, los violentos saqueos liderados por los vikingos y, aunque las fuentes antiguas se refieren en ocasiones a ellos como normandos, debemos diferenciar aquí ambas acepciones; pues la primera se origina en la península escandinava y en Dinamarca, no adscribiéndose este término étnicamente a una cultura determinada, sino que los vikingos eran quienes, dentro del conjunto de la población escandinava, se dedicaban sólo a hacer expediciones marítimas de saqueo en lejanas latitudes. Asimismo, el inicio de su expansionismo, en el siglo VIII, fue debido a un aumento demográfico que motivó la necesaria búsqueda de más bienes y nuevos lugares sobre los que asentarse y realizar una colonización.

Por su parte, los normandos, herederos de la cultura nórdica, se asientan en el amplio área noroeste de la actual Francia a partir del 893, cuando el rey franco Carlos III el Simple concede al caudillo noruego Hrólfr Ganger, a quien los francos acabarían llamando Rollon, el territorio de Nostria, que se convertiría en el futuro Condado de Normandía, a condición de que sus belicosas huestes cesaran los constantes saqueos en el reino franco y se convirtieran al cristianismo.

Estos guerreros normandos, cuya etimología significa “hombres del norte” o northmanni según el latín medieval, serían los que más protagonismo tendrían en los posteriores saqueos que asolaron el reino cristiano astur y el Al-Andalus durante el siglo X, pues la cercanía de la franja norte francesa hizo que las incursiones hacia la península Ibérica se prodigasen con una mayor regularidad. 


 Reproducción de un drakkar vikingo. Fuente: www.historie-normandie.fr
 

Sin embargo, no se trató de un choque cultural absoluto entre dos mundos completamente distintos, sino que, durante el emirato de Abd-al-Rahmán I (731-788), existieron relaciones diplomáticas entre los mundos andalusí y vikingo, pues dicho emir decidió enviar a un embajador, el poeta Yahya Ibn-Hacam, a la corte de un destacado conde o jarl vikingo; a buen seguro para lograr alianzas militares que atacasen a su enemigo común, los francos.

No obstante estos intentos de alianza, años después se impondrían las necesidades de expansión y enriquecimiento de los nórdicos y, de tal forma, tenemos constancia por las fuentes documentales de una primera incursión vikinga en el año 844 en la península Ibérica (año 230 de la Hégira); la cual arribó a las playas asturianas. Desde allí, los escandinavos saquearon una gran parte de la cornisa cantábrica, hasta llegar al Faro Brigantium, la actual “Torre de Hércules”, en La Coruña. En esa localización tuvo lugar una batalla cuando el rey de Asturias, Ramiro I (790-850), envió tropas para hacer frente a los invasores nórdicos, causándoles numerosas bajas y el hundimiento de setenta navíos. Todo ello quedaría recogido documentalmente en el Códice de Roda, escrito hacia el 990, y que refiere todos estos acontecimientos de tal forma: “...por aquel tiempo, los normandos, gente hasta entonces desconocida, pagana y muy cruel, llegaron hasta nosotros con un ejército naval”.

Un año más tarde, en el 845, los vikingos o madjus (denominación árabe que significa “infieles”), harían por fin su aparición en tierras andalusíes, llegando a la ciudad de Lisboa, saqueándola y permaneciendo allí por dos semanas para entonces dirigirse a Cádiz y el territorio de Sidonia. Un ejército musulmán salió a su encuentro pero fueron derrotados y, debido a esta circunstancia, los escandinavos pudieron acampar a escasa distancia de Sevilla, una vez que asediaron Isla Menor y Coria. Las defensas hispalenses no pudieron resistir el ataque nórdico, por lo que penetraron en ella y la saquearon (algunas fuentes dicen que tardaron un día y una noche en arrasarla y otras que estuvieron siete días sometiendo a sus habitantes a la muerte y la cautividad), y de la que emprendieron la huida sólo cuando vieron acercarse al ejército del emir de Córdoba Abd-al-Rahman II (792-852) para hacerles frente.


 Botas vikingas expuestas en el Museo de los Barcos Vikingos de Oslo. Fuente: Elaboración propia.


Este ejército musulmán estuvo formado por un cuerpo de caballería de élite, que estaba al mando del hadjib (primer ministro) Isa Ibn-Chohaid, lo cual denota que los andalusíes no contemplaron estas razias como algo menor, sino que las consideraron como incursiones militares de gran poder destructivo, las cuales eran necesario erradicar de manera contundente. Al grueso de las tropas musulmanas se sumaron también oficiales de renombre como Abdalah Ibn-Colaib o Ibn-Wasim, quienes se establecieron en los territorios del Aljarafe y avisaron al resto de gobernadores más próximos a fin de que enviaran refuerzos y protegieran las poblaciones.

Los días siguientes se produjeron constantes combates que, a pesar incluso de la venida de refuerzos por parte de los saqueadores escandinavos, no pudieron cambiar la relación de fuerzas (superiores en número para los musulmanes). De este modo, sabedor el contingente nórdico que no podía escapar de las tropas andalusíes y, estando decididos a presentarles batalla por hallarse rodeados, combatieron el día 11 de noviembre, sufriendo numerosas pérdidas, pues aparte de los muertos en combate, se mandó ahorcar a los prisioneros e incluso se colgaron otros de las palmeras a modo de advertencia. Igualmente, y a fin de mostrar autoridad, las autoridades islámicas ordenaron decapitar a algunos caudillos vikingos que fueron muertos en los combates para exponer sus cabezas como “trofeos” por lo oneroso de esta victoria, acontecida tras luchas incesantes de más de un mes desde la venida de los nórdicos.


 Las murallas islámicas de Niebla, ciudad saqueada por los incursores nórdicos en el siglo IX. Fuente: Elaboración propia.


Esta aciaga situación no les dejó a los escandinavos otra alternativa que la de huir en dirección a las costas onubenses. Allí, según cuentan las fuentes, se dirigieron por vía fluvial hasta la ciudad de Niebla, donde tomaron un navío que les permitiría proseguir su derrota hasta la isla de Saltés, muy próxima a Huelva, donde buscaron refugio para descansar por un tiempo y repartirse el cuantioso botín obtenido en sus razias.

En este mismo sentido, y finalizadas las grandes expediciones del saqueo hispalense, el territorio onubense les proporcionó un cierto refugio y alejamiento de la peligrosidad de las fuerzas de choque musulmanas que habían llegado por orden del emir omeya como refuerzos para atajar la amenaza invasora nórdica del suroeste peninsular. Por ello, consideraron que la isla de Saltés suponía un lugar estratégico para echarse a la mar si la situación lo requería, previo saqueo de la ciudad islámica allí edificada.

En efecto, esta isla onubense se convirtió en la “cabeza de puente” para la penetración de los piratas escandinavos por el interior navegable fluvial del suroeste andalusí y su costa, así como también para tomar las rutas de navegación de retorno hacia el norte. Así, y tras diversas persecuciones por la costa, saqueos y captura de prisioneros musulmanes en Niebla, se vieron obligados a retirarse a Osonoba (cerca de Faro), Beja y Setúbal, abandonando así finalmente el mediodía peninsular para retornar hacia latitudes más septentrionales. 


 Vista aérea de la ciudad islámica de Saltés, donde se refugiaron los vikingos tras saquearla. Fuente: www.territoriohuelva.com
 

Dos décadas después de estos acontecimientos, entre el 858 y el 861, así como un siglo posterior, en el 966-971, se produjeron nuevamente incursiones en territorio peninsular aunque, en esta ocasión, no penetraron en tierras onubenses; la cual, ante el fracaso demostrado por el estado omeya para prevenir este tipo de ataques, decidió fomentar una política de construcciones defensivas como la instauración de los ribat, los cuales, al estar situados en promontorios estratégicos, podrían avisar así con una mayor celeridad a las poblaciones ante la venida de cualquier navío o flota invasora.



BIBLIOGRAFÍA:


-DOZY, R.P.A. Recherches sur l’hitoire et la littérature d’Espagne. Tomo I. 2ª Ed. 1860.


-GARCÍA SANJUAN, A. Evolución histórica y poblamiento del territorio onubense durante la época andalusí (siglos VIII-XIII). Ed. Universidad de Huelva, 2003. ISBN: 84-95699-81-8.


-SÁNCHEZ PARDO, J.C. Los ataques vikingos y su influencia en la Galicia de los siglos IX-XI. Anuario Brigantino, nº 33. ISSN 1130-7625, Nº. 33, 2010, págs. 57-86.