¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

martes, 7 de febrero de 2012

La leyenda de Alonso Sánchez de Huelva

En la madrugada del día 12 de Octubre del año 1492 surgió, desde la carabela castellana “Pinta”, ya próxima a las costas atlánticas americanas, la grave voz del lepero Rodrigo de Triana anunciando la presencia de tierra firme. En ese mismo instante, daría comienzo uno de los mayores hitos de la Humanidad, como fue el Descubrimiento de América desde un punto de vista histórico, un gran acontecimiento en el que las tierras y los marinos onubenses coadyuvaron a su consecución.

Tal hecho es reflejado por el Almirante genovés Cristóbal Colón en su “Diario de a bordo” en tales términos:  “..Navegó al Oessudoeste. Tuvieron mucha mar y más que en todo el viaje habían tenido. Vieron pardelas y un junco verde junto a la nao. Vieron los de la carabela Pinta una caña y un palo y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro, y un pedazo de caña y otra hierba que nace en tierra, y una tablilla. Los de la carabela Niña también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado de escaramujos. Con estas señales respiraron y alegráronse todos. Anduvieron en este día, hasta puesto el sol, veintisiete leguas.

Después del sol puesto, navegó a su primer camino, al Oeste; andarían doce millas cada hora y hasta dos horas después de media noche andarían noventa millas, que son veintidós leguas y media. Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló tierra e hizo las señas que el Almirante había mandado. Esta tierra vio primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana; puesto que el Almirante, a las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vio lumbre, aunque fue cosa tan cerrada que no quiso afirmar que fuese tierra; pero llamó a Pero Gutiérrez, repostero de estrados del Rey, y díjole que parecía lumbre, que mirase él, y así lo hizo y viola; díjole también a Rodrigo Sánchez de Segovia, que el Rey y la Reina enviaban en el armada por veedor, el cual no vio nada porque no estaba en lugar do la pudiese ver. Después de que el Almirante lo dijo, se vio una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicio de tierra. Pero el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra. Por lo cual, cuando dijeron la Salve, que la acostumbraban decir y cantar a su manera todos los marineros y se hallan todos, rogó y amonestólos el Almirante que hiciesen buena guarda al castillo de proa, y mirasen bien por la tierra, y que al que le dijese primero que veía tierra le daría luego un jubón de seda, sin las otras mercedes que los Reyes habían prometido, que eran diez mil maravedís de juro a quien primero la viese.

A las dos horas después de media noche pareció la tierra de la cual estarían dos leguas. Amañaron todas las velas, y quedaron con el treo, que es la vela grande sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes, que llegaron a una islita de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahaní. Luego vinieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el Almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de la Cruz Verde, que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una Y: encima de cada letra su corona, una de un cabo de la cruz y otra de otro. Puestos en tierra vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda el armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito. Luego se ajuntó allí mucha gente de la isla”.


 Estatua en honor de Cristóbal Colón, descubridor del Nuevo Mundo. Fuente: elaboración propia.
 

Sin embargo, vuelvo a reiterar aquí que este innegable hito descubridor para la Corona Castellana tuvo una importancia crucial desde un punto de vista histórico, en tanto en cuanto una vez tuvo lugar la llegada al continente americano, que Colón consideraba las orientales tierras de Catay o Cipango, éste consiguió asimismo alcanzar la exacta derrota de regreso a la Península, estableciéndose desde entonces nuevas rutas comerciales entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Ésta es, en fin, la gran importancia del Descubrimiento que la Historia reconoce al almirante genovés y su expedición pero, claro es a día de hoy, que Cristóbal Colón no fue el primero en llegar al continente americano. Veámoslo.

Existen dos crónicas literarias, llamadas las “Sagas de los Groenlandeses” o las “Sagas de Eric el Rojo”, que datan del siglo XIII y que narran diversas expediciones y asentamientos vikingos en América del Norte, en concreto, en Terranova. En efecto, en el año 1000 d.C., Leif Erikson, hijo de Eirik el Rojo, efectuaría una expedición rumbo al Oeste de Groenlandia, ya que supo de la existencia de unas tierras que oyó de boca de un comerciante vikingo llamado Bjarni Hergolfsson, quien se aproximó a las mismas sin desembarcar en los años 985 o 986.

Las tierras halladas por los vikingos en este periplo fueron las formadas por la Isla de Baffin, que denominaron Helluland. Pero, al hallar gran cantidad de terreno pétreo, decidieron proseguir el viaje y tomaron rumbo al sur, donde hallarían una tierra cubierta de bosques, desembarcando ahora sí en la península del Labrador, la cual  denominaron Markland. Adentrándose de nuevo hacia el sur, la expedición encontró una nueva tierra en la cual abundaban, según las crónicas, muchas praderas pobladas de vegetación, ríos repletos de pescados y viñedos, por lo que denominaron a esta tierra Vinland, y donde todavía hoy pueden admirarse los restos del asentamiento vikingo de L´Anse aux Meadows, localizado en Terranova, Canadá. No obstante, la colonización vikinga en Norteamérica duró muy pocos años, abandonando los escandinavos estas lejanas tierras por causa de un súbito enfriamiento del clima, luchas de poder internas y continuas guerras con las poblaciones indígenas americanas.

Así las cosas, y demostrada por la arqueología y dos fuentes escritas la presencia vikinga en tierras de América del Norte, retomemos nuevamente ahora el propósito colombino efectuando unas preguntas clave: ¿Por qué tenía Cristóbal Colón tan firme idea de la existencia de tierras más allá del océano? ¿Tenía datos fidedignos de éxito de la realización de tan arriesgada empresa descubridora? ¿Su convicción era tan fuerte porque sabía con antelación lo que hallaría más allá del horizonte?

Estas preguntas sólo pueden ser respondidas atendiendo a los escritos y las obras de diversos y destacados cronistas españoles tanto contemporáneos como posteriores al Descubrimiento, quienes en sus obras aportan informaciones y datos que confirmarían que el Almirante genovés pudo conocer de antemano la existencia de lejanas tierras en base a accidentales llegadas de otros marinos.

Atendamos, en este sentido, a los escritos del Padre Bartolomé de Las Casas (1484-1566), quien en su obra “Historia de las Indias” afirma que Colón despachó personalmente en su propia casa de Porto Santo (isla de Madeira) con un piloto onubense que llegó enfermo tras un largo viaje de retorno del Atlántico. Las Casas lo refiere así: “...Díjose, que una carabela o navío que había salido de un puerto de España (no me acuerdo haber oído señalar el que fuese, aunque creo que del Reino de Portugal se decía) y que iba cargada de mercadería para Flandes o Inglaterra, o para los tractos por aquéllos tiempos se tenían, la cual, corriendo terrible tormenta y arrebatada de la violencia e ímpetu de ella, vino diz que, a parar a estas islas y que aquesta fue la primera que las descubrió”.

Igualmente, afirma Las Casas: “...Colón quiso inquirir dél la causa y el lugar de donde venía, porque algo se le debía traslucir por secreto que quisiesen los que venían tenerlo, mayormente viniendo tan maltratados, o porque por piedad de verlo tan necesitado el Colón recoger y abrigarlo quisiese, hobo, finalmente de venir a ser curado y abrigado en su casa, donde al cabo diz que murió; el cual en recognoscimiento de la amistad vieja o de las aquéllas buenas y caritativas obras, viendo que se quería morir descubrió a Cristóbal Colón todo lo que les había acontecido y dióle los rumbos y caminos que habían llevado y traído, por la carta de marear y por las alturas, y el paraje donde esta isla dejaba o había hallado, lo cual todo traía por escripto”. Esta historia, que muchos autores pretendieron identificar con la leyenda, hace referencia al marinero onubense Alonso Sánchez, el protagonista de la denominada por la historiografía “Leyenda del Piloto Desconocido”.

También, este mismo hecho es mencionado en la obra “ Historia General de las Indias” del cronista Francisco López de Gómara (1511-1566) en tales términos: “Navegando una carabela por nuestro mar Océano tuvo tan forzoso viento de Levante y tan continuo, que fue a parar en tierra no sabida ni puesta en el mapa o carta de marcar. Volvió de allá en muchos más días que fue; y cuando acá llegó no traía mas que al piloto y a otros tres o cuatro marineros, que, como venían enfermos de hambre y de trabajo, se murieron dentro de poco tiempo en el puerto. He aquí cómo se descubrieron las Indias por desdicha de quien primero las vio, pues acabó la vida sin gozar de ellas y sin dejar, a lo menos sin haber memoria de cómo se llamaba, ni de donde era, ni que año las halló. Bien que no fue culpa suya, sino malicia de otros o envidia de la que llaman fortuna”.



 Estatua en honor de Alonso Sánchez en Huelva. Fuente: www.huelvaya.es


Prosigue López de Gómara afirmando: “...concuerdan todos en que falleció aquél piloto en casa de Cristóbal Colón, en cuyo poder quedaron las escrituras de la carabela y la relación de todo aquél largo viaje, con la marca y altura de las tierras nuevamente vistas y halladas”. Y concluye el cronista: “Muertos que fueron el piloto y marineros de la carabela española que descubrió las Indias, propuso Cristóbal Colón irlas a buscar”.

Por su parte, otro cronista, el inca Garcilaso de la Vega (1539-1616) afirma en su obra “Comentarios Reales de los Incas” lo siguiente: “Cerca del año de mil y cuatrocientos y ochenta y cuatro, un piloto natural de la villa de Huelva, en el Condado de Niebla, llamado Alonso Sánchez de Huelva, tenía un navío pequeño, con el cual contrataba por la mar, y llevaba de España a las Canarias algunas mercaderías que allí se le vendían bien, y de las Canarias cargaba de los frutos de aquellas islas y las llevaba a la isla de la Madera, y de allí se volvía a España cargado de azúcar y conservas. Andando en ésta su triangular contratación, atravesando de las Canarias a la isla de la Madera, le dio un temporal tan recio y tempestuoso que no pudiendo resistirle, se dejó llevar de la tormenta y corrió veinte y ocho o veinte y nueve días sin saber por dónde ni adónde, porque en todo este tiempo no pudo tomar el altura. Padecieron los del navío grandísimo trabajo en la tormenta, porque ni les dejaba comer ni dormir. Al cabo de este largo tiempo se aplacó el viento y se hallaron cerca de una isla; no se sabe de cierto cuál fue, mas de que se sospecha que fue la que ahora llaman Santo Domingo: y es de mucha consideración que el viento que con tanta violencia y tormenta llevó aquel navío no pudo ser otro sino el solano, que llaman leste, porque la isla de Santo Domingo está al poniente de las Canarias, el cual viento, en aquel viaje, antes aplaca las tormentas que las levanta.

El piloto saltó a tierra, tomó el altura y escribió por menudo todo lo que vio y lo que le sucedió por la mar a ida y a vuelta, y, habiendo tomado agua y leña, se volvió a tiento, sin saber el viaje tampoco a la venida como a la ida, por lo cual gastó más tiempo del que le convenía. Y por la dilación del camino les faltó el agua y el bastimento, de cuya causa, y por el mucho trabajo que a ida y venida habían padecido, empezaron a enfermar y morir de tal manera que de diez y siete hombres que salieron de España no llegaron a la Tercera más de cinco, y entre ellos el piloto Alonso Sánchez de Huelva. Fueron a parar a casa del famoso Cristóbal Colón, genovés, porque supieron que era gran piloto y cosmógrafo y que hacía cartas de marear, el cual los recibió con mucho amor y les hizo todo regalo por saber cosas acaecidas en tan   extraño y largo naufragio como el que decían haber padecido.

....Este fue el primer principio y origen del descubrimiento del Nuevo Mundo, de la cual grandeza podía loarse la pequeña villa de Huelva, que tal hijo crió, de cuya relación, certificado Cristóbal Colón insistió tanto en su demanda, prometiendo cosas nunca vistas ni oídas, guardando como hombre prudente el secreto de ellas, aunque debajo de confianza dio cuenta de ellas a algunas personas de mucha autoridad cerca de los Reyes Católicos, que le ayudaron a salir con su empresa, que si no fuera por esta noticia que Alonso Sánchez de Huelva le dio, no pudiera de sola su imaginación de cosmografía prometer tanto y tan certificado como prometió ni salir tan presto con la empresa del descubrimiento, pues, según aquel autor, no tardó Colón más de sesenta y ocho días en el viaje hasta la isla de Guanatianico, con detenerse algunos días en la Gomera a tomar refresco que, si no supiera por la relación de Alonso Sánchez qué rumbos había de tomar en un mar tan grande, era casi milagroso haber ido allá en tan breve tiempo."

Como se aprecia, es común en estos cronistas de Indias la referencia al “Piloto Desconocido” a la hora de establecer los orígenes del Descubrimiento, marino a quien elevan como la máxima inspiración para la ejecución de la empresa colombina en base a su supuesto viaje más allá del Atlántico; sin embargo, y pese a que existen más autores de los siglos modernos que mencionan al onubense Alonso Sánchez como el precursor del Descubrimiento, no existen a día de hoy estudios suficientemente especializados que ahonden en esta teoría, sino que, como vemos, estamos ante una tradición oral común en los conquistadores españoles que fue puesta por escrito por algunos de los más destacados cronistas de la época, bien por enaltecer la preponderancia hispánica frente al descubridor extranjero una vez que éste cayó en desgracia para la Monarquía, o bien, llegado el caso, por defender la verdad de lo acontecido. Sea como fuere, y puesto que los documentos antiguos han de analizarse con sumo cuidado a fin de no arrastrar intencionalidades y propagandas determinadas, sólo pongo de manifiesto una leyenda con visos de veracidad en algunos aspectos que otorgan un protagonismo, aun mayor, a los expertos marinos de Huelva en la hazaña descubridora de comienzos de la Edad Moderna y que tantas glorias daría los siglos siguientes a la nación española.








1 comentario:

  1. Es hora de hacer justicia de un hecho tan importante que se le quite a Andalusia como es el descubrimiemto de America.

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