¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

martes, 7 de febrero de 2012

La Inquisición en Aracena

En el año 1481 tuvo lugar en Aracena un auto de fe, el segundo organizado por el Tribunal de la Inquisición en España, donde padecieron martirio unas veinticinco personas acusadas de herejía.

La Inquisición se instauró en España en el año 1478, durante la regencia de los Reyes Católicos, siendo Sevilla la primera ciudad donde se estableció el Tribunal. Asimismo, en su origen, esta institución religiosa fue creada para perseguir a aquéllas personas convertidas al cristianismo de manera falsa, con especial atención a los judíos, pues era sabido que practicaban su religión en ámbito privado, esto es, sus propios hogares.

Igualmente, estaban en el punto de mira de los inquisidores los acusados de practicar el islamismo en territorio hispánico, es decir, los moriscos; y, ya a partir del año 1520, las minoritarias comunidades cristianas que habían sido acusadas de acercarse a las ideas reformistas protestantes.

El modo de actuar de la Santa Inquisición consistía en efectuar investigaciones en el más estricto secreto, mientras que sus sentencias eran manifiestamente públicas, con la realización de los autos de fe, que tenían vocación de ejemplificar y dar muestras del poder de la Iglesia a quienes osaren contradecir los preceptos religiosos cristianos.

En este sentido, comienzan los procesos con una denuncia secreta (la delación), en la que se asegura el anonimato del denunciante, o bien, por la pesquisa, iniciada por el propio Tribunal. Una vez detenido, el acusado era conducido a una prisión en la que se le interrogaba dura e incesantemente y, de forma ocasional, el reo podría ser torturado  en presencia de un médico, siempre y cuando las lesiones no fueran permanentes.



 Grabado de un proceso inquisitorial. Fuente: www.infocatolica.com

Finalizado el proceso inquisitorial se daba paso a la comunicación de las sentencias, que podían ser “absolutorias”, si el acusado era declarado inocente; “de suspensión”, cuando no había suficientes pruebas e indicios para efectuar una acusación, “reconciliatoria”, si el reo acataba regresar a los preceptos eclesiásticos tras efectuar una dura penitencia; “de relajación”, con la consiguiente quema en la hoguera, o bien otras penas más leves como el destierro, la condena a galeras, etc.; y otras de tipo económico, en las que se podían confiscar los bienes del acusado y sus familiares.

Aclarados estos conceptos, es momento de acercarnos a los documentos que hablan del auto de fe efectuado en Aracena en 1481, el segundo realizado en territorio hispánico, ya que el primero acaeció meses antes en Sevilla. Los textos de la época afirman lo siguiente acerca de la actuación inquisitorial en la villa onubense que, por aquél entonces, pertenecía a la jurisdicción hispalense:

“En Aracena, villa de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, viernes veinte días del mes de julio, del año mil cuatrocientos y ochenta y uno.....El cual auto fue que los dichos señores inquisidores con el señor doctor Juan Muñiz de Medina, sus asesor, pronunciaron y declararon veinte y cinco sentencias en voz alta, en las que condenaron a veinte y tres personas de esta villa por herejes y apóstatas, y a la otra, que era una mujer, recibieron y reconciliaron al gremio de la Santa Iglesia, condenándola a cárcel perpetua. Y asimismo condenaron por hereje a Gabriel Sánchez, ya difunto, cuyos huesos se sacaron a quemar...”

“Y luego fueron tomados por el alguacil Morillo, y el dicho señor Luis Sánchez los condenó al fuego, y le cometió la Inquisición de ello al dicho alguacil, y fueron quemados en Valdehelechoso, cerca de esta villa, los dichos veinte y cinco hereges, hombres y mujeres, cuyos nombres son: Hernán González, sastre, y su mujer Leonor González; Elvira García, mujer de Diego González Torito, difunto; Catalina González, hija de Hernán González, mercader; Hernán Martínez y su hijo Luis Alonso, zapatero; Beatriz, que es mujer de Hernán Alonso; Toribio González y su mujer Beatriz Hernández; Luis Sánchez; Francisco García; Gabriel González; Gonzalo García, su hermano y su mujer, Beatriz Sánchez; Alonso Ponce y su mujer Mencía Gómez; Luis Fernández y su mujer Mayor González; Diego de Lobera; Juan Pérez; Gómez Moratón; Alonso Moratón (oriundo de la villa de Cala) y su mujer; y los huesos del difunto Gabriel González, zapatero.”  

Cabe aclarar aquí los distintos ropajes que, a buen seguro, lucirían los reos durante el auto de fe. En efecto, diferían según la condena y, en este sentido, cabe diferenciar entre los que portaban “coroza y sambenito amarillo”, condenados a arder en la hoguera; mientras que los portadores de “sambenito y cruz de San Andrés” serían condenados a azotes o penas de cárcel como medio de redimir su culpa. Y todo ello, en un contexto de espectáculo perfectamente organizado por el Estado y la Iglesia de los siglos modernos a fin de crear una concienciación en el pueblo de sometimiento a la Fe cristiana y no dudar en los cumplimientos de sus preceptos, mas aun si se trataba de las prácticas judaizantes o islámicas, siempre latentes tras la Reconquista en las comunidades semitas y moriscas.

De tal forma, la villa onubense de Aracena ostenta la titularidad de ser la segunda población que albergó un auto de fe organizado por la Inquisición en España y, si bien puede parecer reprobable en nuestros días modos de actuación semejantes, no es menos cierto que hemos de acercarnos a estos hechos tratando de contemplar y comprender la mentalidad de la época y no, obviamente, desde una visión del siglo XXI, pues cada momento histórico requiere una comprensión específica en base a la mentalidad y cultura predominante.

Además, no resultaría justo achacar de todo mal a la Inquisición española por sus modos de actuar, y que otros países de su entorno se encargaron de acrecentar de manera puramente propagandística (al igual que sucedió con la “leyenda negra” de la conquista española de América); pues la realidad es que esas mismas naciones próximas a la Corona castellana efectuaban semejantes autos de fe, e incluso, en un mayor número, contra aquéllos súbditos que consideraban herejes, practicantes de brujería o seguidores de corrientes ideológicas y religiosas heterodoxas.





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