¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

jueves, 12 de diciembre de 2019

El viaje del marino aracenense Ignacio de Arteaga a Alaska en 1779

A mediados y finales del siglo XVIII, el reino de España realizó importantes esfuerzos en la labor de reconocer la costa noroeste de América, organizando expediciones que partían desde sus posesiones americanas meridionales. Así, por ejemplo, destacan los viajes del bilbaíno Bruno de Heceta (1744-1807) y de Juan Francisco de la Bodega y Quadra (1744-1794), quienes bordearon la costa norteamericana hasta los 58º de latitud norte, tomando contacto incluso con los establecimientos comerciales rusos sitos en dicho litoral.

En este mismo sentido, de la Bodega realizaría posteriormente, en el año 1779, un nuevo viaje de descubrimiento con el marino aracenense Ignacio de Arteaga y Bazán (1731-1783), alcanzando y reconociendo el territorio de la actual Alaska. En concreto, se trató de la tercera expedición de altura para reconocer dicha costa y Arteaga fue el oficial al mando de tal viaje.

Aportando aquí datos biográficos sobre su persona, cabe destacar que Ignacio Fernando de Arteaga Bazán e Infante nació en Aracena el 17 de febrero de 1731, siendo hijo de Rosa Infante Esquibel, natural de Aracena, y de Diego de Arteaga y Bazán, quien era alcalde de la villa de Cumbres de San Bartolomé. Su bautismo católico tuvo lugar el día 26 de ese mismo mes, estando apadrinado por su tío Fernando, también natural de Cumbres de San Bartolomé.

Transcurridos los años de juventud y, tras confirmarse su condición de hidalgo por ambas líneas de parentesco, comenzó su carrera como marino de la Armada el día 20 de octubre de 1747, sirviendo como guardia marina. A su vez, el 20 de marzo de 1754 adquirió el empleo de alférez de fragata; tres años más tarde fue ascendido a alférez de navío y, el 13 de julio del año 1760, obtuvo el cargo de teniente de fragata. Pasados algunos años más como oficial experimentado, el 3 de sepiembre de 1767, fue ascendido a teniente de navío y, ya en el fin de sus días, el 4 de octubre de 1783, fue promovido a capitán de fragata. 


 Grabado de un puesto fortificado español en la entrada de Nutka (Canadá). Fuente: www.ceres.mcu.es
 

Su primer viaje transoceánico comenzó en abril del año 1751, cuando embarcó en el buque de transporte La Negrilla hacia La Habana, bajo las órdenes del capitán de fragata Antonio de Valcárcel. Igualmente, en septiembre de ese mismo año fue destinado en otro buque, la Princesa, comandado por Simón de Herrera, para regresar a la península. Con posterioridad embarcó en navíos como el Terror, Terrible, Juno, Soberano, Águila o Castilla. A medida que consiguió mayor experiencia en el mar, ya en el año de 1766, el aracenense obtuvo su primer mando, comandando la balandra Víbora a fin de incorporarse en La Habana a la escuadra de Agustín Idiáquez. Finalmente, llegado el mes de diciembre de ese mismo año, se le dio el mando del navío San Carlos y regresó al puerto de El Ferrol.

Tras recibir durante los años posteriores diversos mandos en otros buques de transporte, regresó a España en el año 1771 a fin de contraer matrimonio con su prometida. Sin embargo, y al no poder presentar algunos de los permisos eclesiásticos necesarios para el compromiso, el sacerdote le denegó dicho acto por faltar la documentación pertinente; así, y al recurrir a instancias eclesiásticas superiores, también fue rechazada su petición, provocando que el marino insultase a uno de los miembros del Tribunal Eclesiastico encargado del procedimiento. Este hecho le supuso una pena de prisión de tres años en el arsenal de La Carraca, en Cádiz, hasta que en 1774 el capitán general Andrés Reggio ordenó su salida para “...evitarle la ruina a un Oficial que sin duda es útil en el servicio, si se logra su corrección”.

Al poco, el marino onubense zarpó hacia Nueva España, encontrándose a finales de año en el puerto de San Blas y, sabedor de su valía el experimentado marino Juan Francisco de la Bodega y Quadra, en el año de 1775 le propuso efectuar los preparativos para un destacado periplo de reconocimiento para el reino de España de una gran parte de la costa noroccidental americana. Para esta empresa se designaron dos fragatas, La Princesa, de 189 toneladas, comandada por Arteaga; y la Favorita, de otras 193 toneladas, estando de la Bodega a su mando.

Acompañando a Arteaga en la Princesa estaban el segundo oficial Fernando Quirós y Miranda, el cirujano Juan García, el piloto José Camacho y el segundo piloto Juan Pantoja. Por su parte, otros destacados miembros de la tripulación de la Favorita fueron el segundo oficial, Francisco Mourelle (1750-1820), el cirujano militar Mariano Núñez Esquivel, el piloto José Cañizares y el segundo piloto Juan Bautista Aguirre.


 Retrato del marino Juan Francisco de la Bodega y Quadra (1744-1794).
 

Los objetivos principales designados por el reino de España para esta empresa fueron, en primer lugar, efectuar un reconocimiento y cartografiar la costa noroccidental de América, analizando así las posibles amenazas de los establecimientos comerciales rusos en Alaska; tratar de encontrar un paso interoceánico en el noroeste y, como en el año 1779 España declaró la guerra a Gran Bretaña, debían capturar al marino y explorador inglés James Cook, quien había efectuado diversas incursiones en aguas americanas españolas. Sin embargo, esto último fue infructuoso, pues Cook había muerto meses antes en las islas Sandwich durante un ataque de los nativos.

Las fragatas españolas realizaron su viaje directamente desde el puerto mexicano de San Blas hacia el área sureste de la actual Alaska, llegando a una bahía de unos 40 kilómetros de longitud que los exploradores españoles habían denominado Bahía de Bucareli en una expedición anterior, efectuada en el 1775, que estuvo liderada por de la Bodega y Quadra. En suma, el periplo del aracenense había durado un total de 81 días y conllevó durante su ejecución la realización de otras expediciones menores de reconocimiento de toda la costa a fin de cartografiarla con sumo detalle. Asimismo, Arteaga describe en su diario el encuentro y venida de los nativos de esta bahía hacia sus navíos de tal modo:

Inmediatamente que fondeé en el puerto de Bucarely, vinieron dos canoas de indios que no quisieron atracar, haciendo varios ademanes con los brazos abiertos y dando voces, todos muy acordes como que cantaban, trayendo uno un ave muerta en sus manos, se sacaba las plumas menudas, las polvoreaba a el aire, y después se echaba en su cabeza y en las de los demás, cuyas demostraciones conocimos que era solicitar paz, y querer ser nuestros amigos, por lo que les correspondimos con llamarlos, haciéndoles muchos cariños y ofreciéndoles algunas cosas, pero nunca quisieron atracar, y cuando les pareció se fueron”. 
 
Desde esta costa siguieron una derrota con dirección norte, llegando a otra bahía, aun en el área costera central de Alaska que el propio Arteaga denominó el 23 de julio de 1779 Puerto de Santiago, por encontrase próxima la festividad del apóstol. Al desembarcar los españoles en el área, tomaron posesión formalmente de las tierras, clavando una gran cruz de madera, lanzando salvas de cañones y realizando una procesión en la que participaron los capellanes, la tripulación y los oficiales de los navíos. Cantaron asimismo un Te Deum y se consideró desde entonces territorio español hasta que la localización del mismo, en la latitud 61º17´N, fue disputada por otras naciones en la década posterior. Así, dicha bahía cambió su denominación a la de Port Etches en 1787 por el capitán Nathaniel Portlock, conservando dicho nombre en la actualidad en reconocimiento a una compañía peletera fundada por los hermanos John y Richard Cadman Etches.


 Grabado de navíos españoles en la costa noroccidental americana. Fuente: www.anatomiadelahistoria.com
 

El periplo prosiguió hacia la ensenada de Cook y la península de Kenai, celebrándose allí el día 2 de agosto de 1779 una ceremonia oficial para tomar posesión para el reino español del área próxima al actual Port Chatham. Alcanzada esta latitud y debido a la falta de víveres y pertrechos, así como a algunas enfermedades que hacían estragos en la tripulación, el marino aracenense decidió regresar hacia latitutes meridionales. De tal manera, el 8 de septiembre se inició el viaje de vuelta al puerto mexicano de San Blas.

La importancia en el reconocimiento de la costa de Alaska para tener un mayor conocimiento del territorio y su adquisición para el reino de España por parte de Arteaga y de la Bodega, motivó que incluso el marino francés Jean François Galaup, conde de La Pérouse, se interesara en adquirir los diarios de navegación y los mapas elaborados por los españoles para su ulterior expedición de circunnavegación, que fue efectuada entre 1785 y 1788. Asimismo, y debido a su interés, el diario de a bordo de Francisco Mourelle sería publicado en la ciudad de Londres en el año de 1798 por el editor Daines Barrington. 
 
Finalmente, tras su regreso a San Blas, Arteaga vio su salud empeorada y decidió no efectuar más viajes de descubrimiento, por lo que aceptó un puesto como comandante en dicho puerto mexicano, siendo ascendido a capitán de fragata meses antes de morir en el año 1783.





BIBLIOGRAFÍA:

-Colección de Diarios y Relaciones para la Historia de los Viajes y Descubrimientos. Vol. VII. CSIC. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1975.

-Tovell, Freeman M. At the Far Reaches of Empire: The Life of Juan Francisco De La Bodega y Quadra. University of British Columbia Press, 2008. ISBN: 978-0-7748-1367-9.

-VV.AA. The Spanish Navy in the Californias during the Revolutionary War Era. The California State Military Museum. Disponible en: http://www.militarymuseum.org

martes, 12 de noviembre de 2019

Los viajes del hispanista británico Richard Ford en Huelva (1830-1833)

Los libros de viajeros de los siglos XVI al XIX constituyen una fuente literaria de gran relevancia a la hora de complementar otras informaciones relativas a la historia, cultura, tradiciones e idiosincrasia propias de un lugar o región determinada. Este tipo de libros se conformaron como un instrumento para interpretar los recursos más destacados de la ciudad, región o país al que se acudía y, además, servía de guía explicativa para otros posibles viajeros interesados en esos lares determinados una vez que se publicaba el libro.

Todos estos escritos, que podían presentar el formato de cartas, memorias, diarios o relatos, solían acompañarse de dibujos o grabados que embellecían la obra y permitían al lector observar los paisajes, recursos y monumentos que el autor consideraba de mayor esplendor y relevancia de aquellos lugares que previamente estuvo visitando con admiración; máxime si se trataba de un viajero extranjero que deseaba mostrar las excelencias y modos de vida relevantes de un país foráneo.

A este respecto, uno de los más destacados viajeros que pasaron por la provincia de Huelva en el siglo XIX fue el hispanista británico Richard Ford (1796-1858), quien, tras graduarse como abogado en el Trinity College de Londres en 1817, decidió realizar un viaje por Europa antes de comenzar a ejercer su profesión, visitando alejados países como Austria y Alemania.

Pudo permitirse realizar este prolongado viaje por poseer una considerable fortuna heredada de sus padres, Marianne Booth (1767-1849) y Richard Ford (1758-1806); y en especial de su abuelo materno, Benjamin Booth, quien fue dueño de la Compañía Británica de las Indias Orientales. También, tras su retorno a Inglaterra, se casó en 1824 con Harriet Capel, hija del conde de Essex, aunque debido a la frágil salud de su esposa y siguiendo la recomendación de su médico, deciden trasladarse a un país con un clima más cálido, optando así por residir en España desde el 1830 hasta 1833.


 Retrato de Richard Ford (1796-1858). Fuente: www.wikimedia.org


De tal modo, y habiendo zarpado desde Plymouth, llegaría a Gibraltar a bordo del navío H.M. Brig Guardian el 29 de octubre de 1830. Le acompañaba su esposa Harriet, sus hijos y otras tres sirvientas. Tras una estancia breve en Gibraltar, la familia viajó a Cádiz y, desde allí, embarcaron en un buque a vapor que navegó por el río el Guadalquivir hasta Sevilla.

Tras el establecimiento del matrimonio en Sevilla y, posteriormente, en Granada, Ford decidió viajar por una gran parte de la Península a fin de conocer el mayor número de lugares posible e interactuando con la población para poder conocer de primera mano su modo de vida, tan diferenciado del británico. Cada periplo realizado lo acompañó de diversos dibujos y grabados, que sumaron unos quinientos en total, donde plasmó los monumentos, trajes típicos, paisajes y rincones más pintorescos de España. Desde entonces, las costumbres y el modo de vida hispánico le causaron una gran impresión y quedó completamente enamorado de todo lo español, llegando incluso a vestir habitualmente como los propios habitantes de las villas y ciudades que visitaba.

Tal fascinación por el mundo hispánico se reflejó, a su regreso a Inglaterra en el 1833, en la construcción en Exeter de una residencia de estilo neomudéjar similar a la tipología propia del Generalife, y donde albergó una gran colección de libros en castellano traídos desde España para su estudio. A este respecto, él mismo escribió la que sería la obra más destacada sobre sus vivencias en España, publicada en 1844, y que recibió el nombre de A Handbook for Travellers in Spain, donde reflejó las diferentes rutas de viaje y excursiones que fue realizando durante su estancia en nuestro país.

En referencia al territorio onubense, que aun no estaba constituido como provincia con jurisdicción administrativa propia, Ford llegó al mismo desde Sevilla, organizándose su recorrido en diferentes jornadas y pernoctaciones. Debe aclararse aquí que estuvo con seguridad en algunos municipios onubenses pero que en sus escritos habla de otros, bien por referencias ajenas o por lectura de libros que los tratan. Así, según narra en su ruta nº 6, refiere una excursión por gran parte de la costa onubense, iniciada desde Sanlúcar de Barrameda hasta Ayamonte, donde describe las torres de vigilancia o atalayas que servían en los siglos modernos para avisar de cualquier ataque pirático hacia la costa.

Iniciada la visita en Moguer, comentó que la ciudad y el castillo se encuentran muy deteriorados, a buen seguro por la presencia y acción de las tropas francesas en la Guerra de Independencia. Afirma que la torre de su iglesia fue construida después de la Giralda de Sevilla y que la actividad comercial principal de la villa estaba basada en el tráfico de frutas y vino con otras poblaciones cercanas.


 Grabado de Richard Ford ataviado con trajes típicos españoles. Fuente: www.wikimedia.org


Desde allí se dirigió a Palos (del cual dice que poseía un pobre puerto pesquero) y La Rábida, ya que durante su estancia en la provincia onubense, Ford se siente privilegiado de visitar los lugares que albergaron la mayor hazaña de la Humanidad hasta entonces, como fue la gran empresa descubridora del Nuevo Mundo; y por ello evoca continuamente en sus escritos la importancia histórica de estas tierras. A su llegada, quedó admirado por lo simbólico del lugar y por la historia que atesoraba el monasterio de Sta. María de la Rábida, su riqueza arquitectónica y su propia historia como antiguo Ribat defensivo y punto de vigilancia costero.

Con relación a Huelva, con 7000 habitantes en la época y dos posadas para viajeros, el británico se hace eco en sus anotaciones de la gran antigüedad de la ciudad cuando afirma que en ella estuvieron tanto romanos como árabes, atraídos por su estratégica localización al situarse en la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel; al tiempo que afirma que dicha ciudad estaba adquiriendo una importancia cada vez mayor por el establecimiento de fábricas pesqueras de atún y el comercio intensivo con Portugal, Sevilla y Cádiz, territorios próximos a los que enviaba frutas y bienes diversos.

El viajero foráneo también comenta que aun son visibles los restos del acueducto romano onubense, siendo usados aun algunos de sus tramos por los cultivadores, así como también que la comunicación marítima con Cádiz se realizaba principalmente por medio de falucas. En una edición posterior de su libro de viajes, datada en 1886, se alaban las bondades de la ciudad de tal modo: “The climate and water of Huelva are delicious. Roses are in full bloom in February. It is an excellent resort for invalids in the winter, being many degrees warmer than Nice”.

También destaca Ford el aceite producido en el Condado, así como la calidad de las frutas, el vino y el grano. Llegó a Niebla, donde quedó admirado por la belleza de las murallas medievales y los restos visibles del castillo, que fue destruido por los franceses en la Guerra de Independencia; así como la solidez del puente romano y la belleza de las cinco iglesias y los dos conventos de esta villa. Aclaraba además en sus escritos que existía mucho tráfico de mercancías y personas en esta localidad debido a los viarios que la conectaban con las minas del Andévalo, comentando también que dichas carreteras próximas estaban rodeadas de grandes plantaciones vegetales a ambos lados de los mismas y que desde allí podía observarse en la distancia el monasterio de La Rábida.


 Dibujo de Ford del alminar de la iglesia del castillo de Aracena. Fuente:
www.realacademiabellasartessanfernando.com


El viajero británico afirma también que Niebla producía mucho vino que era enviado a Sanlúcar, donde se convertía en buen sherry para ser remitido al mercado inglés. Sobre La Palma del Condado comenta que poseía unos 3500 habitantes y resalta igualmente su riqueza agrícola. Cruzado el río Odiel, Ford menciona la población de Lepe, sobre la cual dice que es una ciudad empobrecida en un distrito rico, habiendo sido saqueada en dos ocasiones por los franceses, y cuya población se dedicaba a la pesca y, algunos individuos, al contrabando. En relación a La Redondela, el viajero inglés también afirma que su entorno poseía unos vinos excelentes y una fruta deliciosa, destacando especialmente los higos.

En este entorno crecía la caña y el junco, empleándose para la construcción de las esteras. También, sobre Ayamonte afirma el viajero extranjero que tenía una población de 5000 personas y que existía una isla en el Guadiana que recibía el nombre de Tiro, la cual aun conservaba vestigios arqueológicos. Comenta también que la ciudad tenía dos parroquias y el castillo se encontraba en estado ruinoso.

La ruta nº 7 descrita por Ford comprendía las marismas rocieras y el palacio de Doña Ana, cuyo paraje describe como un excelente coto de caza del duque de Medina Sidonia, quien recibió allí a Felipe IV en 1624 y, más al norte, se localizaba el paraje del Coto del Rey o Lomo del Grullo, constituidos según Ford la centuria anterior por Francisco Bruna, alcaide del alcázar de Sevilla. Tras esta localización seguiría el viajero hasta Trigueros, Gibraleón y Sanlúcar de Guadiana.

Por su parte, una de las jornadas mas destacadas realizadas por Richard Ford en nuestra provincia, y que le causaría una gran admiración, fue su periplo a Minas de Riotinto, cuyo paisaje alterado por el hombre durante milenios le resultó altamente impresionante. Así, al aproximarse a la montaña cobriza de Cabeza Colorada, hoy denominada “Cerro Colorado”, por su coloración rojiza, vió nubes de humo que se encrespaban sobre oscuros pinares, anunciando desde lejos estas célebres e históricas minas. 


 Dibujo del antiguo pueblo de Riotinto elaborado por Ford. Fuente: www.realacademiabellasartessanfernando.com
 

Decía que el pueblo estaba situado a una milla de las minas y que sus cercanías eran como una región infernal. Allí encontró una “posada decente” y la carretera de acceso estaba construida por cenizas abrasadas y escorias, al igual que muchas de las viviendas. Habla de sus habitantes como mineros demacrados por los duros trabajaos en las minas y con un entorno natural realmente diferenciado del resto de localidades que visitó previamente. Ford describió la dureza de los trabajos mineros de manera un tanto poética, al afirmar que: “La melancolía es el sonido que produce el pico del trabajador solitario, quien, solo en su nicho de piedra, martillea su prisión pétrea como un demonio confinado que abre por la fuerza su camino hacia la luz y la libertad”.

Dejando atrás las infértiles tierras mineras, el viajero hispanista llegó a las proximidades de la villa de Campofrío, cuyo entorno natural le resulta muy agradable por su similitud con los paisajes y dehesas de Inglaterra y el aire puro que se respira. Así, se aproximó también a la Sierra onubense, pasando por Aracena, afirmando que su población, de unas 5000 personas, crecía enormemente en verano con la venida de gente pudiente de Sevilla que deseaban dejar atrás las tempeaturas cálidas en esta temporada. Al igual que sucediera en Niebla, Ford quedó admirado por el castillo aracenense y así, realizó un dibujo de la torre-alminar de su castillo. 
 
Tras su estancia en esta villa, el hispanista inglés prosiguió su recorrido por la Sierra, pasando por Arroyomolinos de León, Alájar e Higuera la Real para, posteriormente, continuar viajando y conociendo otras regiones españolas que le causarían gran impresión y recuerdo durante el resto de su vida en Inglaterra.



BIBLIOGRAFÍA:

-Ford, Richard. A handbook for travellers in Spain. - 3rd Ed. London: [John Murray], 1855.

-http://www.realacademiabellasartessanfernando.com

martes, 15 de octubre de 2019

El origen del culto presbiteriano en Minas de Riotinto

La adquisición de los territorios mineros próximos al actual municipio de Minas de Riotinto y la implantación de medios, infraestructuras y personal en ellos por parte del consorcio británico The Rio Tinto Company Limited en 1873 propició, como se ha visto en otros artículos, un gran desarrollo industrial en la zona; pero, igualmente, el establecimiento de unas costumbres y modos de vida determinados típicamente foráneos que contrastaban sobremanera con la cotidianidad y las tradiciones locales ya arraigadas desde hacía siglos en esta parte del Andévalo onubense.

Así, no sólo destacó en la localidad la práctica de desconocidos deportes hasta entonces por parte de los trabajadores extranjeros, o el ejercicio de actividades sociales y culturales propiamente británicas, sino que también resultó de relevancia en este territorio la organización y práctica del culto religioso protestante que otorgara un servicio permanente a la incipiente población extranjera que iba asentándose en el núcleo urbano de Bella Vista para trabajar en las explotaciones mineras riotinteñas.

Si bien ciertas publicaciones históricas dan a entender, al respecto de la implantación de los extranjeros en las explotaciones mineras de Riotinto, un total aislamiento y una vida social enclaustrada por parte de los trabajadores británicos y sus familias en el último tercio del s. XIX y principios del XX, no resulta ello completamente veraz a tenor de la documentación conservada, que refiere múltiples interacciones de la compañía con las autoridades políticas locales, al tiempo que también se interactuaba regularmente con la población local en fechas festivas o realizando determinadas actuaciones para la población local (construcción de viviendas, establecimiento de servicios hospitalarios, reorganización de la banda de música municipal, creación de escuelas, mejoras en el saneamiento público, implantación de economatos, financiación de la fábrica de la iglesia católica, etc), y siendo además el acto social más remarcable al respecto de la convivencia la celebración conjunta entre ambas comunidades del fin de la I Guerra Mundial. En efecto, ninguna comunidad ha podido prosperar y vivir aislada en ningún momento de la Historia y, en este caso, quizás sea la lógica preservación de unos valores victorianos y un modo de vida identitario que exportaron a España lo que hace pensar en ese aislamiento propio en tierras lejanas; y en este mismo sentido, la vida circunscrita a una comunidad angloparlante y la religión protestante serían los dos factores principales que los unía y que trataron de preservar en todo momento.



El Presidente escocés de la R.T.C.L. Hugh Matheson, impulsor del presbiterianismo en Riotinto. Fuente: www.wikimedia.org
 

A este respecto, y ahondando en el terreno de la religión, ciertos autores afirman que entre 1873 y 1882 no hubo servicios religiosos dispensados regularmente para el personal británico establecido en Riotinto, sino que era el obispo de Gibraltar quien realizaba visitas ocasionales a las minas, a ruego de la Compañía, para efectuar los oficios a los miembros anglicanos de su personal. Sin embargo, en el mes de noviembre de 1881, el obispo de la colonia británica Charles Waldegrave Sandford efectuó un viaje a la provincia de Huelva a fin de tomar contacto con las comunidades británicas asentadas en la provincia y ofrecerles su servicio pastoral, y ya constata en sus notas que existía un Pastor Presbiteriano que hacía las veces de capellán. Además, estos escritos de Sandford al respecto de su visita a las tierras onubenses refieren el número de británicos residentes en Huelva y Riotinto, el estado del cementerio protestante de la capital, los oficios religiosos realizados a trabajadores y marineros anglosajones o, incluso, la producción del mineral obtenida en esos años:

During the month of November I paid a visit to Huelva and the mines of Rio Tinto. There are at Huelva about sixteen British residents, besides a large and shifting body of British seamen. On the evening of my arrival at Huelva I gave a short address to some seamen and others at a service held in the house of the Manager of the British Mining Company. The British cemetery I found in good order. A journey of four hours on a line belonging to the company brought me from Huelva to Rio Tinto, where there are about eighty British residents superintending thirteen thousand Spaniard and Portuguese workmen employed in the mines. The mines produce in the year a million tons of mineral ore. The ore contains 4 per cent copper, 48 sulphur, the residue being mostly iron. The Company consists of Scottish Presbyterians, who have secured the services of a Presbyterian Minister to act as Chaplain to the British colony. Schools are established by the Company for the children of the Spanish and Portuguese miners. The representatives of the Company took me over the mines, and shewed me great kindness and hospitality”.



 El obispo de Gibraltar Charles W. Sandford (1828-1903). Fuente: www.npg.org.uk
 

No resulta claro que el capellán viviera de forma permanente allí, puesto que el presidente escocés de la compañía británica, Matheson, propuso en 1882 el nombramiento de un Pastor que realizara sus oficios religiosos en la comunidad de manera continuada. De este modo, y una vez aprobado por el Consejo o Board, fue elegido para dicho cargo el sacerdote presbiteriano escocés David Mc. Donald, quien permanecería en el cargo desde julio de 1883 hasta febrero de 1887, año en el que tuvo que presentar su dimisión para cuidar a su esposa enferma. Le sustituyó el Reverendo John Jeffrey, permaneciendo en el puesto hasta el 1909.

Así, y a medida que el número de fieles aumentaba, tanto el Reverendo como la dirección de la compañía advirtieron la necesidad de construir una iglesia para servir espiritualmente a la comunidad foránea. La decisión de construirla fue adoptada finalmente en 1891 con un presupuesto de 1.150 libras y se situó dentro de los límites del barrio británico. Una vez concluyeron las obras del edificio en el año 1893, éste semejaba tanto interna como externamente una iglesia presbiteriana escocesa o Kirk.

Sin entrar a valorar profusamente las virtudes arquitectónicas del edificio, cabe aquí añadir que, exteriormente, se trata de una fábrica de piedra de una única nave a dos aguas, estando protegidos sus laterales por tres pilastras y con dos atrios sobresalientes que conforman el atrio y la sacristía. Además, las ventanas de la capilla son ojivales, con cristaleras y contraventanas de lamas que están bordeadas por ladrillo, al igual que las esquinas y pilastras de la fábrica. El edificio estaba rodeado originariamente por una verja metálica, que ya no se conserva, y posee una puerta enrejada de hierro culminada con la representación de un cardo, símbolo de Escocia, que aun es posible contemplar.



La capilla presbiteriana de Bella Vista (Minas de Riotinto). Fuente: Elaboración Propia.


En su interior resulta posible admirar un artesonado de madera, la bancada original para los fieles también elaborada en madera y el órgano de principios del siglo XX, aunque ya no se conserva el retablo original; estando todo ello en simbiosis con un estilo sobrio y que respondía al modo de proceder protestante, diferente al católico en cuanto a la ornamentación. La capilla tuvo un uso religioso continuado durante el tiempo en el que permanecieron los británicos en Riotinto, tornándose a albergar el culto católico por escaso tiempo cuando las minas fueron explotadas nuevamente por los españoles y, ya en las décadas más recientes, el edificio ha servido para la celebración de actos culturales diversos.

En lo referente al ejercicio del culto protestante en el barrio, y si bien fueron numerosos los capellanes presbiterianos que ejercieron su magisterio en Bella Vista para dar servicio religioso a la cada vez más creciente comunidad británica de Riotinto, cabe decir que destacó la figura del Reverendo John Jameson, por ser el que permaneció por más tiempo en esta localidad onubense, en concreto, hasta el 1921. Así, atendiendo a los aspectos bigráficos más destacados de su persona, se sabe que nació en el municipio escocés de Perth en el año 1842, siendo hijo de J.W. Jameson y Jane Grey, estudiando en la Universidad de Edimburgo y comenzando su actividad pastoral en las islas Shetland a la edad de veinticinco años.

Dos años más tarde prosiguió la pedagogía religiosa fuera de su país, llegando a Madrid en diciembre de 1869 una vez fue nombrado representante de la Sociedad Bíblica de Escocia, aunque en el 1871 regresó de nuevo a Escocia para contraer matrimonio con Marianne Alexa Johnston, con quien tuvo seis hijos, de los que cuatro nacieron en la capital de España una vez que retornó a ella para proseguir con su actividad pastoral tras su enlace matrimonial. Durante su estancia en Madrid fue nombrado responsable de la Secretaría de la Sociedad de Tratados de Londres y, entre los años 1888 y 1894, se encargó también de la Oficina de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera.




 La familia del Reverendo Jameson. Fuente: http://recuerdosderiotinto.blogspot.com


La The Rio Tinto Company Limited, conocedora de su buen hacer como Pastor de la Iglesia Presbiteriana en territorio español, a lo que añadía su completo dominio del castellano, decidió su contratación en el año 1901 para que ejerciera su actividad pastoral en la capilla de Bella Vista. No sabemos si, al existir ya un capellán, Jameson actuó como ayudante del mismo o ejerció otras actividades pastorales en este tiempo, aunque cobraba por ello unas 300 libras al año a las que se añadieron otras 150 más por ejercer el magisterio en las escuelas prtestantes de la localidad que eran propiedad de la compañía británica, trabajo que ejerció hasta el 1915, cuando las escuelas comenzaron a enseñar la doctrina católica.

La familia de Jameson residió en la vivienda nº 14 del barrio de Bella Vista y, al poco de su establecimiento en la localidad, en 1902, falleció su mujer, cuyos restos fueron trasladados al cementerio de Huelva para su eterno descanso. Jameson continuó residiendo en la localidad onubense hasta que causó baja por enfermedad en 1921, regresando a Inglaterra y donde falleció en julio de ese mismo año, siendo enterrado en el cementerio de Bandon Hill, en Surrey.





BIBLIOGRAFÍA:



-https://archive.org/stream/6122017Tomo1LasPrimerasCongregaciones

-https://idus.us.es/xmlui/handle/11441/46942

-http://protestantedigital.com/blogs/1386/La_capilla_presbiteriana_de_Bella_Vista

-http://recuerdosderiotinto.blogspot.com/2013/01/capilla-presbiteriana-13.html

lunes, 20 de mayo de 2019

El emperador romano Nerva, epónimo de la villa andevaleña onubense

La localidad onubense de Nerva se sitúa en el Andévalo Oriental y, más concretamente, en la Cuenca Minera de Riotinto, sobre las coordenadas 37º 41' N, 6º 32' O. Su actividad económica principal ha sido, tradicionalmente, la minería y, aparte de ser conocida comúnmente la villa como “Cuna de Artistas” por las numerosas personalidades que nacieron en el municipio y que destacaron en diversos ámbitos artísticos y culturales, lo es también por poseer una curiosa toponimia que hace referencia a un destacado emperador romano.

En efecto, la adquisición de la anterior denominación se produjo en 1885, cuando la conocida hasta entonces como “Aldea de Riotinto” consiguió su independencia jurisdiccional al respecto de la villa de la que dependía, Zalamea la Real, abandonando así su estatus aldeano y adquiriendo el de villazgo. Pero, ¿a que obedeció el arrogarse un epónimo referido al nombre de un emperador de Roma si la localidad no se trató en sí de una población fundada ex novo por los romanos? La respuesta a esta pregunta viene dada por un destacado hallazgo arqueológico a mediados del siglo XVIII en las inmediaciones de la población, que no hizo sino acrecentar un sentimiento identitario propio que se plasmaría un siglo después en una nueva gestión autónoma municipal que necesitaba ir aparejada de una novedosa toponimia.

De tal forma, durante la realización de los trabajos en la galería de San Carlos, perteneciente a las explotaciones mineras de Riotinto, y siendo el valenciano Francisco Tomás Sanz el administrador de los arrendatarios de las minas estatales, apareció el 31 de julio del año 1762 una lámina de cobre con una inscripción referida al emperador romano Nerva y que, en base al análisis epigráfico de la misma, podía datarse en el año 97 d.C. 


 Estatua del emperador Nerva en Roma. Fuente: https://commons.wikimedia.org
 

Tal hecho fue descrito en los documentos de la época de tal modo: “El día 31 de julio del año que corre de 1762, trabajando los Operarios de Rio-Tinto en alumbrar, y desembarazar de escombros, y materiales con que estudiosamente se havia cegado un conducto anquissimo, abierto a pico en peña viva, con el hueco de la estatura de un hombre, al que el actual Administrador Assentista de dichas Minas Don Francisco Thomas Sanz puso el nombre de San Carlos, en obsequio de nuestro Rey, y Señor Carlos III (que viva) al llegar a las 134 varas de distancia, desde la boca de dicho antiquissimo conducto, y à las 19 y media varas de profundidad, respecto de la superficie, a los inconsiderados golpes de los Azadones, que la maltrataron, se encontró una Lámina de cobre antiquissimo de una vara menos dos pulgadas de largo, y dos tercias menos una pulgada de ancho, del gruesso de un peso duro.

Reconociéronse en los pedazos, en que se partió, algunas Letras, por lo que uniendo los fragmentos, que se pudieron recoger, se halló era una Inscripción Romana de las Letras de mejor forma, cuando florecía El Romano Imperio; y aunque no pudo integrarse del todo, como estaba, pues se separó, y deshizo la moldura del mismo metal, que la orlaba, por algunos pedazos que han perecido, se conoce era de quatro pulgadas de ancho con sus perfiles, soldados con plomo, y estaño corroidos del tiempo, con señal por el reverso de haber tenido un remate, ò coronación, quizá del mismo metal.

Aunque se han perdido algunas Letras, se lee no obstante, lo que se ve en la copia precedente. Como aquel antiquissimo conducto mira de Sur à Norte, se cree, nos descubrirá el secreto, hasta ahora ignorado, de la entrada, y desagüe de la Mina principal, que cae debaxo del antiquissimo Castillo, que la corona, y se llama de Salomón. Por lo que mientras prosigue tan importante Obra, con motivo de llevarse el Original, en virtud de Real Orden, à nuestro Catholico Monarca, se ofrece à los críticos curiosos, y amantes de la antigüedad erudita esta noticia, y copia con alguna explicación, y oportunas reflejas sobre el contenido de dicha inscripción, para que sirva de incentivo à los mas iluminados, é instruidos ingenios de elucidar con mejores notas este antigua Monumento, hasta ahora inédito de nuestra Bética”.

La inscripción de la lámina hallada en las explotaciones mineras, de 79 cm de alto y 53´5 cm de ancho, formaban el siguiente texto con letras capitales cuadradas:


ÌMP. NERVAE CAESARÌ ÂVG
PONTIFICÌ. MAXIMO. TR.
[P]OTEST. P. P. COS. III
[DESI]G. IIII. PVDENS. AVG. LIB.
[P]ROCVRATOR
[DE S]VO. POSVIT


Y, desarrollando las abreviaturas, se convertiría en el siguiente texto:

Imperatori Nervae Caesari Augusto
Pontifìci Maximo Tribuniciâe
Potestatis Patri Patriâe Consuli III.
Designato IIII. Pudens Augusti Libertus
Procurator Patrono suo posuit.

Se puede aclarar que el vocablo Imperator hace referencia a la dignidad de emperador, siendo el máximo regente del estado romano, con potestad suprema de mandar los ejércitos. Otro término, Caesar, hace referencia a la dignidad imperial, aplicándose a todos los emperadores desde los inicios de la institución por obra de Julio César. Asimismo, Augusto se refiere a la cualidad sacra que todo imperium o poder imperial conlleva per se, a la que se añade la de Pontifici Maximo, que se refiere al sumo pontificado, esto es, la posesión y reconocimiento del mayor cargo religioso que regía toda la vida romana. De otro lado, el título de Tribunicia Potestatis hacía mención al cargo de tribuno de la plebe, es decir, un magistrado que impedía las vejaciones al pueblo por parte de los poderosos. A ello se añade Patri Patriae o padre de la patria, la abreviatura de Cónsul y, finalmente, AUG la de pertenecer al colegio de los augures.


 Inscripción en honor del emperador Nerva hallada en 1762. Fuente: "Memoria antigua de romanos nuevamente descubierta en las minas de Rio-Tinto".


Analizando el significado del texto en sí, no cabe duda alguna de que se trata de una dedicatoria de Pudente, liberto y procurador romano de las minas, a Nerva, recién nombrado emperador y, en base al lugar del hallazgo de la lámina cuprífera, queda claro que no buscaba una publicidad máxima de este hecho, sino que se conformaba con dar conocimiento de ello únicamente a los esclavos y los mineros allí emplazados. Pero, ¿quién fue este emperador romano cuyo nombre quiso detentar para sí una villa onubense desde el mismo momento de su nacimiento y por siempre? Veámoslo.

El emperador Marco Coceyo Nerva nació en Nequinum, en la región de Umbría, sita al norte de Roma. Sus padres fueron Marco Coceyo Nerva y Sergia Plautilla, quienes se estima que tuvieron al futuro emperador en una fecha entre el 30 y 35 d.C. Asimismo, Nerva procedía de una familia que ostentó destacadas dignidades tanto durante la República como durante el Imperio, siendo sus familiares cónsules o incluso parte del séquito imperial de Tiberio (42 a.C.-37 d.C.), al tiempo que también estaba emparentado con miembros de la dinastía Julio-Claudia.

Nerva fue elegido pretor en el año 65, bajo el reinado del emperador Nerón, a quien informó de una conspiración en su contra dirigida por Cayo Calpurnio Pisón. Este notable hecho le valió un gran reconocimiento imperial e incluso la erección de estatuas de su persona, al tiempo que fue incluido en el séquito de Nerón junto a Vespasiano; de cuyo hijo, Tito Flavio Domiciano, hubo de ejercer la tutela cuando abandonó Roma para combatir a los rebeldes judíos.


 Panorámica de la villa de Nerva. Fuente: www.nerva.es


Tras la muerte del emperador Nerón en el año 68 se produjeron unos terribles momentos para el Imperio Romano, pues aconteció una guerra civil en la que Nerva decidió posicionarse a favor de los Flavios. La historiografía nos dice que, en los años sucesivos, fue tal la convulsión que afectó al Imperio que produjo la caída de los emperadores Galba, Otón, Vitelio y, por último, Vespasiano. Finalmente, y ya en el año 96, Domiciano fue asesinado tras llevarse a cabo una conspiración en la que tomaron parte miembros de la Guardia Pretoriana y algunos de sus libertos. Y ese mismo día fue proclamado Nerva emperador por decisión senatorial, quien ejercería, quizás ya por su avanzada edad y experiencia, un gobierno moderado y muy beneficioso para Roma hasta que aconteció su muerte el 27 de enero del año 98 d.C.

Quizás la personalidad y el demostrado buen hacer que llevó a cabo Nerva durante su gobierno influyese en el hecho del cambio nominal del municipio onubense con su nombre, cuyos regidores comenzaban a finales del siglo XIX una nueva y destacada etapa que, deseando proceder ya como villa independendiente, y a lo largo de todo el siglo posterior, tendría gran relevancia en la historia minera y de las reivindicaciones sociales derivadas de dicha actividad, pioneras en nuestra provincia.







BIBLIOGRAFÏA:


-Memoria antigua de romanos nuevamente descubierta en las minas de Rio-Tinto. Ed. Facsímil. Sine data.

-REMESAL RODRÍGUEZ, J. “Epigrafía y política en el siglo XVIII. La inscripción dedicada a Nerva hallada en Río Tinto”. Florentia iliberritana: Revista de estudios de antigüedad clásica, ISSN 1131-8848, Nº 9, 1998, págs. 499-517.



martes, 5 de febrero de 2019

Los vuelos del dirigible alemán Graf Zeppelin sobre Huelva (1929-1936)

El día 24 de abril del año 1929, por vez primera, una gran sombra ovalada se proyectó en suelo onubense, causando la admiración de los ciudadanos que, al mirar hacia el cielo, contemplaron con gran asombro cómo una aeronave de dimensiones enormes lo surcaba lenta y majestuosamente.

Se trataba del dirigible Graf Zeppelin LZ 127, una proeza de la navegación aérea por ser uno de los mayores aeróstatos construidos hasta la fecha, y cuyo nombre honraba a un reconocido militar y pionero de la aeronáutica alemana, el conde Ferdinand von Zeppelin (1838-1917) quien, interesado en estudiar las funcionalidades de los globos aerostáticos y su aplicación en la vida castrense, se propuso ir más allá en la investigación y comenzó a fabricar su propio globo dirigible, el Luftschiffbau Zeppelin (LZ), que efectuaría su primer vuelo sobre el lago Constanza, en Alemania, el 2 de julio del año 1900.

Estas aeronaves iban a convertirse en una revolución del transporte a principios del siglo XX, por lo que, muy pronto, surgirían proyectos nacionales ideados para establecer vuelos regulares en dirigibles que permitieran el traslado masivo de pasajeros. Esta idea, algo utópica en sus inicios, iría configurándose mediante proyectos como el propuesto por el teniente general español Emilio Herrera (1879-1967), quien siempre tuvo en mente el establecer una línea aérea transoceánica que conectase Europa y América por vía aérea para el transporte regular de pasajeros. 


 El Graf Zeppelin sobrevolando la ciudad de Buenos Aires. Fuente: www.wikimedia.org
 

De esta forma, el proyecto de Herrera consiguió materializarse mediante la creación de la compañía Colón Transaérea Española S.A., la cual decidió contactar con los ingenieros alemanes de Zeppelin para recibir asesoramiento en la creación de los dirigibles. Así, los especialistas germanos, en especial, Hugo Eckener y Eberhard Lephertz, idearon una ruta aérea fija entre las ciudades de Sevilla y Buenos Aires basada en una flota de zeppelines, por lo que decidieron acudir a sendos países para, ante todo, conseguir los preceptivos permisos gubernamentales del ambicioso proyecto y, en segundo término, analizar todas las necesidades y problemáticas para lograr la viabilidad del proyecto, en especial las relacionadas con la meteorología y sus efectos sobre los dirigibles.

Por su parte, y transcurridos ya varios años en los que se seguirían perfeccionando los aeróstatos en Europa surgiría, como se ha dicho, un nuevo modelo avanzado de dirigible, el Graf Zeppelin LZ 127, que fue construido por la empresa de Eckener, la Deutsches Luftschiff Zeppelin en la ciudad de Friedrichshafen (Alemania), y que realizaría su vuelo inicial el 18 de septiembre de 1928. Se trataba de un verdadero coloso del aire, pues poseía una longitud de unos 236.53 m., unos 30.48 m. de diámetro y un volumen total de 105.000 m³, potenciado con cinco motores Maybach VL-2 de 12 cilindros y 410 kW (550 CV) cada uno, lo que le permitía conseguir una velocidad máxima de 128 km/h. De igual modo, este enorme dirigible tenía capacidad para veinte pasajeros y unas treinta y seis personas como miembros de la tripulación.


 El vuelo del Graf Zeppelinn sobre Berlin. Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=tpSPEc3ZTKE
 

Esta inmensa nave, que atraía todas las miradas en Alemania, necesitaba ser expuesta al mundo para demostrarle cómo el país germano se había convertido en una potencia aeronáutica tras resurgir de las cenizas que le produjeron el pago de las reparaciones de guerra de la primera contienda mundial. De tal modo, sus dueños pensaron que el mejor escaparate para el dirigible sería la realización de una circunnavegación aérea del planeta que se inició el 15 de agosto del 1929, para que todos los países que sobrevoló (Unión Soviética, Japón, Islas del Pacífico y los EE.UU.) pudieran admirar la inmensidad de dicha aeronave, consiguiendo así, además, una propaganda excelente para el gobierno del presidente Hindenburg al realizar la travesía en unas 128 horas sin aterrizar.

A este respecto, el corresponsal del diario ABC, en su crónica sobre dicha travesía, nos refiere lo siguiente sobre los selectos tripulantes que formarían parte del histórico viaje alrededor del mundo:

...Diez de los 20 pasajeros que irán a bordo del Conde Zeppelin en su viaje alrededor del mundo son periodistas. Uno, español, el representante de ABC, que tiene la exclusiva para toda España (Joaquín D. Rickard); M. Gervilie, de Le Matin; dos japoneses, el doctor Euti y el Sr. Kitgno; tres alemanes: Gustav Kavder, Heinz von Eschweger y Max Geisenheiwer; tres representantes más de la American Newspaper Syndicate: lady Grace Drumond, Carl von Wíegaud y sir Hubert Wilkins, el famoso explorador australiano. También van dos fotógrafos, Robert Hartrnan y Heinz von Perckhammer, y tres marinos: los comandantes Charles Rosendahl y. J.C. Richardson, americanos, y el bayor japonés Fujiyoshi. Asimismo forman parte del pasaje los profesores W.B. Seilkopf, alemán, y Johann Karklin, ruso, ambos meteorólogos; el doctor Jerónimo Mejías, español; Christoph Iselin, suizo, y el joven millonario de Nueva, York William Leeds”. 



 Salón comedor del Graf Zeppelin. Fuente: www.blog.zeppelin-museum.de
 

Y con igual emoción concluía Rickard su crónica periodística del 5 de septiembre de 1929 al acabar el viaje alrededor del mundo sobre el Graf Zeppelin:

...Al dejar el dirigible en el que acabarnos de dar la vuelta al mundo lo hacemos convencidos de haber participado en el mayor acontecimiento de nuestra vida. La velocidad media que hemos desarrollado desde Lakehurst a Friedrichshafen ha sido de 125 kilómetros. Hemos dado la vuelta al mundo en veinte días y cuatro horas, batiendo así, con tres días y medio de diferencia, el récord que sustentaba Mears, a pesar de que éste viajó sin interrupción alguna, mientras que nosotros hemos tenido siete días y medio de descansó en tierra firme. Durante todo el vuelo mundial los motores no han cesado de funcionar normalmente”.

Si embargo, y algunos meses antes de esta hazaña, tuvo lugar un vuelo promocional del Graf Zeppelin, siendo Huelva una de las varias ciudades europeas designadas para ser sobrevoladas en tal periplo histórico, a la que llegó el 24 de abril del año 1929; y siendo elegida, a buen seguro, debido a su cercanía a la gran celebración que acontecería en Sevilla ese mismo año, como fue la Exposición Iberoamericana. De este viaje, y a tenor de las fotografías que se realizaron desde su cubierta, se sabe que sobrevoló la ría onubense, la Punta del Sebo y los parajes naturales que delimitan las villas de Moguer y San Juan del Puerto.

Transcurridos dos años, en el mes de julio del año 1931, volvemos a tener noticias de un nuevo y arriesgado vuelo del ya famoso dirigible germano, pues esta vez puso rumbo al Ártico a fin de realizar un viaje de investigación y de comprobación de los sistemas de navegación de la aeronave ante un clima extremo, aunque meses antes ya había volado sobre Noruega, Islandia y algunas islas heladas. Pero éste no fue sino un viaje más de los casi seiscientos que llevó a cabo el Graf Zeppelin durante su servicio, asombrando por igual a los ciudadanos de todos los países que sobrevolaba.

Por su parte, y aun en el recuerdo de los onubenses la figura del dirigible, cuya visita fue atestiguada mediante la publicación de diversas fotografías y narraciones en la prensa de la época sobre el acontecimiento; habría que esperar nuevamente hasta el año de 1930, cuando, al menos en dos nuevas ocasiones, el dirigible alemán alza su figura de nuevo en el cielo onubense, siendo narrado este hecho por un periodista del diario argentino La Nación, quien nos refiere que el Graf Zeppelin sobrevoló a finales del mes de mayo no sólo Huelva, sino también La Rábida y Palos de la Frontera. 


 Postal remitida desde el Graf Zeppelin a un súbdito alemán residente en Huelva. Fuente: www.todocoleccion.net
 
 
Asimismo, la constatación del último viaje del dirigible sobre Huelva se produjo el día 7 de mayo del año 1936, cuando su imponente presencia volvió a hacer su aparición en los cielos onubenses, según la prensa, de tal forma:

Sobre las doce menos cuarto de la mañana, el público de Huelva se vio sorprendido con la vista del Graf Zeppelin. Éste volaba a escasísima altura, casi sobre los tejados. Evolucionó de esta forma unos minutos sobre la ciudad, poniendo proa hacia el mar y desapareciendo. Su paso por Huelva fue presenciado por numeroso público, que se echó a la calle y ocupó posiciones en las azoteas. El tiempo en Huelva es de fuerte viento y hay grandes nubarrones”.

De igual modo, la misma presencia del dirigible en Huelva provocó, incluso, su plasmación en una copla de los carnavales onubenses:

Cuando el  "Zeppelín"
 por Huelva pasó,
íbamos nosotros
 en la dirección.
Tan alto íbamos,
sin aterrizar,
 cuando por la radio
dijo el Capitán:
 "Huelva, ha de tener,
 la causa lo da a decir,
 que la "Mariposa  Negra",
 -¡Eh, se vuelve loca,
 por un " Zeppelín"!-

Finalmente, el Graf Zeppelin realizó su último vuelo el 18 de junio de 1937, aterrizando en Frankfurt y siendo cobijado en un enorme hangar. Allí, la magnífica aeronave que tantos kilómetros recorrió por todo el mundo años atrás, fue desinflada, despiezada por completo y sus elementos más destacados fueron expuestos en un museo; al tiempo que otros, tras la entrada en guerra de Alemania en 1939, fueron fundidos para ser reutilizados como piezas para los cazas de combate germanos.




BIBLIOGRAFÍA:


-Hemeroteca Digital Diario ABC.

-MARTÍN, Eloy. El D-LZ 127 Graf Zeppelin en Argentina, en www.histarmar.com.ar.

-www.airships.net

-www.huelvainformacion.es