¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

sábado, 23 de enero de 2021

La muerte de dos marinos nórdicos en Huelva en 1919

El innegable carácter portuario de la ciudad de Huelva motivó a lo largo de los siglos la venida de miles de marinos extranjeros procedentes de multitud de países y de diversos continentes por mor de la navegación comercial, el abastecimiento de combustible o la carga del mineral extraído en las minas onubenses para su exportación marítima. Así, y muy en especial durante el siglo XX, fueron constantes las arribadas de buques de nacionalidad británica, italiana, portuguesa, griega, francesa, rusa, estadounidense o noruega, por citar solo algunos ejemplos.

La continua llegada de marineros foráneos a la ciudad hizo que, en ocasiones, y al igual que sucedía también en otras muchas urbes costeras, se produjeran ciertas conductas inapropiadas e incívicas en los bares y espacios públicos, como si se tratase de habituales prácticas liberadoras tras meses de confinamiento debido a las largas travesías oceánicas; y, por su parte, debido sobre todo al total desconocimiento de los puertos y sus aguas por parte de los recién llegados, era común que también aconteciesen muchos accidentes con resultados de mayor o menor gravedad para sus protagonistas.

En este mismo sentido, en el año 1919 tuvieron lugar dos desgraciados accidentes en el puerto de Huelva que sesgaron la vida de sendos súbditos nórdicos, uno noruego y otro danés, que fueron narrados por la prensa onubense de la época al hacerse eco de tan aciagos acontecimientos. Así, el primero de ellos, sucedido el 10 de abril, fue tenido en primer lugar como una desaparición, pues el capitán del buque noruego «SS. Verdande» echó en falta a uno de sus marinos, llamado Arthur R. Nilsen (quien además estaba emparentado con su esposa), puesto que no regresó al navío noruego al transcurrir varios días desde que tomara tierra en Huelva. Por todo ello, alarmado dicho capitán, decidió denunciar la desaparición al vicecónsul de Noruega en la capital onubense, Juan Suárez Madera, a fin de que contactara con las autoridades locales e iniciasen las pertinentes acciones e investigaciones para poder encontrarlo.

La policía logró averiguar que esa noche del referido día 10 el desaparecido estuvo en compañía de un compatriota suyo llamado Erik Albert, quien era un antiguo residente en Huelva, y de otro joven español que trabajaba, según la prensa, como «mandadero de la bahía», embriagándose los tres conjuntamente. La investigación policial propició que se detuviera a Albert en un primer momento como principal sospechoso, pero, tras ser interrogado en sede judicial y afirmar que el desaparecido y él se separaron esa noche a las 4 de la madrugada en las inmediaciones del muelle de la compañía de Río Tinto, finalmente fue puesto en libertad.

 

               Pintura del buque noruego SS. Verdande. Obra del pintor H. Crane. Fuente: www.digitaltmuseum.no

 

Transcurridos varios días desde la desaparición del marino nórdico, la prensa local indicó que tuvo lugar el hallazgo de un cadáver “cerca del muelle de explosivos”, certificándose que efectivamente correspondía a Nilsen; y en cuyo certificado de defunción elaborado el 20 de abril de 1919, se reflejó que era natural de la ciudad noruega de Bergen y que tenía veintidós años de edad cuando murió. De tal forma, la investigación concluyó que se trató de un fatal accidente al caer en las aguas onubenses que causó la muerte del citado súbdito de Noruega.

Como curiosidad, cabe añadir que el navío de carga «SS. Verdande», construido en 1914 en la naviera Bergens Mekaniske Verksteder A/S – BMV, y emplazada en la ciudad de Bergen (Noruega), iniciaría así su triste historia como «buque maldito», pues no padeció únicamente su tripulación esta pérdida en las aguas onubenses, sino que durante el viaje realizado años más tarde, el 24 de marzo de 1927, desde Cardiff (Gales) con destino a Las Palmas de Gran Canaria con una carga de carbón, naufragó en las proximidades de Widemouth Bay (Cornwall), pereciendo toda su dotación, compuesta por quince hombres bajo el mando del capitán H. J. Amudsen.

Por otro lado, y una vez habían transcurrido dos meses de este aciago acontecimiento protagonizado por un marinero extranjero en Huelva, hubo otro marino nórdico que murió en la ría onubense al saltar a gran altura al agua desde su barco para bañarse junto con otros miembros de la tripulación. Se trataba del ciudadano danés Gudike Lundsgaard, hijo de Christian y Ana Marie Lundsgaard y hermano de Marie, nacido el 17 de junio del año 1900, y quien en torno al mediodía del día 14 de junio saltó desde el navío noruego «Thorbjörg» a las aguas de la ría de Huelva para tratar de aplacar el sofocante calor reinante una vez que acabaron las labores de limpieza y mantenimiento del barco.

Este marinero escandinavo, al decir del diario La Provincia «debió sufrir un accidente al caer al agua, pues a poco de reaparecer por el impulso de la caída, desapareció. A los gritos de socorro de sus compañeros, se arrojaron al agua el piloto y dos maquinistas del buque, pero desgraciadamente los esfuerzos resultaron inútiles, pereciendo ahogado el infortunado joven. Durante toda la tarde se han estado practicando sondeos en el lugar de la desgracia, no habiendo podido ser extraído el cadáver».

Al lugar del accidente acudieron diversas lanchas para buscar al marinero, sin lograr hallarlo; al tiempo que se notificó también al juzgado de Marina, cuyos representantes se personaron para iniciar las diligencias oportunas. Finalmente, dos días más tarde, el 16 de junio de 1919, apareció el cadáver del súbdito danés frente a la central eléctrica de la compañía minera de Río Tinto y, tras practicársele la autopsia, se determinó que la causa de la muerte fue «congestión cerebral».


 

Bibliografía:


-Diario La Provincia

-Diario de Huelva

-www.digitaltmuseum.no

-www.wrecksite.eu

lunes, 4 de enero de 2021

El motín del bergantín «Christopher» en las costas onubenses en 1753.

El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define la palabra motín como un «movimiento desordenado de una muchedumbre, por lo común contra la autoridad constituida». Y ello mismo pareció acontecer entre la tripulación de un buque británico que estaba situado frente a la costa portuguesa, pero que también alcanzaría la onubense durante su sublevación en los primeros días de agosto de 1753. 

La documentación refiere que un buque español, en su periplo marítimo, halló otro navío frente a las costas del Algarve portugués que parecía no tener tripulación alguna y que, precisamente al estar sin gobierno, se movía a discreción del fuerte oleaje predominante en dirección a las aguas españolas. Así, algunos marinos decidieron subir a bordo del navío abandonado, comprobando que efectivamente se trataba de una nave extranjera por los efectos encontrados en su interior y, al hallar signos de ataque, comunicaron su hallazgo a las autoridades. Al poco, y tras iniciar éstas una investigación en la que hubo dudas relativas a determinar si lo que aconteció se trató realmente de un motín o un ataque pirático, finalmente se concluyó, por las pruebas encontradas, que una parte de la tripulación del navío se sublevó contra su capitán y trató asimismo de huir en un bote para asaltar otros buques fondeados en el puerto de Moguer. 

Este hecho luctuoso fue publicado por la Gaceta de Londres en octubre de 1753, aunque refiriéndose a hechos acontecidos en el mes de agosto pasado, de tal forma:

«Hace dos días, el capitán de un buque catalán que venía a fondear en ese lugar, escribió al cónsul español, informándole que se había encontrado en el mar con un bergantín sin gente a bordo, y que por medio de tres papeles que se habían hallado, juzgó que era inglés, por lo que deseaba que le enviaran a un natural de esa nación. En consecuencia, fue enviado John Lampriere, un comerciante británico de ese lugar; quien acudió inmediatamente cuando el capitán le informó que, a eso de las ocho de la mañana, se encontró con el bergantín antes mencionado en el mar y, sospechando por su falta, que no tenía a nadie con quien dirigir su curso, envió a algunos de sus hombres a su barco para examinarlo, quienes, como esperaba, no encontraron ninguna criatura viva a bordo; pero sí observaron que todo estaba en un gran desorden.

 

 

 
Figura 1. Pintura de un bergantín británico en 1752 similar al Christopher. Fuente: https://collections.rmg.co.uk/collections

 

Ya dentro, la puerta del capitán se abrió y apareció un poco de sangre seca sobre el suelo cerca del camarote; por lo cual, así como por varias otras circunstancias, imaginaron que allí se había cometido alguna violencia. El señor Lampriere subió inmediatamente a bordo del bergantín para tomar posesión de él, cuando encontró que todo lo que habían dicho los catalanes era exactamente cierto y que su carga también estaba intacta. Por medio de los papeles encontrados a bordo, parecía que este buque es el Christopher, siendo su capitán John Herron, quien navegaba con destino de Málaga a Dublín.

Había varias pruebas de embarque en la cabina del barco, y el diario de a bordo acabó hacia las seis de la tarde del viernes 10 de agosto, pero no contó el paso del Mediterráneo. Desde que recibimos el relato anterior de Faro hemos sido informados por cartas de Cádiz que al recibir allí la noticia de lo que le había sucedido al británico, mencionado anteriormente, habían detenido un pequeño buque, que había sido observado (aunque nadie podría dar alguna cuenta de ella) de querer llegar en varias ocasiones a un lugar llamado Huelva, en la Andalucía.

Se detuvieron a cinco de su tripulación; pero el resto, que asciende a unos veinte más, fueron a apoderarse de dos nuevos jabeques, que estaban en un pequeño puerto cerca de Huelva, llamado Moguer. Estas cartas añaden que esta banda de piratas está formada por personas de varias naciones y que los cinco que fueron capturados, serían juzgados en poco tiempo, cuando no se dudaba de su culpa, pero que, entre otras cosas, confesarían por encima del asunto, ya que, se decía, se encontraron en su poder trozos de páginas del diario acerca del paso del Mediterráneo, pertenecientes al bergantín».

 

Figura 2. Actual ribera del Tinto en Moguer, donde los amotinados intentaron capturar dos buques para emprender su huida. Fuente: www.aytomoguer.es

 

Por su parte, el ejemplar de noviembre de la Gaceta de Madrid de 1753, también aporta más detalles sobre este amotinamiento acontecido en el bergantín británico:

«Este Capitán, su Piloto, tres passageros, y cuatro Marineros fueron muertos por el resto de la Tripulación. Después de haver cometido los agressores tan inhumana acción, se apoderaron de los principales efectos que havía a bordo del Navío, y se metieron en el Bote para arribar a alguna de las Costas de España.

A la entrada de la Ría de Guelva descubrieron un Navío, que estaba a la Ancla, e intentaron tomarle; pero haviendo acudido promptamente en mucho número los Vecinos del Lugar de Moguer al socorro de esta Embarcación, apresaron a estos miserables».

Finalmente, durante el desarrollo del juicio, se supo toda la verdad de lo acontecido una vez que los culpables confesaron el delito tipificado de amotinamiento por la reglamentación naval: «Estos villanos confesaron haber matado al Capitán Heron y toda su Tripulación, quien fue el Comandante del bergantín Christopher, con destino Málaga a Dublín, y que fue posteriormente encontrado en el mar».

 

 

Bibliografía:

-The London Gazette.

-Gaceta de Madrid.