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Aristóteles (384-322 a.C.)

martes, 12 de noviembre de 2019

Los viajes del hispanista británico Richard Ford en Huelva (1830-1833)

Los libros de viajeros de los siglos XVI al XIX constituyen una fuente literaria de gran relevancia a la hora de complementar otras informaciones relativas a la historia, cultura, tradiciones e idiosincrasia propias de un lugar o región determinada. Este tipo de libros se conformaron como un instrumento para interpretar los recursos más destacados de la ciudad, región o país al que se acudía y, además, servía de guía explicativa para otros posibles viajeros interesados en esos lares determinados una vez que se publicaba el libro.

Todos estos escritos, que podían presentar el formato de cartas, memorias, diarios o relatos, solían acompañarse de dibujos o grabados que embellecían la obra y permitían al lector observar los paisajes, recursos y monumentos que el autor consideraba de mayor esplendor y relevancia de aquellos lugares que previamente estuvo visitando con admiración; máxime si se trataba de un viajero extranjero que deseaba mostrar las excelencias y modos de vida relevantes de un país foráneo.

A este respecto, uno de los más destacados viajeros que pasaron por la provincia de Huelva en el siglo XIX fue el hispanista británico Richard Ford (1796-1858), quien, tras graduarse como abogado en el Trinity College de Londres en 1817, decidió realizar un viaje por Europa antes de comenzar a ejercer su profesión, visitando alejados países como Austria y Alemania.

Pudo permitirse realizar este prolongado viaje por poseer una considerable fortuna heredada de sus padres, Marianne Booth (1767-1849) y Richard Ford (1758-1806); y en especial de su abuelo materno, Benjamin Booth, quien fue dueño de la Compañía Británica de las Indias Orientales. También, tras su retorno a Inglaterra, se casó en 1824 con Harriet Capel, hija del conde de Essex, aunque debido a la frágil salud de su esposa y siguiendo la recomendación de su médico, deciden trasladarse a un país con un clima más cálido, optando así por residir en España desde el 1830 hasta 1833.


 Retrato de Richard Ford (1796-1858). Fuente: www.wikimedia.org


De tal modo, y habiendo zarpado desde Plymouth, llegaría a Gibraltar a bordo del navío H.M. Brig Guardian el 29 de octubre de 1830. Le acompañaba su esposa Harriet, sus hijos y otras tres sirvientas. Tras una estancia breve en Gibraltar, la familia viajó a Cádiz y, desde allí, embarcaron en un buque a vapor que navegó por el río el Guadalquivir hasta Sevilla.

Tras el establecimiento del matrimonio en Sevilla y, posteriormente, en Granada, Ford decidió viajar por una gran parte de la Península a fin de conocer el mayor número de lugares posible e interactuando con la población para poder conocer de primera mano su modo de vida, tan diferenciado del británico. Cada periplo realizado lo acompañó de diversos dibujos y grabados, que sumaron unos quinientos en total, donde plasmó los monumentos, trajes típicos, paisajes y rincones más pintorescos de España. Desde entonces, las costumbres y el modo de vida hispánico le causaron una gran impresión y quedó completamente enamorado de todo lo español, llegando incluso a vestir habitualmente como los propios habitantes de las villas y ciudades que visitaba.

Tal fascinación por el mundo hispánico se reflejó, a su regreso a Inglaterra en el 1833, en la construcción en Exeter de una residencia de estilo neomudéjar similar a la tipología propia del Generalife, y donde albergó una gran colección de libros en castellano traídos desde España para su estudio. A este respecto, él mismo escribió la que sería la obra más destacada sobre sus vivencias en España, publicada en 1844, y que recibió el nombre de A Handbook for Travellers in Spain, donde reflejó las diferentes rutas de viaje y excursiones que fue realizando durante su estancia en nuestro país.

En referencia al territorio onubense, que aun no estaba constituido como provincia con jurisdicción administrativa propia, Ford llegó al mismo desde Sevilla, organizándose su recorrido en diferentes jornadas y pernoctaciones. Debe aclararse aquí que estuvo con seguridad en algunos municipios onubenses pero que en sus escritos habla de otros, bien por referencias ajenas o por lectura de libros que los tratan. Así, según narra en su ruta nº 6, refiere una excursión por gran parte de la costa onubense, iniciada desde Sanlúcar de Barrameda hasta Ayamonte, donde describe las torres de vigilancia o atalayas que servían en los siglos modernos para avisar de cualquier ataque pirático hacia la costa.

Iniciada la visita en Moguer, comentó que la ciudad y el castillo se encuentran muy deteriorados, a buen seguro por la presencia y acción de las tropas francesas en la Guerra de Independencia. Afirma que la torre de su iglesia fue construida después de la Giralda de Sevilla y que la actividad comercial principal de la villa estaba basada en el tráfico de frutas y vino con otras poblaciones cercanas.


 Grabado de Richard Ford ataviado con trajes típicos españoles. Fuente: www.wikimedia.org


Desde allí se dirigió a Palos (del cual dice que poseía un pobre puerto pesquero) y La Rábida, ya que durante su estancia en la provincia onubense, Ford se siente privilegiado de visitar los lugares que albergaron la mayor hazaña de la Humanidad hasta entonces, como fue la gran empresa descubridora del Nuevo Mundo; y por ello evoca continuamente en sus escritos la importancia histórica de estas tierras. A su llegada, quedó admirado por lo simbólico del lugar y por la historia que atesoraba el monasterio de Sta. María de la Rábida, su riqueza arquitectónica y su propia historia como antiguo Ribat defensivo y punto de vigilancia costero.

Con relación a Huelva, con 7000 habitantes en la época y dos posadas para viajeros, el británico se hace eco en sus anotaciones de la gran antigüedad de la ciudad cuando afirma que en ella estuvieron tanto romanos como árabes, atraídos por su estratégica localización al situarse en la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel; al tiempo que afirma que dicha ciudad estaba adquiriendo una importancia cada vez mayor por el establecimiento de fábricas pesqueras de atún y el comercio intensivo con Portugal, Sevilla y Cádiz, territorios próximos a los que enviaba frutas y bienes diversos.

El viajero foráneo también comenta que aun son visibles los restos del acueducto romano onubense, siendo usados aun algunos de sus tramos por los cultivadores, así como también que la comunicación marítima con Cádiz se realizaba principalmente por medio de falucas. En una edición posterior de su libro de viajes, datada en 1886, se alaban las bondades de la ciudad de tal modo: “The climate and water of Huelva are delicious. Roses are in full bloom in February. It is an excellent resort for invalids in the winter, being many degrees warmer than Nice”.

También destaca Ford el aceite producido en el Condado, así como la calidad de las frutas, el vino y el grano. Llegó a Niebla, donde quedó admirado por la belleza de las murallas medievales y los restos visibles del castillo, que fue destruido por los franceses en la Guerra de Independencia; así como la solidez del puente romano y la belleza de las cinco iglesias y los dos conventos de esta villa. Aclaraba además en sus escritos que existía mucho tráfico de mercancías y personas en esta localidad debido a los viarios que la conectaban con las minas del Andévalo, comentando también que dichas carreteras próximas estaban rodeadas de grandes plantaciones vegetales a ambos lados de los mismas y que desde allí podía observarse en la distancia el monasterio de La Rábida.


 Dibujo de Ford del alminar de la iglesia del castillo de Aracena. Fuente:
www.realacademiabellasartessanfernando.com


El viajero británico afirma también que Niebla producía mucho vino que era enviado a Sanlúcar, donde se convertía en buen sherry para ser remitido al mercado inglés. Sobre La Palma del Condado comenta que poseía unos 3500 habitantes y resalta igualmente su riqueza agrícola. Cruzado el río Odiel, Ford menciona la población de Lepe, sobre la cual dice que es una ciudad empobrecida en un distrito rico, habiendo sido saqueada en dos ocasiones por los franceses, y cuya población se dedicaba a la pesca y, algunos individuos, al contrabando. En relación a La Redondela, el viajero inglés también afirma que su entorno poseía unos vinos excelentes y una fruta deliciosa, destacando especialmente los higos.

En este entorno crecía la caña y el junco, empleándose para la construcción de las esteras. También, sobre Ayamonte afirma el viajero extranjero que tenía una población de 5000 personas y que existía una isla en el Guadiana que recibía el nombre de Tiro, la cual aun conservaba vestigios arqueológicos. Comenta también que la ciudad tenía dos parroquias y el castillo se encontraba en estado ruinoso.

La ruta nº 7 descrita por Ford comprendía las marismas rocieras y el palacio de Doña Ana, cuyo paraje describe como un excelente coto de caza del duque de Medina Sidonia, quien recibió allí a Felipe IV en 1624 y, más al norte, se localizaba el paraje del Coto del Rey o Lomo del Grullo, constituidos según Ford la centuria anterior por Francisco Bruna, alcaide del alcázar de Sevilla. Tras esta localización seguiría el viajero hasta Trigueros, Gibraleón y Sanlúcar de Guadiana.

Por su parte, una de las jornadas mas destacadas realizadas por Richard Ford en nuestra provincia, y que le causaría una gran admiración, fue su periplo a Minas de Riotinto, cuyo paisaje alterado por el hombre durante milenios le resultó altamente impresionante. Así, al aproximarse a la montaña cobriza de Cabeza Colorada, hoy denominada “Cerro Colorado”, por su coloración rojiza, vió nubes de humo que se encrespaban sobre oscuros pinares, anunciando desde lejos estas célebres e históricas minas. 


 Dibujo del antiguo pueblo de Riotinto elaborado por Ford. Fuente: www.realacademiabellasartessanfernando.com
 

Decía que el pueblo estaba situado a una milla de las minas y que sus cercanías eran como una región infernal. Allí encontró una “posada decente” y la carretera de acceso estaba construida por cenizas abrasadas y escorias, al igual que muchas de las viviendas. Habla de sus habitantes como mineros demacrados por los duros trabajaos en las minas y con un entorno natural realmente diferenciado del resto de localidades que visitó previamente. Ford describió la dureza de los trabajos mineros de manera un tanto poética, al afirmar que: “La melancolía es el sonido que produce el pico del trabajador solitario, quien, solo en su nicho de piedra, martillea su prisión pétrea como un demonio confinado que abre por la fuerza su camino hacia la luz y la libertad”.

Dejando atrás las infértiles tierras mineras, el viajero hispanista llegó a las proximidades de la villa de Campofrío, cuyo entorno natural le resulta muy agradable por su similitud con los paisajes y dehesas de Inglaterra y el aire puro que se respira. Así, se aproximó también a la Sierra onubense, pasando por Aracena, afirmando que su población, de unas 5000 personas, crecía enormemente en verano con la venida de gente pudiente de Sevilla que deseaban dejar atrás las tempeaturas cálidas en esta temporada. Al igual que sucediera en Niebla, Ford quedó admirado por el castillo aracenense y así, realizó un dibujo de la torre-alminar de su castillo. 
 
Tras su estancia en esta villa, el hispanista inglés prosiguió su recorrido por la Sierra, pasando por Arroyomolinos de León, Alájar e Higuera la Real para, posteriormente, continuar viajando y conociendo otras regiones españolas que le causarían gran impresión y recuerdo durante el resto de su vida en Inglaterra.



BIBLIOGRAFÍA:

-Ford, Richard. A handbook for travellers in Spain. - 3rd Ed. London: [John Murray], 1855.

-http://www.realacademiabellasartessanfernando.com