La provincia de Huelva fue protagonista, una vez más, de albergar un magno dispositivo de fuerzas militares que, en el marco de los acuerdos de cooperación firmados entre España y los EEUU, efectuaron diversas operaciones y simulacros tácticos en suelo onubense, a fin de reforzar la cooperación diplomática y militar entre ambas naciones aliadas.
En efecto, entre los días 31 de Octubre y 8 de Noviembre de 1983 y, debido a la firma de una serie de acuerdos entre España y los EEUU, tuvieron lugar en suelo onubense el desarrollo de los llamados “Ejercicios Conjunto-Combinados CRISEX 83”, una serie de maniobras militares con amplia participación de diversas unidades de los Ejércitos de ambos países, a fin de mejorar su preparación y operatividad en caso de un supuesto ataque o invasión enemiga en suelo español.
Las maniobras de la Operación CRISEX se venían efectuando cada dos años, iniciadas en el 1979, y su principal objetivo era tanto adiestrar como mejorar la cooperación entre los ejércitos españoles y las unidades de la VI Flota estadounidense. Los simulacros de la CRISEX 83 iban a ser, en un principio, las más importantes de las realizadas hasta esa fecha, pero al final no fue así, ya que Estados Unidos retiró a unos 9.000 marines debido a los graves acontecimientos internacionales acaecidos en aquél mismo año, los atentados en Líbano y la invasión estadounidense de la isla de Granada.
Sin embargo, ésta no sería la primera vez que se dispusieron en Huelva grandes medios humanos y técnicos para la realización de tales maniobras, pues ya en 1964 tuvo lugar en las playas de Mazagón la “Operación Lanza de Acero I”, la cual, como sabemos, ya traté en un artículo anterior.
El inicio de las operaciones fue supervisado por las más altas autoridades del Estado, destacando la presencia el día 2 de Noviembre de S.M. el Rey, el Ministro de Defensa, los mandos de la Junta de Jefes de Estado Mayor, mandos de la Región Militar, el Teniente General de la JUJEM, y el General Richard L. Lawson, Segundo Jefe del Mando de los EEUU en Europa. Asimismo, las maniobras estuvieron dirigidas por el Jefe de la II Región Aérea, asistido por el General americano Ernest T. Cook.
La Operación “CRISEX 83” partía del siguiente supuesto: una serie de fuerzas militares enemigas han desembarcado en un amplio radio del SW peninsular, disponiéndose a avanzar hacia el interior y tomando diversas localidades a su paso. Por ello mismo, las fuerzas destinadas a la defensa del país acuden a su encuentro aprovechando las paradas efectuadas por el enemigo por motivos de logística o reabastecimiento.
En teoría, se produciría un desembarco de fuerzas enemigas en el Algarbe portugués, penetrando en suelo español en dirección a Extremadura y Sevilla. De este modo, y tras una detención en el avance, unidades militares españolas y norteamericanas deberían realizar un masivo desembarco anfibio y aéreo sobre la retaguardia enemiga, evitando de esta forma un aprovisionamiento mayor, mientras que los blindados y aviones de los dos países aliados bombardearían diversos objetivos estratégicos de las tropas enemigas. También, buques pertenecientes a la VI Flota norteamericana darían apoyo y cobertura a la operación de desembarco.
De tal forma, las fuerzas militares de defensa (Bando Azul), se opondrán al ejército invasor (Bando Naranja), a fin de poder contrarrestar la situación de desventaja inicial, tratando de romper el frente, a la par que se busca la superioridad aérea y marítima en tanto que apoyo a las fuerzas de infantería, con el fin de distraer las fuerzas e impedir la retirada enemiga.
Las fuerzas participantes en la Operación fueron las siguientes: la Brigada Mecanizada XXI, un Batallón de Carros Blindados del Regimiento “SORIA” Nº 9 (Brigada XXII), un Grupo de Artillería de la División “GUZMÁN EL BUENO”, varias unidades de Transmisiones del Cuerpo de Ejército y otras Compañías pertenecientes a la BRIPAC (Brigada Paracaidista), así como una Unidad de Helicópteros. Igualmente, por mar España dispuso de unas veintitrés unidades, destacando tres destructores, submarinos y cuatro fragatas que daban escolta al portaaeronaves “Dédalo”.
Por su parte, los Estados Unidos dispusieron de fuerzas paracaidistas pertenecientes a la 82 División Aerotransportada, el Equipo de Combate del 4 Batallón del 325 Regimiento Aerotransportado, dos unidades ANGLICO, doce buques estadounidenses, destacando el portaaviones “John F. Kennedy”, el crucero “Belknap”y el portaareonaves “Guam”; al igual que 120 aviones, pertenecientes a diversas unidades de la USAF.
La suma de todas estas fuerzas daban la cifra de 26.000 hombres, entre los cuales 7.800 soldados, 850 vehículos, diversos componentes de Artillería y 18 helicópteros estarían dispuestos a hacer frente al supuesto enemigo, cuyas fuerzas de tierra sumarían 4.800 hombres y 85 carros de combate, apoyados por aire con veinte aviones, y por mar, con una corbeta y tres submarinos.
Las fuerzas de defensa del país (Bando Azul) tendrían que avanzar en dos frentes, uno, siguiendo la carretera N-431 hasta la localidad de San Juan de Puerto, donde enlazarían con las fuerzas aerotransportadas, lanzadas sobre Trigueros, y cuya misión era la de controlar las comunicaciones de ésta localidad y las de Moguer. Estas fuerzas estaban formadas por 2.000 efectivos de la BRIPAC, así como por unidades de la 82 División Aerotransportada, lanzadas en paracaídas desde aviones C-141, llegados directamente desde su base en Carolina del Norte. Por su parte, el otro frente avanzaría desde las villas de Almonte e Hinojos, con la pretensión de contactar con las fuerzas enemigas establecidas tras los desembarcos.
Se trataba de efectuar una maniobra táctica rápida y contundente sobre el grueso de tropas llegadas a suelo español, sin preocuparse tanto por los flancos, a fin de que no tomasen y fortificasen zonas de comunicación vitales. Incluso se previeron ataques con armas químicas, por lo que las unidades fueron dotadas de protección NBQ.
En el mar se crearon cuatro grupos operativos, con el fin de prever ataques aéreos, submarinos y de superficie, prestando apoyo igualmente a la Fuerza Anfibia Operativa Combinada, encargada de los desembarcos en la retaguardia de las tropas de invasión, al mismo tiempo que se consolidaba así un amplio radio marítimo en previsión de nuevas oleadas de desembarco por fuerzas enemigas. Por otro lado, en el aire, las aeronaves debían consolidar el espacio aéreo, apoyar a las unidades de tierra con bombardeo estratégico y apoyar la guerra electrónica.
Las maniobras militares encuadradas en la “Operación CRISEX 83” fueron ejecutadas durante una semana, en la cual la climatología fue del todo desapacible; sin embargo, los objetivos de coordinación y actuación entre los ejércitos español y estadounidense fueron cumplidos en gran medida, empleándose asimismo la normativa OTAN en este tipo de actuaciones militares, y todo ello, con el fin de consolidar un apoyo mutuo entre naciones aliadas que, utilizando el bello paisaje natural onubense, tratarían de ofrecer al mundo su poderío militar ante una posible invasión extranjera en nuestro país.
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