¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

martes, 7 de febrero de 2012

La Madre Trinidad de Aracena

La villa serrana de Aracena vio nacer, a principios del siglo XVII, a una de las más destacadas personalidades dentro del ámbito religioso onubense, la Madre Trinidad, una mujer que consagró toda su vida a cumplir con los preceptos cristianos, siendo tal su fervor y devoción religiosa que incluso las crónicas de la época nos dan muestras de hechos milagrosos obrados por la religiosa.

En este sentido, me propongo rescatar aquí la biografía de la seglar del olvido histórico, a fin de dar merecida cuenta de la vida ejemplar que ejerció y homenajear a tan ilustre personalidad, quien supo ser ejemplo de virtud en la época tan convulsa que le tocó vivir, amén de sierva de Dios dedicada a ayudar al prójimo y propugnar allí donde fue los valores de la Fe cristiana. He aquí su historia.

Sor María de la Trinidad nació el 20 de Enero de 1604 en Aracena, siendo hija de Don Juan Paián Daza y Doña Ana Valera de Cárdenas, siendo el padre de condición hidalga. Su infancia transcurriría como la de cualquier niña de la época pero, muy pronto, fueron visibles destacados aspectos de piedad que destacaban sobre el resto de aspectos más ingenuos, propios a cualquier infante de la época. Ello mismo llamaría la atención del mismísimo VI Duque de Béjar y Plasencia, Don Alonso Diego de Zúñiga y Sotomayor (1578-1619) quien, asimismo, por su condición nobiliar de VII Marqués de Gibraleón residía en aquélla villa onubense y, como fuese que la época estival en la localidad se le antojaba enormemente insoportable por las altas temperaturas, optó junto con su mujer, Doña Juana de Mendoza y Enríquez, a pasar las temporadas del verano en Aracena, sabedores de la existencia de temperaturas más frescas durante el estío serrano.

De tal forma, tras admirar las virtudes y el buen hacer para con todos que caracterizaron a aquélla muchacha, los Duques determinaron llevarla consigo a Gibraleón, a fin de dar una esmerada educación a la pequeña, como si fuese un miembro de la nobleza o, más aun, de su propio linaje.

Durante su estancia con sus protectores y siendo aun niña, María de la Trinidad ya dio muestras de su fortísima devoción religiosa cuando, al observar que Don Alonso no mostraba en ocasiones gran respeto por la vida familiar, decidiendo por ello orar para que la pendenciera vida del Duque se volviese más hogareña, dando esta plegaria como resultado un cese total de los devaneos del noble, apreciando desde entonces en mayor medida el calor que le aportaba el núcleo familiar.

En el año de 1613, contando sólo con nueve años comulgó María de la Trinidad, decidiendo ya desde ese momento consagrar su vida a Cristo y renunciando a los lujos mundanos que le ofrecía la nobleza, por lo que decidió retornar a Aracena. Ella lo explicaría de esta manera: “...hice mi voto siendo seglar, de despreciar al mundo y sus cosas, renunciar a todas las galas y ejercitarme en obras de caridad y humildad”.



La Madre Trinidad. Fuente de la imagen: http://www.virgendelrosarioaracena.es

Allí, en la localidad serrana, María de la Trinidad quedó bajo la regla de los padres dominicos; adquiriendo allí, muy especialmente, una gran devoción durante estos años por la Virgen del Rosario. Todo ello estuvo compaginado con una espartana vida llena de privaciones personales, dedicándose por completo a la oración por las familias más necesitadas de la villa y cualquier persona doliente.

Asimismo, Sor María de la Trinidad, destacó como literata al escribir diversas poesías, de índole religiosa y, llegada la Semana Santa, no era raro verla cargar con una pesada cruz por las calles de Aracena durante la realización del Via Crucis, todo ello por su afán de soportar los más grandes dolores en base a su Fe, en pos de la redención de los más humildes y necesitados.

Cuentan las crónicas sobre la religiosa hechos tales como la curación de enfermos, su intercesión por los más necesitados de la localidad así como de otras más lejanas y, por su misma personalidad, la conversión inmediata de personas a la Fe cristiana. Fue una luchadora contra los ideales reformistas luteranos, contribuyendo asimismo en esa lucha con la erección del convento de Jesús, María y José en Aracena, dedicándolo al culto del Santo Rosario, el cual propugnó debía ser rezado por las calles, debiéndose pues a la religiosa de Aracena, muy seguramente, la instauración de tal culto en nuestro país.

De tal forma acudió a Sevilla con la intención de serle aprobada tal empresa y, habiendo llegado a la capital acudió a visitar la imagen de la Virgen de los Reyes, hecho que refiere de este modo: “La primera vez que visité a Nuestra Señora de los Reyes, le supliqué encarecidamente que, como Reina y Señora mía me amparase, pues yo venía a tierra extraña sin saber lo que había de hacer en aquél negocio de su servicio. Recibí en mi corazón el gran consuelo de que me había de suceder bien todo. Mas yendo a otra capilla donde está un Santo Cristo muy devoto, de cuerpo entero, juzgo se me rompió el corazón según sentí en él la pena de las penas de mi Redentor; y esforzándome lo más que pude le pedí que así, llegado como estaba, se pusiese por sello de mi corazón y no me dejase hacer nada de su desagrado”.

Algunos hechos milagrosos efectuados por Sor María de la Trinidad que nos refieren las crónicas fueron la fervorosa petición que hizo a la Virgen de que la epidemia de peste del año de 1649, y que afectó a gran parte de Andalucía, no alcanzase a Aracena, cumpliéndose de tal forma. También, otro hecho que protagonizó la religiosa y que aparece recogido en la obra de Fray Antonio de Lorea “Vida y Virtudes de la Madre Trinidad, fundadora del Convento de Jesús, María y José de Aracena”, impreso en 1671 es el siguiente:

“...sor Juana de la Asunción...enfermó de un dolor de ciática tan grande, que por más de seis meses, de día y de noche estaba en un grito. Vio la V.M. la aflición de la enferma y en su casa creció el desconsuelo, porque habiéndosele hecho cuantos remedios eran imaginables, no tenía alivio y parecía ser imposible su curación. Prometióle al Santo Apóstol que iría a su Iglesia aldeana...a visitarle. Una víspera del Santo...se le quitó el dolor que nunca más volvióle y quedóle tan convalecida como si nunca...hubiere padecido...”

El 7 de Enero de 1660 murió la seglar en Sevilla, depositándose sus restos en la iglesia-convento de Regina Angelorum, perteneciente a la Orden dominica. Su enterramiento tuvo lugar en la ciudad hispalense debido al gran afecto, fama y devoción que le profesaba todo aquél que la conoció, por sus obras y milagros; sin embargo, transcurridos diecisiete años, se determinó trasladar sus restos a la villa de Aracena y, cual fue la sorpresa de los allí presentes cuando apreciaron la incorruptibilidad del cuerpo de la ya por entonces considerada Santa cristiana, pues en 1669 se inició la causa de su beatificación.

Hoy día la figura de la Santa onubense es bien conocida principalmente en la Sierra, donde es muy venerada su figura como detentadora de pureza moral y de las virtudes cristianas y, todavía hoy, se cuentan acontecimientos protagonizados por la religiosa del siglo XVII de índole milagrosa que siguen acaeciendo en nuestros días.













4 comentarios:

  1. Muy interesante tu artículo. GRACIAS

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  2. La Madre Trinidad fue la fundadora del coro de campanilleros, que durante el mes de octubre, canta de madrugada por las calles de Aracena, y acompaña al Rosario dde la Aurora.

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