Los
años inmediatos al surgimiento de esta primera gran huelga del siglo
XX en Riotinto habían visto crecer considerablemente la plantilla de
los trabajadores de la R.T.C.L en un 25´6 %, pasando de los 13.108
empleados que poseía la Compañía en 1906 hasta los 16.465 en el
año 1908.
Este
progresivo aumento del número de trabajadores en las minas, con su
consabida precaria situación laboral, unido a un giro radical por
parte de la Compañía minera que se alineaba cada vez más con
posturas de intolerancia e intransigencia para con los mineros, sería
el germen de un acuciante malestar social por parte de los
trabajadores hacia los británicos que no haría sino dirigirse hacia
unos modos de actuación cada vez más radicalizados en contra de la
Compañía.
Igualmente,
poco a poco, comenzaron a surgir diversas publicaciones realizadas de
forma clandestina que aportaban ideas de confraternidad entre todos
los mineros y de rechazo a los abusos de la Compañía británica,
creándose de este modo una corriente de opinión cada vez más
extendida por todos los pueblos y que no haría sino sembrar la
semilla de la lucha sindical entre los trabajadores de la R.T.C.L.
Por
su parte, la Rio Tinto Company Limited había iniciado años
atrás, en 1908, un proceso de reorganización interno que, en lo que
nos ocupa, tuvo su reflejo en la llegada a las minas riotinteñas
como General Manager del inglés Walter J. Browning,
hombre de reconocida mano dura con los empleados que estaban a sus
órdenes y nada transigente con cualquier tipo de reivindicación
laboral.
No
obstante, el afianzamiento sindicalista prosigue en Riotinto y en los
demás pueblos de la comarca. Así, vemos que en 1913 son aprobados
por el Gobernador Civil todos los estatutos del Sindicato de la
Compañía Ferroviaria de Huelva y Minas de Rio Tinto.
Precisamente, el hecho de constituirse el Sindicato dentro de la
Federación Ferroviaria, junto con el marcado carácter
popular del que se dota en un principio y el que algunos de sus
líderes más destacados no sean obreros, permitió al Director de la
Compañía británica no reconocer a dicho Sindicato como
interlocutor válido en los diversos problemas que iban a ir
surgiendo, al considerar la Empresa que éste se encontraba dirigido
por agitadores profesionales que nada tenían que ver con los
auténticos mineros de Riotinto.
El
año 1912 supuso ser una coyuntura económica favorable para la
Compañía, en el que se extrajeron 2´5 millones de toneladas de
mineral y se obtuvieron unas 22.126 toneladas de cobre en metal. Sin
embargo, la deteriorada situación sociolaboral de los trabajadores,
unida al buen hacer del Sindicato Ferroviario de Nerva y
Riotinto en lo que a crear corrientes de opinión se refiere, produjo
un paro organizado el día 1 de Abril del año 1913 de gran parte de
los trabajos mineros.
La
primera reacción de la Compañía ante el paro fue la de despedir a
unos veinticinco obreros y, por su parte, el Sindicato realizó una
asamblea urgente en Nerva en la que se decidió por unanimidad que
los demás trabajadores secundarían asimismo la huelga con un paro
solidario el día 3, comenzando éste en San Dionisio y en los
talleres de la Fundición.
Este
paro motivó que bajasen considerablemente las acciones de la R.T.C.L
en la Bolsa de Londres y, mientras tanto, en Riotinto ya eran tres
mil el número total de obreros que se habían ido sumando a la
huelga, incluidos los empleados del ferrocarril. Tras esta situación,
y previendo posibles alteraciones del orden, el Ministro de la
Gobernación, el Sr. Alba, envió a Riotinto unos ciento
cincuenta guardias civiles de a pie y otros cien de caballería, y
también, procedió al envío del Regimiento Soria nº 9 a
Huelva.
La
huelga llegaría a su fin el día 9 de Abril, previa mediación del
Presidente del Consejo de Ministros, Álvaro Figueroa y Torres,
Conde de Romanones, entre la Compañía británica y
los representantes de los trabajadores. El resultado es
satisfactorio: los despedidos son admitidos y la Compañía se
comprometía, además, al aumento de las tarifas de carga y descarga
del mineral en unos treinta días; retornándose, pues, al trabajo
ese mismo día y regresando las fuerzas del orden al Castillo de las
Guardas y a Sevilla.
Sin
embargo, el día 15 del mismo mes de Abril comenzó un nuevo paro que
estaba encabezado esta vez por unos ciento veinte obreros que
solicitan mejoras económicas. Ante esta nueva situación, se celebra
el día 22 una gran asamblea en la plaza de toros de Nerva a la que
asisten unos 15.000 obreros, y en donde se encuentran los principales
líderes sindicales de la Comarca. Allí se protesta, primero, por
las continuas provocaciones de la Compañía hacia los miembros del
Sindicato y se reclaman, asimismo, al Gobierno garantías de los
derechos constitucionales, aunque se reafirma la convicción de no
declarar por el momento una huelga general.
En
los primeros días de Mayo la compañía procedió al despido de unos
ciento cuarenta trabajadores, cifra que irá en aumento los próximos
días a la vez que, incongruentemente, se reclutan obreros
portugueses sin cualificación. Por su parte, a finales de mes la
R.T.C.L determinó readmitir a noventa despedidos y colocar en fechas
próximas a otros treinta de los últimos ciento veinte trabajadores
despedidos.
De
esta manera, el día 31 de Mayo se declara nuevamente la huelga que,
esta vez, hizo parar progresivamente todas las explotaciones; de tal
modo que únicamente circulaban los trenes mixtos y correos. Huelva
se suma solidariamente al paro de Riotinto y hasta los panaderos
cesan en su actividad cotidiana.
La
situación persistía hasta el 22 de Junio, fecha en la que se
celebró una magna asamblea en la que se aprueba presentar a la
Compañía un pliego de condiciones laborales que incluían la
admisión de los despedidos, la jornada de ocho horas, la abolición
de los contratistas, un incremento salarial del 25 %, el retiro a los
25 años de servicio en la Empresa, un salario mínimo de cuatro
pesetas, mayores condiciones de seguridad en el trabajo, fórmulas de
acceso a la plantilla fija, etc.
Asimismo,
el hecho más grave de toda la huelga tuvo lugar el día 14 de
noviembre de 1913, cuando se produjo un incendio en el Pozo
Alicia. Tradicionalmente la historiografía local estimó que se
trató de un incendio fortuito, sin embargo, atendiendo a la
narración de la huelga que hizo de primera mano el sindicalista
Felix Lunar, cabe suponer que se trató de un sabotaje
perfectamente planeado por parte de los elementos más radicalizados
de la huelga.
El líder sindical Félix Lunar. Fuente de la imagen: www.fudepa.org.
En
efecto, Lunar afirma que el día antes se presentaron en su
oficina dos compañeros, José Carabante y Antonio
Mediavilla, quienes le formularon la pregunta de “...si
sería conveniente quemar el Pozo Alicia, que es la obra más
importante de toda la mina”.
A tal cuestión Lunar respondió negativamente, aunque al día
siguiente dicho pozo amaneció en llamas. Tal día, y con objeto de
inspeccionar el pozo una vez que el fuego cesó, penetraron en el
mismo el Segundo Jefe, Robert Sach, acompañado de los
ayudantes ingleses Edwin Wilson, George Wilson, John
Gilbert y los obreros españoles Lucas Millán y Luis
Márquez.
A
tenor de su gran tardanza, se decidió el envío del Jefe de
Escalas y Sondeos, Mr. F.W. Drewett, quien entró
acompañado también por sus ayudantes Anderson, Wilson
y Timmis. Ellos comprobaron la muerte de los hombres que
entraron antes que ellos y que el incendio, los desperfectos en los
ventiladores y los gases produjeron una atmósfera mortífera que
provocó la muerte del mismo Mr. Drewett una vez pudo ascender
a la superficie, quedándose en estado grave sus dos acompañantes.
La
Comisión se reunió hasta el 25 de Enero, fecha en la que se firma
el laudo de obligado cumplimiento y en el que se reconoce lo firmado
el mes de Noviembre anterior. Así, el día 26 comienzan las
reincorporaciones al trabajo, aunque no dejarían de producirse paros
parciales durante el mes de Febrero por incumplimiento del laudo. No
obstante, el conflicto se había dado por acabado y la Comisión de
Huelga presentó su dimisión en la asamblea del 15 de febrero de
1914.