A principios del año 1882 se fue
planificando, por parte de la Corona, una visita regia a la ciudad de
Huelva, la cual se efectuó el día 2 de marzo de ese mismo año. En
principio, la comitiva que iba a viajar a la capital onubense estaría
formada por el rey Alfonso XII (1857-1885) acompañado de su esposa
la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena (1858-1929), así como también la hermana menor del rey, la infanta Dª Eulalia de Borbón
(1864-1958); sin embargo, y puesto que el periplo iba a realizarse
por mar desde Cádiz hasta Huelva, debido a la peligrosidad que
ofrecía el mismo por un fuerte temporal que se había levantado unos
días antes, sólo acudió finalmente el monarca junto con el
ministro de Marina a visitar la ciudad y demás lugares emblemáticos
de la provincia, permaneciendo el resto de miembros de la familia
real en Sanlúcar de Barrameda.
Debido
al interés que suscitaba la visita, anunciada por la prensa desde
hacía semanas, fue constante la venida de numerosos forasteros a la
ciudad los días anteriores, constatándose ello en la visión de las
calles llenas de personas venidas de toda la provincia, al tiempo que
no cesaban de realizarse preparativos por parte de las autoridades
locales. Así, por parte de la Junta de Obras del Puerto se
acondicionó una amplia escalinata que avanzaba del frente de la
plataforma del muelle de madera, a fin de poder desembarcar
cómodamente allí la comitiva regia, independientemente de cuál
fuera la altura de la marea, y donde también se erigió un gran arco
ornamentado en su honor con elementos florales.
El
Ayuntamiento onubense hizo lo propio con relación a la ornamentación
del consistorio y las calles principales de la urbe, disponiendo
asimismo a lo largo de todo el muelle diversos focos para la
iluminación del mismo por gas; y por su parte, se colocaron
numerosas banderas y enseñas por toda la explanada
próxima al ferrocarril. La vistosidad de esta decoración sería
observable a buen seguro por el monarca y el resto de autoridades,
quienes según los organizadores de la visita, debían llegar en
torno a las 14:30 h. al puerto de Huelva.
Además,
el día 28 de febrero, unos días antes de efectuarse la visita, el
consistorio onubense ya había emitido un bando en el que se
destacaba la importancia para la ciudad de esta venida y en el que se
apelaba asimismo al civismo de los ciudadanos: «La municipalidad
entiende que la regia visita, por sus naturales consecuencias,
influirá notablemente en el mayor desarrollo de las obras de general
interés, aumentándose así el movimiento progresivo de mejoras
materiales que afortunadamente se observa. Todo lo espera el
Ayuntamiento de la cordura e ilustración del vecindario a quien
representa; que cuando se trata de deberes sociales y de reglas de
decoro, la ciudad de Huelva sabe responder siempre de una manera
satisfactoria y digna a sus honrosos antecedentes».
Retrato del rey Alfonso XII. Fuente: www.wikimedia.org
Por
su parte, el gobernador civil de Huelva, José María Jimeno de
Lerma, emitió el siguiente discurso que quedó publicado en
diversas localizaciones de la ciudad: «El rey D. Alfonso XII, dando
señalada prueba de la elevación de su pensamiento y del amor que
por igual dedica a todos los súbditos de la Nación, viene a saludar
a los hijos del trabajo, a los que con su constancia y sus virtudes
han levantado en escaso tiempo segura base de engrandecimiento, para
que esta provincia sea por su industria y su comercio, afortunada
rival de sus hermanas de Andalucía».
En
efecto, a la hora prevista del jueves 2 de marzo de 1882, se
divisaron tres buques aproximarse a las costas onubenses. Se trataba
de la goleta Ligera, donde viajaba el rey, el vapor Vulcano,
que le precedía y el cañonero Somorrostro,
que fue el que hizo
los honores de ordenanza. En torno a las 15:00 h. desembarcó la
comitiva regia en el muelle de La Rábida, siendo recibido el monarca
por el gobernador de la provincia y una comitiva de la Diputación.
Se dirigieron al monasterio de Santa María de la Rábida, donde el
rey admiró con gran interés cada habitación, interesándose en
especial por la celda del padre Marchena, uno de los más ilustres
promotores de los viajes colombinos; escribiendo, finalmente, en el
libro del monasterio su voluntad de ratificar la idea que se le había
propuesto de levantar allí mismo un monumento que conmemorara la
gesta del Descubrimiento del Nuevo Mundo.
Retornando
desde La Rábida hacia el muelle de la compañía de Riotinto, se
aproximó a la Ligera el pequeño vapor Justa, donde
estaban embarcados el presidente de la Rio Tinto Company Limited,
el escocés Hugh Matheson (1821-1898), los accionistas germanos Heinrich Doetsch y
Adolf Schroeder, así como también el representante de la compañía británica en
Madrid, Daniel Carballo, a fin de saludar al monarca a bordo. Así, y
puesto que el rey iba a visitar al día siguiente las explotaciones
mineras de Riotinto, Matheson le dirigió un emotivo discurso: «Es
grato deber e inmensa satisfacción para mí y mis colegas ponernos a
las órdenes de V.M., esperando sinceramente que V.M. encontrará de
algún interés examinar y recorrer las maravillosas minas e
importantes obras, que la Compañía desarrolla, contribuyendo de
esta manera al desenvolvimiento de los intereses que atesora este
país, por cuya prosperidad tanto nos interesamos».
La goleta Ligera, construida en 1864. Fuente: www.miniaturasmilitaresalfonscanovas.blogspot.com
A
las 17:00 h. desembarcó el monarca en el muelle siendo recibido en
la plataforma por el alcalde la ciudad, Rafael de la Corte, quien le
dirigió las siguientes palabras de bienvenida: «...Dígnese, pues
S.M. aceptar los fervientes votos de una población, en todo lo que
valen, que agradece la visita regia y que sinceramente desea
prosperidad y ventura para su augusta dinastía». Tras agradecer
brevemente estas palabras de afecto y efectuar el saludo militar al
resto de autoridades, Alfonso XII, accedió a un carruaje acompañado
por el ministro de Marina, el alcalde de la ciudad y el gobernador
civil, seguidos por otros vehículos que llevaban al resto de la
comitiva, personal de apoyo y demás autoridades.
Desde
el muelle, la comitiva siguió un recorrido por la Calzada y la
Placeta hasta llegar a la iglesia de la Concepción, donde se cantó
el Te Deum y, de allí, se siguió por las calles Tetuán,
Puerto, San José y Vega Larga, hasta legar a la sede de la
Diputación, donde se le ofreció una breve recepción para continuar
luego hacia el Instituto de Segunda Enseñanza y el hospital. A su
vuelta, visitó el consistorio onubense y recorrió a pie las calles
Tetuán, Concepción y Rascón, entrando en el Círculo Mercantil
para atravesarlo y salir por la calle Rico, donde le esperaba el
carruaje que le conduciría a la estación de ferrocarril. Una vez
allí tomó el tren hacia Riotinto a las 19:00 h., pueblo donde llegó
ya por la noche.
Durante
su viaje hacia la comarca minera de Riotinto fue aclamado en cada
estación donde paraba el tren, según telegrama oficial puesto por
el ministro de Marina: «A las diez llegamos a estas minas habiendo
sido recibido S.M. en todos los pueblos del tránsito con entusiastas
aclamaciones imposibles de describir». Allí, al día siguiente, el
3 de marzo, el monarca efectuó una visita a las explotaciones
mineras donde fue: «...aclamado constante y calurosamente por los
12.000 mineros que trabajan en las mismas. Durante cuatro horas
recorrió S.M. 50 kilómetros del ferrocarril minero, visitando
detalladamente la cimentación, calcinaciones y nuevo filón. Al
visitar la población, entró en una vivienda de obreros, con los que
conversó afablemente...S.M. el rey, sumamente complacido durante
esta excursión por las minas, se dignó aceptar una delicada y
espléndida comida que la compañía le tenía preparada. Las minas,
perfectamente iluminadas con luz eléctrica, ofrecían un aspecto
verdaderamente fantástico; un asombroso panorama de imposible
descripción. El estampido de los barrenos y los nutridos y vigorosos
vivas con que a S.M. saludaba aquella multitud de honrados operarios,
formaban un espectáculo grandioso y conmovedor».
El puerto de Huelva en 1875. Fuente: La Ilustración Española y Americana.
En
el viaje de vuelta a Huelva, le esperaban en la estación de Niebla
las bandas de música de esta villa y la de Bonares, que deleitaron
con diversas piezas musicales al monarca al tiempo que eran atendidas
las autoridades civiles de la población. El rey retornó a Huelva
sobre las 18:00 h., y allí aun observó diversas maniobras de carga
y descarga en buques en el entorno del muelle minero, visitó el
convento de las monjas y acudió a casa de Wilhem Sundheim, quien le
recibió y ofreció la cena en torno a las 20:00 h. Se eligió esta
vivienda debido a las comodidades que dicho alojamiento poseía y que
la prensa de la época así reflejaba: «En la casa del Sr. D.
Guillermo Sundheim se han hecho también grandes preparativos para la
recepción de S.M. en la previsión de que siendo molesto pernoctar
en la bahía -sobre todo habiendo algún temporal- lo hace allí. La
casa, que ya por la situación que ocupa en medio de deliciosos
jardines, es amenísima, acaba de ser decorada con gran lujo y
exquisito arte, adornada además para la regia recepción con el
mismo gusto que presidió a su decorado y con esa esplendidez que es
rasgo distintivo del carácter de su propietario, forma una morada
magnifica en la cual no es fácil echar de menos nada de cuanto puede
desear el gusto más delicado en materia de comodidad y lujo. Es en
Huelva la casa única para una recepción de esta naturaleza».
A
la cena asistieron las autoridades civiles y militares que
acompañaban al monarca en su visita en todo momento, degustando
alimentos como las ostras, crema de verduras, salmón trufado,
chuletas de cordero y asados varios; siendo todo ello acompañado de
los mejores vinos, como un chateau de 1815. Tras la cena, los
comensales accedieron a otra dependencia, donde el monarca jugó al
billar con el propio Sundheim y, siendo las 23:00 h., el rey retornó
a la goleta, pudiendo contemplar desde allí un gran espectáculo de
fuegos artificiales dispuestos en el muelle de la compañía minera
de Tharsis. Concluida la visita regia, el monarca durmió finalmente
esa noche en su buque y, al amanecer, siendo vitoreado por miles de
onubenses que se agolpaban en los muelles, zarpó rumbo a Sanlúcar
de Barrameda, donde se reencontraría con el resto de su familia a
fin de proseguir el periplo oficial por Andalucía.
Bibliografía:
-Diario
La Provincia (Huelva).
-Diario
La Correspondencia de España (Madrid).