¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

martes, 28 de abril de 2020

La visita oficial del rey Alfonso XII a Huelva en 1882.

         A principios del año 1882 se fue planificando, por parte de la Corona, una visita regia a la ciudad de Huelva, la cual se efectuó el día 2 de marzo de ese mismo año. En principio, la comitiva que iba a viajar a la capital onubense estaría formada por el rey Alfonso XII (1857-1885) acompañado de su esposa la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena (1858-1929), así como también la hermana menor del rey, la infanta Dª Eulalia de Borbón (1864-1958); sin embargo, y puesto que el periplo iba a realizarse por mar desde Cádiz hasta Huelva, debido a la peligrosidad que ofrecía el mismo por un fuerte temporal que se había levantado unos días antes, sólo acudió finalmente el monarca junto con el ministro de Marina a visitar la ciudad y demás lugares emblemáticos de la provincia, permaneciendo el resto de miembros de la familia real en Sanlúcar de Barrameda.

Debido al interés que suscitaba la visita, anunciada por la prensa desde hacía semanas, fue constante la venida de numerosos forasteros a la ciudad los días anteriores, constatándose ello en la visión de las calles llenas de personas venidas de toda la provincia, al tiempo que no cesaban de realizarse preparativos por parte de las autoridades locales. Así, por parte de la Junta de Obras del Puerto se acondicionó una amplia escalinata que avanzaba del frente de la plataforma del muelle de madera, a fin de poder desembarcar cómodamente allí la comitiva regia, independientemente de cuál fuera la altura de la marea, y donde también se erigió un gran arco ornamentado en su honor con elementos florales.

El Ayuntamiento onubense hizo lo propio con relación a la ornamentación del consistorio y las calles principales de la urbe, disponiendo asimismo a lo largo de todo el muelle diversos focos para la iluminación del mismo por gas; y por su parte, se colocaron numerosas banderas y enseñas por toda la explanada próxima al ferrocarril. La vistosidad de esta decoración sería observable a buen seguro por el monarca y el resto de autoridades, quienes según los organizadores de la visita, debían llegar en torno a las 14:30 h. al puerto de Huelva.

Además, el día 28 de febrero, unos días antes de efectuarse la visita, el consistorio onubense ya había emitido un bando en el que se destacaba la importancia para la ciudad de esta venida y en el que se apelaba asimismo al civismo de los ciudadanos: «La municipalidad entiende que la regia visita, por sus naturales consecuencias, influirá notablemente en el mayor desarrollo de las obras de general interés, aumentándose así el movimiento progresivo de mejoras materiales que afortunadamente se observa. Todo lo espera el Ayuntamiento de la cordura e ilustración del vecindario a quien representa; que cuando se trata de deberes sociales y de reglas de decoro, la ciudad de Huelva sabe responder siempre de una manera satisfactoria y digna a sus honrosos antecedentes».


 Retrato del rey Alfonso XII. Fuente: www.wikimedia.org
 

Por su parte, el gobernador civil de Huelva, José María Jimeno de Lerma, emitió el siguiente discurso que quedó publicado en diversas localizaciones de la ciudad: «El rey D. Alfonso XII, dando señalada prueba de la elevación de su pensamiento y del amor que por igual dedica a todos los súbditos de la Nación, viene a saludar a los hijos del trabajo, a los que con su constancia y sus virtudes han levantado en escaso tiempo segura base de engrandecimiento, para que esta provincia sea por su industria y su comercio, afortunada rival de sus hermanas de Andalucía».

En efecto, a la hora prevista del jueves 2 de marzo de 1882, se divisaron tres buques aproximarse a las costas onubenses. Se trataba de la goleta Ligera, donde viajaba el rey, el vapor Vulcano, que le precedía y el cañonero Somorrostro, que fue el que hizo los honores de ordenanza. En torno a las 15:00 h. desembarcó la comitiva regia en el muelle de La Rábida, siendo recibido el monarca por el gobernador de la provincia y una comitiva de la Diputación. Se dirigieron al monasterio de Santa María de la Rábida, donde el rey admiró con gran interés cada habitación, interesándose en especial por la celda del padre Marchena, uno de los más ilustres promotores de los viajes colombinos; escribiendo, finalmente, en el libro del monasterio su voluntad de ratificar la idea que se le había propuesto de levantar allí mismo un monumento que conmemorara la gesta del Descubrimiento del Nuevo Mundo.

Retornando desde La Rábida hacia el muelle de la compañía de Riotinto, se aproximó a la Ligera el pequeño vapor Justa, donde estaban embarcados el presidente de la Rio Tinto Company Limited, el escocés Hugh Matheson (1821-1898), los accionistas germanos Heinrich Doetsch y Adolf Schroeder, así como también el representante de la compañía británica en Madrid, Daniel Carballo, a fin de saludar al monarca a bordo. Así, y puesto que el rey iba a visitar al día siguiente las explotaciones mineras de Riotinto, Matheson le dirigió un emotivo discurso: «Es grato deber e inmensa satisfacción para mí y mis colegas ponernos a las órdenes de V.M., esperando sinceramente que V.M. encontrará de algún interés examinar y recorrer las maravillosas minas e importantes obras, que la Compañía desarrolla, contribuyendo de esta manera al desenvolvimiento de los intereses que atesora este país, por cuya prosperidad tanto nos interesamos».


 La goleta Ligera, construida en 1864. Fuente: www.miniaturasmilitaresalfonscanovas.blogspot.com
 

A las 17:00 h. desembarcó el monarca en el muelle siendo recibido en la plataforma por el alcalde la ciudad, Rafael de la Corte, quien le dirigió las siguientes palabras de bienvenida: «...Dígnese, pues S.M. aceptar los fervientes votos de una población, en todo lo que valen, que agradece la visita regia y que sinceramente desea prosperidad y ventura para su augusta dinastía». Tras agradecer brevemente estas palabras de afecto y efectuar el saludo militar al resto de autoridades, Alfonso XII, accedió a un carruaje acompañado por el ministro de Marina, el alcalde de la ciudad y el gobernador civil, seguidos por otros vehículos que llevaban al resto de la comitiva, personal de apoyo y demás autoridades.

Desde el muelle, la comitiva siguió un recorrido por la Calzada y la Placeta hasta llegar a la iglesia de la Concepción, donde se cantó el Te Deum y, de allí, se siguió por las calles Tetuán, Puerto, San José y Vega Larga, hasta legar a la sede de la Diputación, donde se le ofreció una breve recepción para continuar luego hacia el Instituto de Segunda Enseñanza y el hospital. A su vuelta, visitó el consistorio onubense y recorrió a pie las calles Tetuán, Concepción y Rascón, entrando en el Círculo Mercantil para atravesarlo y salir por la calle Rico, donde le esperaba el carruaje que le conduciría a la estación de ferrocarril. Una vez allí tomó el tren hacia Riotinto a las 19:00 h., pueblo donde llegó ya por la noche.

Durante su viaje hacia la comarca minera de Riotinto fue aclamado en cada estación donde paraba el tren, según telegrama oficial puesto por el ministro de Marina: «A las diez llegamos a estas minas habiendo sido recibido S.M. en todos los pueblos del tránsito con entusiastas aclamaciones imposibles de describir». Allí, al día siguiente, el 3 de marzo, el monarca efectuó una visita a las explotaciones mineras donde fue: «...aclamado constante y calurosamente por los 12.000 mineros que trabajan en las mismas. Durante cuatro horas recorrió S.M. 50 kilómetros del ferrocarril minero, visitando detalladamente la cimentación, calcinaciones y nuevo filón. Al visitar la población, entró en una vivienda de obreros, con los que conversó afablemente...S.M. el rey, sumamente complacido durante esta excursión por las minas, se dignó aceptar una delicada y espléndida comida que la compañía le tenía preparada. Las minas, perfectamente iluminadas con luz eléctrica, ofrecían un aspecto verdaderamente fantástico; un asombroso panorama de imposible descripción. El estampido de los barrenos y los nutridos y vigorosos vivas con que a S.M. saludaba aquella multitud de honrados operarios, formaban un espectáculo grandioso y conmovedor».


 El puerto de Huelva en 1875. Fuente: La Ilustración Española y Americana.
 

En el viaje de vuelta a Huelva, le esperaban en la estación de Niebla las bandas de música de esta villa y la de Bonares, que deleitaron con diversas piezas musicales al monarca al tiempo que eran atendidas las autoridades civiles de la población. El rey retornó a Huelva sobre las 18:00 h., y allí aun observó diversas maniobras de carga y descarga en buques en el entorno del muelle minero, visitó el convento de las monjas y acudió a casa de Wilhem Sundheim, quien le recibió y ofreció la cena en torno a las 20:00 h. Se eligió esta vivienda debido a las comodidades que dicho alojamiento poseía y que la prensa de la época así reflejaba: «En la casa del Sr. D. Guillermo Sundheim se han hecho también grandes preparativos para la recepción de S.M. en la previsión de que siendo molesto pernoctar en la bahía -sobre todo habiendo algún temporal- lo hace allí. La casa, que ya por la situación que ocupa en medio de deliciosos jardines, es amenísima, acaba de ser decorada con gran lujo y exquisito arte, adornada además para la regia recepción con el mismo gusto que presidió a su decorado y con esa esplendidez que es rasgo distintivo del carácter de su propietario, forma una morada magnifica en la cual no es fácil echar de menos nada de cuanto puede desear el gusto más delicado en materia de comodidad y lujo. Es en Huelva la casa única para una recepción de esta naturaleza».

A la cena asistieron las autoridades civiles y militares que acompañaban al monarca en su visita en todo momento, degustando alimentos como las ostras, crema de verduras, salmón trufado, chuletas de cordero y asados varios; siendo todo ello acompañado de los mejores vinos, como un chateau de 1815. Tras la cena, los comensales accedieron a otra dependencia, donde el monarca jugó al billar con el propio Sundheim y, siendo las 23:00 h., el rey retornó a la goleta, pudiendo contemplar desde allí un gran espectáculo de fuegos artificiales dispuestos en el muelle de la compañía minera de Tharsis. Concluida la visita regia, el monarca durmió finalmente esa noche en su buque y, al amanecer, siendo vitoreado por miles de onubenses que se agolpaban en los muelles, zarpó rumbo a Sanlúcar de Barrameda, donde se reencontraría con el resto de su familia a fin de proseguir el periplo oficial por Andalucía.





Bibliografía:

-Diario La Provincia (Huelva).

-Diario La Correspondencia de España (Madrid).

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