El humanista Benito Arias Montano nació el 15 de
Noviembre del año 1527 en la villa de Fregenal de la Sierra, perteneciente por
aquél entonces al Reino de Sevilla, y hoy encuadrada en la provincia de
Badajoz, acaeciendo, asimismo, su muerte en la ciudad de Sevilla el día 6 de
julio de 1598.
La
investigación histórica actual es consciente de que Arias Montano
descubrió las enormes propiedades relajantes y tan propensas para la meditación
que conformaba una gran parte de la serranía onubense, en el período que
comprenden los años 1555 y 1559, cuando pertenecía ya a la Universidad de
Sevilla y su pensamiento había entrado en contacto pleno con el erasmismo.
No obstante,
sus temporadas de descanso en La Peña, próxima a Alájar y que era por
aquél entonces aldea de Aracena[1],
no obedecieron a ningún planeamiento personal de estancia y descanso por largo
tiempo en la Sierra; sino que estuvieron condicionadas por los designios que su
vida profesional le dictaban. Así, podemos ver que tras regresar del Concilio
de Trento, celebrado en el año 1562, y donde acudiría con el cargo
de asesor de don Martín Pérez de Ayala, Obispo de Segovia; un año más tarde, en
1563, se refugia en La Peña y permaneció allí hasta que fue nombrado
Capellán Real el 21 de febrero de 1566, hecho éste que le permitirá estar de
ahora en delante de forma más próxima con la institución monárquica.
Transcurrido
el tiempo, tenemos noticias de la presencia del ilustre humanista en tierras
onubenses nuevamente en el año de 1576; y no sería hasta los postreros diez
años de su vida cuando volviera a pisar territorio aracenés, período de tiempo
éste en el que organizó su vida con largas estancias alternas entre el convento
de Santiago en Sevilla y la tranquila Peña de Alájar.
Su vida
retirada en La Peña consistía en estar en un pleno contacto con la
naturaleza, dedicándose al estudio y a la meditación; aunque todo ello sin
dejar de lado en ningún momento una cordial convivencia con la gente serrana,
con quienes mantenía muy buenas relaciones, en tanto que se erigió como su
médico y curandero de reconocido prestigio, aptitudes profesionales éstas que
fueron conformadas por sus amplios conocimientos no sólo de medicina, sino
también botánicos.
Grabado de Arias Montano. Fuente de la imagen: http://www.proel.org
Sería precisamente
en este bello lugar de la serranía onubense donde Arias Montano escribió
en su retiro dos de sus más afamadas obras: la conocida como Liber generationis
et regenerationis Adam, sive de historia generationis humani; operis
magni prima pars, id est Anima (que data del año de 1593 y narra
toda la historia del género humano, así como todas las vicisitudes por las que
pasó el pueblo judío); y por otra parte, la denominada Naturae Historia,
prima in magni operis corpore pars, que está dedicada toda ella a
tratar de establecer diversas clasificaciones, así como también a conceder
múltiples explicaciones científicas de índole físico, biológico y astronómico.
No obstante, esta obra sería publicada ya de forma póstuma en el año 1601.
Pese a que
decidió establecer su vivienda en La Peña de Alájar[2],
Arias Montano tuvo presente, igualmente, desde fechas muy tempranas las
inquietudes y problemas que surgían en el seno de la sociedad de la villa de
Aracena; y ello se puede demostrar cuando optó por tomar parte activa en la
reorganización de diversas cofradías y hermandades, en la construcción de la Iglesia
de la Asunción, la reordenación de todo el sistema de asistencia a los
enfermos en los hospitales existentes y, finalmente, la que fuera su mayor
empresa, la fundación de la Cátedra de Latinidad.
Dicha
fundación tuvo lugar en Julio del año 1597[3],
con presencia legal de un notario de Sevilla; estableciéndose, asimismo, en los
documentos de su escritura cuáles han de ser los procesos de selección del
catedrático (implicándose aquí al Arzobispado y al Concejo de Aracena), que
está abierto a aspirantes de cualquier nacionalidad ya que “...todos son
uno en Nuestro Señor Jesucristo y en su verdad...”, aunque con la
expresa condición de que “...hable tanto español que pueda ser entendido por
los que enseñare de los que dé conversación”.
Del mismo
modo, en tales documentos se recogen también todas los derechos y obligaciones que son inherentes al
catedrático, así como también los libros que ha de emplear en sus enseñanzas:
el Arte de la Gramática, de Antonio de Nebrija, el Dictatum
Christianum que escribió Montano, amén de otras obras pertenecientes a
diversos autores clásicos. Asimismo, se especifican todos los horarios
lectivos, los cultos, el programa y el contenido de las clases, el período
vacacional, cuáles deben ser los deberes de los alumnos, así como el nulo coste
para los alumnos que fuesen oriundos de las poblaciones de Aracena, Fregenal y
Alájar.
El primer catedrático reconocido que tuvo la institución, y
que la documentación nos ha legado, fue el Doctor don Juan Aguilar Amaya;
quien fue, al igual que Montano, presbítero de la Orden de Santiago. Por
su parte, la Cátedra estuvo dotada de una ingente cantidad de bienes, entre los
que es posible especificar unas tierras en la villa de Fregenal, un molino en
Alájar, trescientos ducados de renta, una vivienda en Aracena destinada como
residencia del catedrático, etc.
[1] Alájar obtuvo la
independencia jurisdiccional de Aracena en el año de 1700, previa autorización
del monarca Habsburgo Carlos II (1661-1700).
[2] Consistió en una casa con
estudio y en cuyos terrenos decidió plantar vides; así como también crear
varias huertas con frutales y un paseo con parras y árboles de variado género.
[3] El primer emplazamiento que
tuvo la “Cátedra de Latinidad” fue la Iglesia del Convento de Nª. Sª. del
Carmen de Aracena, desde julio de 1597 hasta el año 1606, fecha ésta en
que es trasladada a la Calle del Estudio de la misma localidad.
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