¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

miércoles, 17 de mayo de 2017

La visita de Santiago Ramón y Cajal a la provincia de Huelva

Un hecho no demasiado conocido que aconteció en nuestra provincia fue la visita que efectuó el eminente médico histólogo Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) a finales de abril de 1906 a la capital y, en días posteriores, a diversas localidades onubenses. Además, dicha visita se produjo sólo unos meses antes de ganar el Premio Nobel de Medicina ese mismo año por sus investigaciones y avances acerca de una mejor comprensión del sistema nervioso.



En efecto, el médico aragonés, acompañado de su esposa, Silveria Fañanas García, arribó a Huelva procedente de Lisboa, donde había asistido a un Congreso Internacional de Medicina, previo paso también por Badajoz, integrándose ya en la ciudad pacense Mario González de Segovia como nuevo acompañante, quien era Inspector Provincial de Sanidad; y, una vez en Huelva, haría lo propio en la estación onubense de Peguerillas el también galeno Manuel Méndez Brea.



Ya en la capital onubense, no pudo ser recibido por el Gobernador Civil, Enrique Polo de Lara, siendo a su vez atendido por su secretario, Sr. Páez. No obstante, la jornada estuvo perfectamente planificada para ese día, visitando destacados lugares de la ciudad tales como el muelle sobre la ría, y paseando tranquilamente por sus concurridas calles.


 El médico Ramón y Cajal en la Guerra de Cuba. Fuente: Museo del Ejército de Toledo.



A buen seguro, quizás el lugar que mayor interés produjo en su devenir por la capital al reputado médico fue el acceso a las instalaciones del Hospital de la compañía británica Rio Tinto Company Limited, así como al interior de la clínica del médico escocés afincado en Huelva William Alexander Mackay, siendo recibida la comitiva por él mismo y los doctores Robert Rusell Ross, García López y John Macdonald.



Allí, la mujer de Cajal fue obsequiada con un ramo de claveles por parte de Macdonald, al tiempo que ambos facultativos charlaban animosamente sobre diversos aspectos de medicina, mostrando el histólogo español gran interés en las investigaciones efectuadas por el médico escocés sobre el paludismo en Huelva.



En torno a la una de la tarde de ese mismo día, y mientras que algunos médicos y personalidades acudían con intención de visitar a Ramón y Cajal al Hotel Internacional donde se alojaba, los ilustres visitantes, junto a la comitiva de recepción, a la que se habían sumado otros tres médicos más, emprendieron un nuevo periplo hacia el monasterio de La Rábida, en Palos de la Frontera; lugar emblemático y de vital importancia en la gesta colombina. Tras esta destacada visita, retornaron nuevamente a la capital para contemplar los majestuosos muelles mineros onubenses, deleitándose los invitados, según afirman las crónicas periodísticas “...observando la interesante maniobra de carga y descarga de los buques”.



Concluida esta jornada, y en torno a las seis y cuarenta de la tarde, de nuevo se inicia un periplo hacia el norte de la provincia, a fin de corresponder la invitación efectuada por el Departamento Médico de la Rio Tinto Company Limited establecido en Minas de Riotinto al ilustre médico. Esta vez lo acompañarán, por ferrocarril y en un “coche salón”, los doctores García López y Ross, quienes le presentarían al director de la compañía minera, Arthur Carlyle. 

 Cajal conversando con el doctor Ross en las explotaciones mineras de Riotinto. Fuente: Instituto Cajal.



Un día después, tras haber sido recibido con grandes atenciones en la localidad minera, y pudiendo observar los avances tecnológicos dispuestos por los británicos en materia de sanidad minera, regresaría el prestigioso médico hasta el empalme ferroviario de Niebla, desde donde tomaría el tren hacia Sevilla para, finalmente, partir hacia Madrid desde la capital andaluza.



BIBLIOGRAFÍA:

-Diario La Provincia.

martes, 16 de mayo de 2017

La Escuela de Vigilantes Mineros de Riotinto

En tiempos de la II República española, en concreto el 30 de agosto de 1935, el Director General de Enseñanza Profesional y Técnica de Madrid, Joaquín Dualde, rubricaba formal y oficialmente la intencionalidad manifestada en el informe emitido por el Consejo Nacional de Cultura al respecto de crear en la localidad de Minas de Riotinto unas Escuelas de Maestros Mineros, a petición de la empresa explotadora de las minas del municipio en aquél tiempo, la Rio Tinto Company Limited.

Tal informe se resumía de la siguiente forma: “La Compañía de Ríotinto, limitada, residente en Riotinto, solicita la creación en dicha localidad de una Escuela de Maestros mineros (Escuela oficial), cuyos gastos de local, alumbrado, material, etc., así como la enseñanza para los alumnos, serían sufragados por la Empresa de aquellas minas”. E igualmente añadía que: “considerando que la mencionada creación, a más de la gran utilidad que pueda reportar, según afirma la Autoridad académica que informa, no origina al Estado gasto alguno, ya que todos se ofrece sufragarlos la entidad solicitante, este Consejo tiene el honor de proponer que se cree la Escuela de Vigilantes mineros en Ríotinto en las condiciones que indica en su informe el Director de la Escuela especial de Ingenieros de Minas, y expresar a la Compañía de Ríotinto la gratitud del Ministerio por su desprendimiento y generosidad al adquirir espontáneamente ese compromiso, que elevará el nivel cultural de sus obreros, y les facilitará la obtención de medios económicos que sin la creación de un Centro de esa índole no podrían en modo alguno alcanzar”.

Pintura alegórica de la II República española. Fuente: www.revistamito.com

El reglamento de la Escuela de Vigilantes Mineros de Riotinto, y no de “Maestros” (renombrándose así a petición del gobierno republicano), aprobado el 2 de octubre de 1935, constaría de treinta y nueve artículos que se distribuían en siete capítulos. Según quedó establecido, la Escuela tenía por finalidad “perfeccionar y ampliar la instrucción manual recibida por los obreros en las prácticas de las labores mineras que requiere la explotación de las importantes minas de Río-Tinto, otorgando títulos acreditativos de capacidad para inspeccionar inmediatamente a los obreros del laboreo y para cuidar del cumplimiento de las reglas generales y especiales de Policía Minera”.

Los estudios contemplados en tal institución académica iban a ser eminentemente prácticos, de sólo dos años de duración (siendo el período lectivo de octubre a mayo); al tiempo que su consecución permitiría acceder posteriormente a otros estudios más complejos, como eran los encaminados a la obtención del título superior de Capataz. Asimismo se estableció que los docentes debían designarse entre facultativos que ostentasen los títulos de Ingenieros y Capataces Facultativos de Minas, siendo además esta función inspeccionada desde la Junta de Profesores de la Escuela de Capataces de Huelva.

 Jefes y capataces de las explotaciones mineras de Riotinto en los años 30. Fuente: www.recuerdosderiotintoblogspot.es

Entre los requisitos de admisión para el alumnado se contemplaba el ser español y mayor de veinte años, al tiempo que debía demostrarse la experiencia trabajando más de cuatro años en el interior de la mina como saneador, entibador o maquinista de perforadora. De otro lado, los estudios se organizaban reglados de la siguiente manera: en el primer año se estudiaría Gramática y Geografía, Aritmética, Geometría, Laboreo I e Interpretación de Planos; mientras que en el segundo curso se implementarían las asignaturas de Nociones de Física y Minerales, Laboreo II, Prácticas de Curaciones Urgentes, Legislación Minera y Social, Ejercicios y Prácticas así como también Dibujo y Croquis.

Igualmente, en junio y septiembre serían examinados los alumnos ante un tribunal constituido por profesores de la Escuela de Huelva y Riotinto, donde estuviera un Ingeniero de Minas que fuese director de alguna mina o estuviese al servicio de cualquier empresa industrial. Todo ello, en fin, nos da muestras de la intencionalidad de la compañía británica de establecer unos conocimientos mínimos reglados y profesionalizados sobre temática minera, sufragados por la propia empresa, a fin de que sus empleados se convirtiesen en un colectivo trabajador capacitado académicamente y cualificado para los futuros desafíos que la siempre arriesgada profesión minera requerían.


 
BIBLIOGRAFÍA:

-Gaceta de Madrid (7/11/1935)

-Gaceta de Madrid (18/05/1936)

domingo, 14 de mayo de 2017

Los aviadores aliados caídos en Gibraleón durante la II Guerra Mundial

La provincia de Huelva fue, durante la II Guerra Mundial, lugar estratégico no sólo para la realización de operaciones de inteligencia por los bandos beligerantes, sino que, por su propia situación geográfica, y a pesar de la neutralidad bélica española, su espacio aéreo fue violado tanto por aviones aliados como alemanes en diversas ocasiones, siendo tales acontecimientos reportados de manera oficial como incidentes sobre el espacio aéreo español.

Uno de ellos, quizás el más destacado por sus luctuosas consecuencias, fue el protagonizado por un piloto británico y otro australiano, quienes murieron al estrellarse el aparato que pilotaban en las inmediaciones de la villa de Gibraleón, y cuyos cuerpos no fueron repatriados, sino que fueron enterrados en el cementerio británico de Huelva.

En efecto, el 19 de abril de 1942, un avión Bristol Beaufighter Mk. VIc, con matrícula T4936 perteneciente al 236º Escuadrón de la Royal Air Force, que despegó de la estación militar aérea de Wattisham, en Suffolk (Inglaterra), con destino a Oriente Medio y escala en Gibraltar, perdió el control, siendo posiblemente abatido por baterías antiaéreas españolas, pues hubo testigos que describieron llamaradas en el aparato antes de estrellarse justo cuando sobrevolaba la localidad olontense; falleciendo en el acto sus dos tripulantes, los sargentos Geoffrey Lennox Avern, quien en ese instante pilotaba la nave, y el operador/observador Philip Bernard Crossan. 



 Avión Bristol Beaufighter. Fuente: www.incidentessgm.blogspot.es
 

Atendiendo a las informaciones que poseemos sobre quiénes fueron los pilotos que continúan su descanso eterno en el camposanto onubense, no resultan ser especialmente abundantes para el operador Philip Bernard Crossan. No obstante, sabemos que era hijo de Bernard y Elsie Margaret Crossan, de Borough Road, en Middlesbrough, perteneciente al condado de Yorkshire.

Tenía, asimismo, veintiún años de edad en el momento del accidente o derribo de su aparato, perteneciendo al 236º Escuadrón de la Reserva Voluntaria de la Real Fuerza Aérea británica, y siendo su número de identificación militar (service number) el 998371. Crossan era soltero e hijo único en el momento de su muerte, siendo su única familia sus padres; quienes le sobrevivirían muchos años después, pues su madre falleció en 1973 y su padre en 1981.


 El Sgto. Philip B. Crossan. Fuente: www.gazette.live.co.uk.

En referencia a su compañero, el sargento Geoffrey Lennox Avern, sí poseemos una información más completa sobre su vida. Nació el día 27 de abril de 1914 en Gunnedah, ciudad australiana perteneciente a Nueva Gales del Sur, soltero de 28 años de edad, creyente de la Iglesia de Inglaterra e hijo de Henry Charles Avern, con quien vivía en Peakview, Cooma.

Su número de identificación militar era el 402482, concedido en el momento de su alistamiento en el Centro de Reclutamiento de Sydney el 16 de septiembre de 1940. Una vez fue alistado en la Real Fuerza Aérea Australiana, ostentando además el título civil de maestro de escuela, que lo obtuvo en 1932, y tras concluir la breve instrucción militar que le fue dada por haber pertenecido al Regimiento Universitario de Sydney durante dos años, su primer destino fue Sudáfrica, hacia donde embarcó el 10 de diciembre de 1940.


 El Sgto. Geoffrey Lennox Avern. Fuente: www.australianwarmemorial.com

Un año más tarde, concretamente el 10 de junio de 1941, fue promocionado a Sargento, siendo variados sus destinos durante este año y el siguiente, hasta que fue finalmente encuadrado en el 236º Escuadrón el 19 de febrero de 1942, con sede en Wattisham, Inglaterra.

Y sería justo dos meses después, al tratar de cumplir su misión de sobrevolar espacio aéreo español desde Inglaterra a Oriente Medio para reforzar a otros escuadrones con su Beaufighter, cuando dicho avión cayó en las proximidades de Gibraleón, pereciendo al instante ambos tripulantes, Crossan y Avern, conformando así un incidente aéreo aliado durante la II Guerra Mundial en Huelva y quedando sus nombres ligados para siempre con la historia contemporánea onubense.


 




















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Bibliografía:

-http://www.naa.gov.au

-http://www.militarian.com