¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

sábado, 1 de mayo de 2021

El defensor almonteño de Baler en 1898

El sitio de Baler, acontecido durante la Guerra Hispanoamericana, tuvo lugar desde el 1 de julio de 1898 hasta el 2 de junio del año 1899 y consistió en un asedio militar por parte de los insurrectos filipinos a la iglesia de Baler. Esta villa era la capital del distrito del Príncipe, en la isla de Luzón, al norte de las Filipinas y allí fue donde se guareció un destacamento español que, ante la dureza del cerco continuado de los rebeldes tagalos, decidió replegarse y convertir la fábrica en una posición defensiva fortificada.

Para contextualizar este hecho, debe saberse que en 1896 una sociedad secreta filipina, llamada el Katipunan, fundada por Andrés Bonifacio, instigó y lideró una insurrección generalizada contra la presencia española en todo el archipiélago asiático, provocando innumerables luchas, refriegas y batallas que provocaron grandes pérdidas a las tropas españolas. Por ello, tanto las autoridades coloniales hispanas como los líderes insurrectos acordarían firmar una paz mediante el Pacto de Biak-na-Bató el día 14 de diciembre de 1897, concluyendo así las hostilidades entre los bandos y con unas condiciones que propiciarían el exilio a Hong Kong de algunos líderes insurrectos filipinos como Emilio Aguinaldo o el general Mariano Llanera, el pago de una indemnización por parte de España a los mismos a cambio de la rendición y entrega de todas las armas de los revolucionarios y, también, el compromiso hispano de otorgar pronto una mayor autonomía política y administrativa a las Filipinas.

Esta pacificación fue acompañada posteriormente de un gran acto institucional en Manila entre las autoridades españolas y las rebeldes tagalas, al que acudieron, por la parte filipina, Aguinaldo y demás oficiales del ejército insurrecto y, de otra, el teniente coronel Fernando Primo de Rivera en representación del reino de España. Tras saludarse efusivamente, los filipinos lanzaron loas a España, los reyes y al Ejército para, acto seguido, acudir conjuntamente a un espléndido banquete que los propios tagalos habían organizado a todos los asistentes de la firma de la paz, incluido el mediador entre las partes contendientes, Pedro Alejandro Paterno. El armisticio concluiría asimismo con la liberación de unos catorce prisioneros españoles, entre los que se encontraba el propio párroco de Baler, fray Leoncio Gómez Platero.

Sin embargo, esta aparente paz no duraría mucho tiempo, puesto que durante los primeros meses de 1898, con la precipitación de los acontecimientos bélicos iniciados por los Estados Unidos contra España tras la voladura del USS Maine en La Habana y, asimismo, la derrota de la escuadra española del contraalmirante Montojo en Cavite (Filipinas) el día 1 de mayo de 1898 frente a la estadounidense del comodoro Dewey, facilitó que los rebeldes filipinos reanudaran nuevamente la guerra de guerrillas y los ataques contra las tropas españolas, considerando que España ya había perdido todo su poderío militar y sintiéndose protegidos ahora por el gobierno americano en su lucha contra los españoles, especialmente en Luzón.

 

Pintura de la iglesia de Baler, lugar donde se guarecieron las tropas españolas. Fuente: www.eldesastredel98.com 

 

Pero sería esta derrota naval hispana la que propició que, finalmente, el día 12 de junio de 1898 los revolucionarios tagalos declararan la independencia formal de las Filipinas con respecto al reino de España, algo que no fue reconocido por la metrópoli ni por los Estados Unidos. Por su parte, avanzados los meses y continuándose las derrotas hispanas frente a los estadounidenses en los campos de batalla coloniales, se llegó a la firma del Tratado de París entre ambas potencias el día 10 de diciembre del año 1898, declarándose así el fin de las hostilidades y la pérdida para el Imperio español de la soberanía de la isla de Cuba, Puerto Rico, las islas Carolinas, Marianas y las Filipinas.

No obstante, en una remota localidad del norte de las Filipinas y ajeno al cese formal de las hostilidades, acontecería un suceso que pasaría a los anales de la historia militar española, como fue la defensa de una posición durante 337 días por parte de una guarnición de soldados españoles que se hallaba en inferioridad numérica frente al enemigo y, lo que fue del todo extraordinario, sin llegar a rendirla a los sitiadores cuando finalmente deciden abandonarla. En este mismo sentido, en el mes de febrero de 1898, las autoridades militares españolas decidieron relevar al contingente de unos 400 soldados destinado en Baler; sustituyéndole ahora un destacamento de solo 60 hombres venidos en el buque Compañía de Filipinas y al mando del capitán de infantería y gobernador político-militar del Príncipe, Enrique de Las Morenas y Fossi, nacido en Chiclana de la Frontera (Cádiz) en 1855, y a quien le ayudaban los segundos tenientes Juan Alonso Zayas, nacido en Puerto Rico en 1868 y Saturnino Martín Cerezo, natural de Miajadas (Cáceres) y nacido en 1866.

Los mandos españoles siempre habían adoptado decisiones de reforzar con nuevos reemplazos de soldados aquel pueblo, por su posición estratégica y debido también a la matanza que aconteció en esta localidad filipina en 1897, cuando los insurgentes tagalos, disfrazados de mujeres, penetraron en la villa mientras se celebraba una misa y, por sorpresa, mataron a la práctica totalidad de la guarnición española que estaba allí establecida, el destacamento de 40 hombres del batallón n.º 2 de cazadores, arrebatándoles después los fusiles mauser, cartuchos de munición e incluso el sable del segundo teniente Mota, el oficial que estaba al mando de la posición.                       

Este nuevo destacamento llegado a Baler en 1898 tendría pronto su bautismo de fuego, una vez que Las Morenas no aceptó obedecer las exigencias escritas en las notas que los oficiales tagalos le hacían llegar a fin de que se rindiera. A su vez, los acontecimientos bélicos que propiciaron la destrucción de la escuadra y la propia localización de la villa de Baler, sita en el alejado extremo oriental de la isla de Luzón, hizo complicado a las autoridades españolas el acudir hasta allí y comunicar por cualquier medio a los sitiados tanto las derrotas militares de España como la firma de la paz y la propia finalización de la guerra; por lo que serían los combatientes filipinos quienes se acercaran a la posición española a pedir su rendición una y otra vez, pues efectivamente la guerra había concluido y, por tanto, debían entregarles las armas, la bandera y la soberanía de Baler. 

 

El capitán Las Morenas, oficial al mando del destacamento de Baler. Fuente: www.wikimedia.org 

 

Sin embargo, y aislados de todo contacto con otras fuerzas y autoridades españolas, el oficial al mando del destacamento de cazadores expedicionarios n.º 2 de Baler, el capitán Las Morenas, no quería creer noticia alguna de victoria filipina sobre el ejército español y, mucho menos, aceptar la rendición de la posición que él comandaba. Así, mandó decir a las fuerzas insurrectas que «el destacamento de Baler no se rendía y que fusilaría a cualquier emisario que se presentase proponiendo la capitulación». De tal forma, los apenas 60 soldados españoles continuarían día tras día repeliendo los ataques de millares de tagalos filipinos que trataban sin éxito de tomar la posición que defendían. Esta orden de resistir fue secundada por todos los soldados, quienes sufrieron todo tipo de penurias fruto de las heridas en combate, la enfermedad y el hambre, motivando que incluso el médico militar Rogelio Vigil de Quiñones tuviera que repeler con su fusil los continuados ataques de los insurrectos filipinos mandados por Calixto Villacorta.

Asimismo, pasados los meses, y ante las reiteradas negativas a rendirse del destacamento español, sería este mismo oficial tagalo quien se personase en la iglesia de Baler tras partir de Nueva Écija con el capitán de la Guardia Civil Carlos Belloto, para tratar de hacer ver a los sitiados que efectivamente el reino de España había perdido la guerra y, por tanto, debían abandonar de forma inmediata su resistencia. Tras la muerte por beriberi del capitán Las Morenas el 22 de noviembre de 1898, y habiendo fallecido también un mes antes el segundo teniente Alonso, la guarnición española quedaría ahora al mando de Martín Cerezo hasta el final del sitio; pero nuevamente los mandos filipinos vieron cómo eran rechazadas cada petición de rendición con el nuevo oficial extremeño al mando, cuando constataron que el día 25 de diciembre de 1898 los sitiados estaban celebrando la Navidad bebiendo algo de vino y comiendo naranjas en su iglesia de Baler, convertida ya en una sólida fortificación española.

Por su lado, hay constancia de que el día 12 de abril del año 1899, y estando ahora en guerra los revolucionarios filipinos con los EE.UU., zarpó desde Manila el crucero estadounidense USS Bennington para socorrer a los soldados españoles sitiados de Baler, que por esa fecha ya eran únicamente 47 efectivos. Sin embargo, y según la prensa de la época, el auxilio del buque fue del todo infructuoso, ya que: «las fuerzas americanas que desembarcaron al mando del teniente Gilmore cayeron en poder de los insurrectos, sin que ni un soldado americano se librase de la emboscada». Ante esto, y siendo infructuosos todos los intentos de rendición ordenados por el gobernador-general de Filipinas en funciones, Diego de los Ríos, que llegó incluso a enviar en enero de 1899 a su subordinado el capitán Miguel Olmedo como emisario para hacer saber a los sitiados del fin de la guerra y de la innecesaria resistencia que ofrecían, decidió, como encargado de repatriar a los civiles y militares residentes en el archipiélago asiático, solicitar formalmente al general estadounidense Elwell Ottis el que se permitiera enviar tropas españolas para rescatar al destacamento asediado, algo que fue denegado en primer lugar, accediendo solo a enviar tropas americanas bajo mando de un oficial español.

El asedio continuaba y, asimismo, la resistencia hispana. Y la prensa española, conocedora de este hecho desde el inicio del sitio, al compararlo con la rendición de ciudades enteras en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, afirmaba: «¿Cómo sigue luchando España en Baler? Porque hasta allí no ha llegado la voz del gobierno; porque aquella España de 50 hombres no recibe órdenes oficiales; porque allí pelea el soldado español, no el soldado del gobierno español...»

Uno de los valerosos soldados que componían este destacamento español y cuyos nombres estarían llamados a formar parte de las más grandes hazañas de la historia militar contemporánea fue José Jiménez Berro, nacido en Almonte (Huelva) el 7 de febrero de 1876. Era de origen campesino y su sorteo de quintas aconteció en 1895 y, según el diario del teniente Martín Cerezo, Jiménez Berro, destacó como tirador de precisión durante el tiempo que duró el asedio, pues cada vez que un emisario acudía con una carta que exigía a los sitiados la rendición del puesto, un tirador hacía blanco en la misiva, haciendo huir al emisario y siendo ello celebrado con gran alegría entre la tropa española. 

 

Los héroes de Baler a su llegada a España. Jiménez Berro es el primero por la derecha, de pié. Fuente: www.wikimedia.org
 

A Jiménez Berro y al resto de compañeros les fue otorgada a su vuelta a España la Cruz de Plata al Mérito Militar con distintivo rojo, concedida por una Real Orden en 1899 como muestra del deber cumplido en el puesto de Baler, así como también le fue concedida una pensión de unas 60 pesetas mensuales que tendría carácter vitalicio.

A finales de mayo de 1899 el general Ríos mandó el vapor Uranus a la costa de Baler para efectuar el rescate de la guarnición. Sin embargo, la ayuda fue rechazada de nuevo por los sitiados una vez que el teniente coronel Aguilar desembarcó y parlamentó con Martín Cerezo, tras dejarse algunos periódicos de la península. Ante esto, el general Polavieja afirmó que «es incomprensible la actitud del destacamento de Baler, a menos que se hayan vuelto locos. En vista de lo inútiles que resultan todas las gestiones hechas para libertarlos, se les abandonará a su suerte».

El hecho que finalmente conllevó la capitulación española de la posición de Baler que defendieron durante meses fue la lectura, por parte de Martín Cerezo, de uno de los periódicos dejados por Aguilar; cuando vio en una noticia que un oficial amigo suyo obtuvo destino en Málaga, algo que solo el sitiado sabía tras haberle contado personalmente antes de la guerra que tenía intención de pedir destino en esta ciudad andaluza. 

 

El teniente coronel Aguilar acude a parlamentar con el destacamento español sitiado. Fuente: www.wikimedia.org

 
Ante esto, Martín Cerezo comprobó que ningún periódico, por buena falsificación filipina que fuera, podría saber tal hecho y, reuniéndose de inmediato con Vigil, prepararon la capitulación de la plaza. Ésta se produjo el día 2 de junio de 1899, cesando las hostilidades una vez que los 33 defensores restantes izaron bandera blanca y depusieron las armas, pero el hecho que fue mas meritorio es que, como condición, no quedaron como prisioneros de guerra, sino que los soldados filipinos los tratarían como amigos y los escoltarían hasta el resto de fuerzas españolas para reincorporarse a las mismas.

Finalmente, cabe añadir aquí que la gesta de Baler siempre perdurará en la mentalidad e imaginario hispano, siendo numerosos los actos, libros, películas y conmemoraciones de la misma. En este sentido, destaca la provincia de Huelva, pues los lazos de amistad existentes entre la localidad onubense de Almonte y Baler (por el nexo de unión que supone la figura del citado combatiente Jiménez Berro), perduran con el hermanamiento con la villa filipina. Y asimismo fue edificado un centro cultural que emulaba la construcción de la iglesia de Baler y que sirve de sede de la Fundación Amistad Hispano-Filipina, inaugurada el día 7 del mes de diciembre del 2007 por la propia presidenta de la República de Filipinas Gloria Macapagal y, también, se erigió en la localidad una escultura con la efigie del soldado almonteño que rinde homenaje a tan destacado héroe onubense que luchó en el último territorio español en Asia.



Bibliografía:

 

-Diario El Guadalete (1898)

-Diario El Liberal (1898)

-Diario La Correspondencia de España (1899)

-Diario La Lucha (1899)

-www.almonte.es

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