La ciudad de Huelva mostró sus
mejores galas durante los primeros días del mes de septiembre de 1911, pues las
circunstancias excepcionales lo merecían. Se iban a celebrar las primeras
“Fiestas de la Aviación” en la localidad, únicas de este tipo en España,
pues hasta ese momento se realizaron exhibiciones aéreas en Barcelona, Sevilla, Bilbao o
Badajoz. Esta celebración que, al propio decir de la prensa, era “…la más
moderna, más atrayente y más sensacional, de cuantas en nuestro tiempo se
celebran”, iba a congregar a los más afamados pioneros de la aviación, quienes
podrían demostrar allí sus excelentes aptitudes y pericia a los mandos de los
aeroplanos más modernos de la época.
Ello motivó una enorme
afluencia de público a la ciudad los días previos a la realización de los
eventos aéreos (se estimaron los asistentes en unos diez mil), derivada no sólo
por la venida de gentes procedentes de todos los pueblos de la provincia de
Huelva, sino también de otras provincias limítrofes; quienes estaban deseosas
de ver los últimos avances conseguidos en el dominio del aire por el hombre,
pues todavía la ciencia de la aviación era un ámbito relativamente novedoso por
aquellos años.
En efecto, el día elegido para
iniciar las exhibiciones aéreas fue el 1 de septiembre por la tarde, e incluso esa
misma mañana continuaban llegando a la capital trenes completamente llenos de
personas, lo cuales procedían de las líneas de Riotinto, Zafra y Sevilla. Las
calles bullían de personas, era imposible pasear en la Plaza de las Monjas, los
comercios estaban colapsados y hubo de traerse carruajes desde Sevilla ex
profeso para que aquéllos que lo desearan pudieran desplazarse más cómodamente
por la ciudad.
Precisamente, en el tren
procedente de Sevilla hizo su aparición en Huelva el as de la aviación española, Benito Loygorri Pimentel (1886-1976), a quien ya esperaban en la estación autoridades
como el señor Aragón, vicepresidente de la Asociación de Caridad (organizadora
de la fiesta) o los aviadores franceses Jean Mauvais y Georges Leforestier
(1879-1911). Cabe decir que sólo unos meses antes, Loygorri, Mauvais y el piloto
Léonce Garnier (1881-1963) habían constituido la llamada Sociedad de Aviación Franco-Hispano-Americana,
a fin de divulgar el actual progreso de la aviación, realizando asimismo vuelos
y exhibiciones por múltiples ciudades españolas, europeas y americanas.
El pionero de la aviación española Loygorri en su monoplano. Fuente: www.aviaciondigital.com
Durante la mañana los
aviadores franceses habían estado comprobando el buen estado de sus aparatos en
el Campo de Aviación, al tiempo que hasta allí ya comenzaban a llegar numerosas
familias en carruajes con sus meriendas y en los ripperts (vehículos con la
caja más pequeña que el tranvía y de un solo piso, con ruedas forradas de
caucho) para buscar una buena posición desde la que observar la primera
exhibición aérea de la tarde.
En principio, se determinó que
Mauvais (primer piloto aviador en España que voló de Madrid a Alcalá de Henares el 10 de
octubre de 1910) volaría ese día, pero, debido a un ataque de reuma, fue
sustituido en el orden del programa por su compañero Leforestier, pues tampoco
estaba aún el avión de Loygorri, un monoplano Moranne, el cual llegaría días
días más tarde a Huelva.
El aviador francés Jean Mauvais, que estaba afincado en España. Fuente: www.bne.es
A las seis de la tarde, bajo
una temperatura de 38º C, la multitud de espectadores ya estaba acomodada en
las inmediaciones del Campo de Aviación, al igual que en el palco de
autoridades, reservado a las familias del gobernador civil, del gobernador
militar y demás cargos políticos e institucionales. Todo estaba dispuesto,
había una cama de operaciones en los hangares con dos vigilantes doctores para
cualquier incidencia que pudiera acontecer, y las fuerzas del orden estaban
dispuestas en el perímetro, representadas por la Guardia Civil de caballería y
el cuerpo de carabineros.
Transcurridos diez minutos,
apareció el monoplano de Mauvais desde el hangar, al que se acercaron los aviadores
Leforestier y Loygorri para comprobar el motor del aparato, accionando la
hélice mientras conversaban durante unos instantes para planificar el vuelo. Según narran las crónicas, el
aparato de Mauvais, pilotado por Leforestier, rodó por la pista unos doscientos
cincuenta metros antes de elevarse y, cuando lo hizo, giró hacia la izquierda
del Campo de Aviación, al tiempo que se oían las composiciones tocadas por la banda
municipal de música. Ya en el aire, el avión viró sobre El Polvorín, se elevó más
al sobrevolar la zona de El Rincón, cruzó la carretera de Sevilla volando por
encima de La Cinta (logrando ahí una altura de 450 metros), prosiguió por
encima del cementerio, volvió por encima de la plaza de La Merced, cruzó la Alameda
Sundheim y, finalmente, tomaría suelo en el campo de Aviación, aunque bruscamente,
pues se incrustó y desencajó la rueda del tren de aterrizaje en el instante de
tomar contacto con el terreno.
El vuelo duró nueve minutos y,
cuando el piloto francés se bajó del avión, la emocionada multitud se puso en
pie a aplaudirle su gesta, mientras que los más jóvenes corrían hacia él
mientras que otros lo aplaudían y vitoreaban. Tras este exitoso vuelo inicial,
habría que esperar al día 4 de septiembre para que continuasen otros, pues aún
no había llegado el avión de Loygorri (facturado en la estación de trenes
madrileña desde hacía días) y, tras el aterrizaje de Leforestier, era necesario
reparar las ruedas del aparato de Mauvais, algo que tomaría hasta el día 3 por
la tarde. Precisamente, a la una de ese mismo día, llegó en un vagón-batea el
avión del piloto español, de unos 175 Kg. de peso y 6´50 m. de longitud, con
sistema de aterrizaje Farmann, altímetro y taxímetro; siendo transportado desde
la estación hasta el aeródromo y, una vez allí, ensambladas las piezas junto al
motor, de siete cilindros giratorios que revolucionaban al tiempo que las
hélices, las cuales tenían 2´50 m. de diámetro.
El aviador francés Georges Leforestier. Fuente: www.huelvainformacion.com
Reanudada la jornada festiva,
se dispone todo para que en la tarde del 4 de septiembre prosigan los vuelos de
los monoplanos sobre la ciudad. En torno a las seis de la tarde, estaba todo dispuesto
para que Loygorri comenzase la exhibición, pero debido a fuertes rachas de
viento que no cesaban, se decidió posponer el espectáculo aéreo durante una
hora. Así, pasado ese tiempo, y echándose la noche encima, el aviador español
decide finalmente no volar, por lo que su compañero Leforestier, sabedor que el
Gobernador preguntaba si los pilotos volarían o no para suspender los actos ese
día, se decidió a emprender el vuelo a pesar del fuerte viento reinante.
De tal modo, y tras recorrer
ciento cincuenta metros, se elevó con su aparato en dirección opuesta a los palcos,
pero, transcurridos solamente dos minutos en aire, el piloto francés trató de
girar nuevamente en dirección a la pista, pues parecía que no podía gobernar el
avión con tan fuertes vientos. Así, sin poder virar, el avión comenzó a
descender con rapidez en posición vertical, estrellándose instantes después, al
tiempo que se oyó una explosión seguida de un incendio en el aparato. El
público asistente quedó aterrado por lo sucedido e inmediatamente el Gobernador
dio orden a las fuerzas de la Guardia Civil de ir al lugar del siniestro para
socorrer al piloto e impedir el paso del público. No obstante, el avión cayó a
escasos diez metros de la línea férrea, que también estaba invadida de
espectadores.
Finalmente, Leforestier fue
encontrado en el lugar del accidente ya cadáver. Poco a poco la noticia fue divulgándose
por toda la ciudad y se suspendieron los actos en señal de duelo por la tragedia
acontecida, al tiempo que una comisión procedente del Juzgado de Huelva se
dirigía a inspeccionar el lugar del accidente y autorizar el enterramiento del
piloto. De tal forma, una multitud de onubenses, así como de oficiales y
tripulación del buque francés “La Madeleine”, que se hallaba en el puerto, y en
torno a las nueve de la noche, acompañó en señal de respeto el traslado de
Leforestier por las calles de Huelva hasta el cementerio de San Sebastián, donde
fue finalmente enterrado.
Estado del avión de Leforestier tras el impacto. Fuente: www.abc.es
Sin embargo, y a pesar de la
desgracia ocurrida, la ciudad de Huelva quedará ligada para siempre con los
inicios de la aviación en España por esta pionera celebración aeronáutica, al
tiempo que dio descanso eterno al piloto galo que quiso elevarse al cielo
onubense aun cuando no le correspondía hacerlo, pero fue su enorme pasión por
volar la que le obligó, agradeciendo asimismo el gran acogimiento y cariño que
la ciudad onubense le brindó días antes por sus magníficas hazañas en el aire.
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