¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

viernes, 22 de diciembre de 2017

La celebración de la Nochebuena en la Huelva del siglo XIX

Una de las fuentes de información para conocer cómo se celebraba la Navidad en Huelva durante el siglo XIX y, en particular, la Nochebuena, nos viene dada por un relato o cuento anónimo que fue publicado en la prensa local en el año 1892; pero que, a su vez, refería un mismo ceremonial que se venía repitiendo en un gran número de hogares onubenses desde finales del siglo XVIII.

Este relato navideño, ya fuese publicado por un ciudadano o, a tenor de la manera de escribir, por un redactor que deseaba ilustrar de manera más cercana esta celebración cristiana en nuestra ciudad, comienza narrando los preparativos para la colocación del Nacimiento o Portal de Belén en una casa a principios de diciembre de un año indeterminado en los comienzos del siglo decimonoveno.

En efecto, esta tradición de colocar las figuras en los hogares españoles que reproducían las escenas de la natividad de Jesús, y que fue implantada en la península desde el reino de Nápoles por el rey Carlos III en torno a 1760, significaba de facto el inicio de la celebración de las fiestas de Navidad. Asimismo, esta costumbre católica conviviría en algunas localidades de nuestra provincia, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, con la colocación en algunas casas del denominado “árbol de Noel”, como sucedía al menos desde el año 1917, tratándose de una antigua tradición anglosajona del siglo VIII protagonizada por el obispo britano San Bonifacio, y cuya implantación arribaría a esta tierra por medio de las sucesivas instauraciones del capital minero de origen extranjero.


 Grabado de la celebración de la Nochebuena en una vivienda de Londres en 1858. Fuente: www.bjws.blogspot.com
 

También, los días previos al de Nochebuena, los hombres acostumbraban a reunirse con los amigos y sus compañeros en los círculos mercantiles o en los casinos, como celebración social previa a la reunión familiar que se conmemoraba la noche del 24 de diciembre; mientras que las madres y niños preparaban el hogar encendiendo el fuego de la chimenea, prendiendo los braseros o también añadiendo más adornos al Nacimiento, mientras las abuelas explicaban a sus nietos el origen y significación de las fechas de Navidad una vez que éstos, al acabar sus clases, llegaban desde las afueras de la ciudad de coger ramas de boj, olivo, laureles y naranjos como adornos naturales para el Portal.

Éste se destinaba en una amplia habitación, en una gran mesa con diversos objetos sobre los que se extendía una sábana o manta que habría de amoldarse para conformar, poco a poco, un relieve montañoso y fluvial que se asemejase al de Oriente Próximo del siglo I. No faltaba, por supuesto, la representación del pesebre que acogía al Hijo de Dios, acostado sobre la paja y custodiado por las figuras de la Virgen María y San José, quienes estaban rodeados por la mula y el buey, así como por una ingente cantidad de pastores que acudían a adorar al Redentor desde sus humildes casitas que se hallaban diseminadas por todo el espacio que ocupaba el Nacimiento.

Asimismo, sobre esta representación bíblica de la natividad de Cristo, se dejaban ver varias figuras angelicales que portaban una inscripción latina: “Gloria in excelsis Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis, en tanto que mensajeros enviados para transmitir la Buena Nueva a un territorio figurado en el que predominaban, entre otros, las lavanderas en el río, los pastores con sus rebaños, los cargadores de hortalizas en mulas, los tranquilos pescadores de río, estando todos ellos rodeados de molinos, cercas, vallados, huertas y las lejanas murallas de las ciudades que atravesarían los tres magos con sus presentes para el recién nacido.


 Grabado con escenas de la celebración de la Nochebuena en España a finales del siglo XIX. Fuente: www.bne.es


Llegado el día 24 de diciembre, y ya en torno a las ocho de la tarde, se consideraba apropiado el comenzar la celebración de la Nochebuena con la iluminación de todo el Nacimiento, al tiempo que alguien abría una caja de música para acompañar sonoramente tan ansiada inauguración. Ello producía grandes muestras de alegría entre todos los miembros de la familia, quienes, de forma inmediata, tomaban diversos instrumentos de música tradicionales para acompañar con cánticos de villancicos.

Por su parte, en la cocina, y al calor de su chimenea, se ultimaba la preparación de los dulces típicos de estas fechas, en especial hojuelas y pestiños, que a buen seguro acompañarían al turrón una vez que acabase la tradicional cena a base de marisco, pescados, aceitunas aliñadas, carnes y frutas, acompañando a todos estos alimentos un mosto o un vino de Jerez. Concluida esta comida familiar, comenzaban a oírse por las calles los grupos de niños que solicitaban por las casas el aguinaldo navideño, consistente por lo general en castañas asadas, peros, naranjas o nueces, mezclándose con el resto de personas que acudían en número a las iglesias para asistir a la “misa del gallo”.

Igualmente, las calles se encontraban rebosantes de personas desde primera hora de la tarde, cuando las familias onubenses salieron a pasear y comprar los últimas vituallas navideñas necesarias para la cena prevista; cruzándose con numerosos soldados y marineros de permiso, o con otros ciudadanos que denotaban cierta embriaguez tras sucumbir a los placeres del vino que, como era costumbre, se servía con especial significación los días de fiesta más destacados del año.


 Escena de compras navideñas los días previos al de Nochebuena. Fuente: www.bne.es
 

El ritual para que los más jóvenes entrasen en las casas a ver los nacimientos expuestos, consistía en solicitar permiso desde la calle mediante la formulación de la siguiente frase: “Ave María Señoras, buenas noches caballeros, la zambomba está a la puerta. Licencia para entrar dentro”. A su vez, y si este permiso era concedido, se respondía desde la casa: “Entre la zambomba, entre sin cuidado, que el amo de la casa la licencia ha dado”. No obstante, si estos pequeños pedigüeños buscaban además algunas monedas, entonaban la siguiente oración: “Castañas y nueces, peros y dinero, todo recibimos; ande usted ligero” y, si esta pretensión era finalmente aceptada, volvían a contestar: “Por la ventanilla vemos relumbrar, la peseta en plata que nos van a dar”.

Una vez dentro, se les ofrecía comida de igual modo que si se tratase de un miembro de la familia, siendo la cocina el lugar hacia donde transitaban estos jóvenes invitados, ya que el retorno de la iglesia se manifestaba en una continuación de la celebración, cantándose populares villancicos y otras coplas en torno al fuego; empleándose las tradicionales zambombas y panderetas, hasta las dos de la mañana, momento en que se decide el concluir la fiesta, pues el día de Navidad los miembros de la familia habrán de acudir aún a las dos misas preceptivas restantes, la de la Aurora y la del día.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Aracena, origen del primer izado oficial de la bandera de Andalucía

La instauración de la II República española en abril del año 1931 favoreció, en inicio, una articulación y desarrollo de los diversos programas autonomistas regionales, siendo el territorio andaluz uno de las solicitantes de un modelo autonómico propio mediante la elaboración estatutaria y la realización de actos políticos conducentes a la obtención de una autonomía gubernativa para la región.



Se pretendía conseguir una organización político-administrativa propia, apoyada en la potestad de emitir leyes que, igualmente, formarían parte del ordenamiento jurídico estatal y siempre bajo el marco constitucional; desechándose así el modelo federalista propugnado a principios del siglo XX y aceptándose otro modelo autonomista estatutario derivado del poder constituyente del Estado.



El republicanismo español propició el resurgir de la defensa del andalucismo, aunque realmente no había en Andalucía, a principios de los años treinta, ni un arraigo del mismo en la estructura social de la región, ni la existencia de una serie de fuerzas políticas que impulsaran y canalizasen ad hoc sus ideales en el marco de actuación política propia de los debates parlamentarios. Por ello, los teóricos del andalucismo crearán la Junta Liberalista de Andalucía a fin de concienciar a la sociedad sobre el ideal autonomista andaluz, así como también presionar a los políticos para que, por medio de la actividad parlamentaria, se consiguiese el ansiado Estatuto de Autonomía para la región andaluza; siendo ello algo que, por cierto, nunca se conseguiría en este período.



En este sentido, y tras rechazarse las tesis más radicales, se establecen reuniones en la citada Junta conducentes a solicitar, por parte de la Diputación de Sevilla, el establecimiento de una Asamblea de Diputaciones, cuya finalidad fuera la creación ex novo de un Estatuto de Autonomía para Andalucía. Sin embargo, la elaboración de esta normativa fue algo más pausada, pues aún harían falta la celebración de nuevas reuniones conjuntas de todas las Diputaciones con el fin de acordar las bases para un futuro anteproyecto de Estatuto; quedando ello definitivamente plasmado en la Asamblea de Córdoba de enero del año 1933 que, aunque prevista para mayo del año anterior, fue pospuesta hasta esa fecha tras unificarse las diversas corrientes de pensamiento y la hoja de ruta a seguir.


 Acto del izado oficial de la bandera de Andalucía en el consistorio de Aracena en 1932. Fuente: www.todocoleccion.net



De este modo, y en representación de la ciudad de Huelva, se designaron nombres y entidades de renombre pertenecientes al ámbito político, económico y social onubense para acudir a esta decisiva Asamblea. Así pues, encontramos a diputados como Fernando Rey Mora, José Terrero Sánchez, Luis Cordero Bel, Agustín Marcos Escudero, Ramón González Peña, Luis Velasco Coffin y Florentino Martínez Torner; además de destacadas entidades de la ciudad, tales como la Cámara de Comercio, Industria y Navegación, la Cámara Agrícola Provincial, la Cámara Oficial Minera, los Colegios Oficiales de Médicos, Veterinarios y Abogados, el Ateneo Popular, la Asociación de la Prensa, la Junta de Obras del Puerto o la Asociación Patronal de Mineros, la Escuela Normal de Maestros, la Inspección de Primera Enseñanza o el Director de la Sucursal del Banco de España, entre otras.



Igualmente, fueron numerosos los consistorios provinciales, además del capitalino, que se sintieron comprometidos y optaron por adherirse al ideal andalucista durante la II República, destacando así los ayuntamientos de Aroche, Cumbres Mayores, Lucena del Puerto, Nerva, La Palma del Condado, Rosal de la Frontera, Villarrasa, Almonaster la Real, Bollullos Par del Condado, Cañaveral de León, Cartaya, El Cerro del Andévalo, Higuera de la Sierra, Lepe, Minas de Riotinto, Trigueros, Villanueva de las Cruces, Zalamea la Real, Ayamonte y Aracena.



De otro lado, se configuró una nueva entidad por parte de los promotores del andalucismo, la llamada Comisión Organizadora de la Asamblea Regional Andaluza, presidida por el presidente de la Diputación Provincial de Sevilla, Hermenegildo Casas Jiménez, y estando formada por alcaldes y diputados a Cortes de toda la región, así como por los miembros de las anteriores gestoras provinciales de Córdoba y Sevilla; siendo su fin último el de aglutinar y organizar a las máximas entidades políticas, culturales, sociales y administrativas posibles de la región para conseguir el establecimiento definitivo de una normativa estatutaria autonómica para Andalucía.



Precisamente, y sin entrar a analizar aquí el desarrollo y las consecuencias políticas del proyecto andalucista, sí nos interesa tratar un acontecimiento de gran significación política, en especial, para la ciudad de Aracena y, por ende, la provincia onubense. En este mismo sentido, y en paralelo a las reuniones que se celebraban para conseguir el Estatuto, proseguían los actos tanto formales como simbólicos de adhesión al proyecto andalucista. Así, tenemos noticias de un primer compromiso por parte del consistorio aracenés el día 29 de octubre de 1932, cuando su alcalde, Pedro Ceballos, escribió al Presidente de la Diputación de Sevilla, el Sr. Casas, a fin de notificarle el nombre del representante designado por parte de este municipio para asistir a la Asamblea de Córdoba de este modo:



El Ayuntamiento de mi presidencia en sesión de doce del actual, acordó nombrar al Tercer Teniente de Alcalde Don Rafael Pérez Tello, para que represente a esta Corporación en la Asamblea que ha de celebrarse en Córdoba durante el próximo mes de Noviembre para dotar a nuestra Región de una organización administrativa autónoma, mediante un Estatuto. Viva V.E. muchos años. Aracena 29 de octubre de 1932”.


 El presidente de la Diputación Provincial de Sevilla e ideólogo del andalucismo, Hermenegildo Casas. Fuente: www.wikanda.es



Sin embargo, y con este firme compromiso demostrado por el Ayuntamiento de Aracena en pos de obtener un régimen autonómico, se produjo posteriormente un hecho histórico de gran simbolismo y significación, como fue el izado de la bandera de Andalucía en el balcón del consistorio aracenés, siendo éste el primer municipio de toda la región andaluza donde ondeó oficialmente la bandera verde y blanca; quedando asimismo este hecho demostrado en un telefonema, fechado el día 6 de noviembre del año 1932, una vez fue remitido por este ayuntamiento serrano a Hermenegildo Casas de tal forma:



CELEBRADO ACTO IZAR BANDERA REGIONAL. ASISTENCIA AUTORIDADES FUERZAS VIVAS POBLACIÓN. RESULTÓ ACTO BRILLANTÍSIMO. DÁNDOSE VIVAS A ESPAÑA REPUBLICANA. ANDALUCÍA. ARACENA. CONTESTANDO ENTUSIASTO PUEBLO.



En efecto, ese día quedaría izada la bandera andaluza junto a la nacional, al tiempo que la banda de música municipal interpretó el Himno de Riego y La Giralda, tras los aplausos del numeroso público asistente. Igualmente, fue notable la amplia presencia de autoridades, destacando la del juez de primera instancia Sánchez de Lamadrid, el juez municipal Martín de Oliva, el registrador de la propiedad Moreu, el teniente de la Guardia Civil, Gómez, el secretario judicial, Santiuste, así como diversos representantes de las Sociedades y Círculos de Recreo municipales. Finalmente, y siendo madrina de la bandera la propia hija del alcalde acompañada por la del jefe del partido Radical, el corregidor aracenés pronunció un breve discurso como colofón del acto institucional, entonando vivas a la República española y Andalucía.



Ante este histórico acontecimiento de gran significación política, no se hizo esperar la respuesta, mediante una nota de prensa, por parte de la Comisión Organizadora de la Asamblea Regional Andaluza por medio de su máximo dignatario, el señor Casas:



El Alcalde del Ayuntamiento de Aracena (Huelva) D. Pedro Ceballos, ha dirigido al Presidente de la Diputación de Sevilla, Señor Casas, un telegrama de adhesión entusiasta a la Asamblea Regional, y comunicándole que la Corporación ha adoptado el acuerdo de izar la Bandera de Andalucía en el edificio municipal. El Señor Casas le ha contestado felicitándole por ser el Ayuntamiento de Aracena el primero de la Región que enarbola oficialmente la enseña blanca y verde”.


De tal modo, este hecho quedaría plasmado por siempre en la historia de la ciudad de Aracena, cuya memoria preserva desde entonces el primer izado de la bandera andaluza en un consistorio; una enseña que, a la postre y según sus propios ideólogos, debe poseer tres franjas alternadas con los colores verde, blanco y verde, a fin de simbolizar las casas blancas sobre los campos verdes, esto es, “los pueblos y los campos andaluces”. 


 
Bibliografía:

-https://centrodeestudiosandaluces.info

-LACOMBA, J.A. La II República española y las autonomías. El caso andaluz. Revista de Estudios Regionales. Extraordinario. Vol. II.1980.

viernes, 15 de diciembre de 2017

Los cazaderos reales de Hinojos en época bajomedieval

La actividad cinegética, iniciada desde los tiempos prehistóricos, fue una práctica fundamental para la subsistencia del hombre, en especial hasta la revolución neolítica, decenas de miles años después, cuando se conforma ya como una práctica económica secundaria tras acontecer la sedentarización, período éste en el que se constatará un aprovechamiento general de todos los recursos agrícolas y ganaderos una vez fueron domesticados.



Asimismo, y durante la Edad Antigua, siendo ya considerada la caza como actividad marginal de subsistencia como complemento de la alimentación en períodos de escasez, o entendida, asimismo, como actividad para desarrollar la práctica y habilidad guerrera, fueron numerosas las referencias a la caza en la literatura; tanto la religiosa como la mitológica, idealizando a sus personajes como virtuosos expertos en la consecución de sus presas y, en este mismo sentido, destacan el bíblico Nemrod, nieto de Noé, el mítico Ulíses o la divinidad romana Diana.



Por su parte, ya en la época medieval hispánica, la práctica de la caza sufrió una evolución en su manera de ejercerla, pasando por un primer momento en el que las presas servían de alimento a los ejércitos que propiciaron la Reconquista; una segunda etapa en la que se organizan y gestionan diversas partidas de cazadores que acudían a los montes, bajo la supervisión del señor feudal, a diezmar a las numerosas alimañas que atacaban al ganado, animales domésticos o a las propias personas y, finalmente, destinarse como complemento de la economía campesina, empleándose las presas conseguidas como alimento y vestimenta.



Precisamente, la riqueza natural de los parajes de la villa onubense de Hinojos fueron, durante el período bajomedieval, lugar idóneo para la práctica de la cacería por la abundancia animal en su entorno; y siendo conocedores de ello los Reyes Católicos por obra del Libro de la Montería de Alfonso XI (1311-1350), emitieron una serie de reales Cédulas a fin de proteger el territorio y dedicarlo como lugar preferente para la caza.


 Escena de caza del Libro de las Monterías de Alfonso XI. Fuente: www.dersulee.com



De tal modo, una de estas órdenes emitidas por los monarcas católicos hacía mención en concreto a la zona natural del Lomo del Grullo, perteneciente como decimos al término de la villa onubense de Hinojos, que preveía la conservación y restauración de antiguos palacetes destinados a los períodos de caza de esta forma:



Yo he sido informado que la casa de los palacios del Lomo de el Grullo, de que es alcaide Juan de Urdian, nuestro cazador, está con necesidad de algunos reparos é por que después que placiendo á nuestro Señor yo sea llegado á esa cibdad tengo de ir á caza algunas veces á la dicha casa, por ende yo vos mando que luego veáis la necesidad que la dicha casa tiene de reparos é ques lo que será menester gastarse en ellos, e los maravedís que fallaredes que serán menester los libréis al dicho Juan de Urdian en el Doctor Sancho de Matienzo nuestro tesorero de la dicha casa Contratación, al qual mando que por virtud del dicho libramiento é de un treslado signado desta dicha mi cédula dé y pague los maravedís que en el por vos fueren librados al dicho Juan de Urdian ó á la persona que tuviere cargo de los dichos reparos con el qual dicho libramiento é cédula é conoscimiento de la persona á quien diere los dichos maravedís mando que les sean recibidos e pasados en cuenta los maravedís que ansí diere y vos por servicio mió tengays cuidado de ver como los dichos maravedís se gastan en los dichos reparos é mando que se tome la razon”.



Uno de estos palacios que atrajeron especial interés para la corona fue el llamado del “Lomo del Grullo”, construido, a buen seguro, bajo el reinado de Juan II de Castilla (1405-1454), por lo que fue del todo necesaria su restauración para nuevos usos cinegéticos que serían ejercidos durante el gobierno de Sus Majestades Católicas en el entorno natural hinojero, convertido en cazadero real: “...E porque nuestra voluntad es que los palacios del Rey del Lomo del Grullo se labren é aderecen é sobrello escrivimos á Luis de Mesa é le enbiamos mandar que cumpla lo necesario para ello. E por ende nos vos mandamos que todo lo que antiguamente se solia guardar al derredor de los dichos palacios lo guardeys é fagais guardar é lo fagáis apregonar asy. E dad el cargo de ello al dicho Lunyan que lo guardará como nosotros le tenemos mandado, cerca de lo qual el dicho Lunyan vos fablara dadle fee é crehencia é aquello poned en obra”.


 Detalle de cacería del libro de horas del duque de Berry. Fuente: www.digitalmedievalist.com



Asimismo, los materiales destinados a la restauración del palacio de caza fueron enviados desde la ciudad de Sevilla, por orden de otra Cédula otorgada en esta ciudad el 12 de enero del año 1491, comisionándose a Nuño de Esquivel, encargado de las obras del Palacio de las Rocinas, para traer materiales como la cal, tejas, maderos, ladrillos y yeso, necesarios para iniciar las obras.



De otro lado, encontramos en una ordenanza, firmada años antes, en 1487, por el rey Fernando, basada en la preocupación por proteger el entorno de las marismas hinojeras a fin de salvaguardar el equilibrio natural de su bello entorno:



Por cuanto yo soy informado que á cabsa de los huevos que se toman de las aves de marisma é mancones é otras aves é por el tirar con ballestas é arcos é armar redes en agua se disminuyen las cazas de lo qual á my verrnyae viene deservicio. Por ende por la presente mando é defiendo que ningunas ni algunas personas de ningún estado ó condición e preheminencia e dignidad que sean mis vasallos subditos e naturales vecinos e moradores de la muy noble cibdad de Sevilla ó de todas las otras cibdades e villas e lugares de su arzobispado non sehan osados de tomar huevos de las aves de marisma nin de mancones e aves de caza sopena que por cada ves que le fuere probado cada una de las tales personas, cayan é yncurran en pena de mill maravedís para la mí cámara.



E otrosí que non sean osados de tirar e que non puedan tirar con ballestas ni arcos una legua al derredor de la dicha cibdad de Sevilla á las tales aves de caza nin armar redes en agua sopena que por cada vez que lo ficieren é les fuere provado cada una de las tales personas cayan e yncurran en pena de doscientos maravedís para mi cámara. E porque lo susodicho aya cumplido efetto mando á vos Martin Pérez de la Borda mi cazador e criado que fagades poner é pongades guardas en la dicha marisma e una legua á la redonda de la dicha cibdad como dicho es para que lo guarden é prendan las susodichas personas que así yncurrieren en las dichas penas. E que fagades pregonar esta dicha mi carta por las plazas e mercados e otros lugares acostumbrados de la dicha cibdad de Sevilla por pregonero e ante escrivano público porque venga á noticia de todos é ningunos de ellos non pueda pretender ygnorancia e fecho el dicho pregón...”



Igualmente, queda reflejada la preocupación por proteger el entorno natural de Hinojos de la caza descontrolada, salvo lo determinado para el cazador real, en otra cédula emitida en 1494 que dice lo siguiente “...nos es fecha relación que muchas personas tienen sus ganados de noche e de dia paciendo e rozando e derribando a bellotas e cortando leña en el monte e termino de los dichos palacios del Lomo del Grullo ques en termino de la muy noble cibdad de Sevilla. E asimismo que entran á cazar en el dicho termino de los palacios e que si en lo tal non oviese deviedo que al tienpo que nos fuésemos a los dichos palacios non fallaríamos caza ninguna. E porque nuestra merced e voluntad es que la dicha caza sea vedada e defendida. E que los dichos ganados non pascan en el dicho monte nin se sacuda nin derribe la dicha bellota por que la dicha caza non se absenté por la presenté mandamos a vos el dicho Johan de Ordian logarteniente de alcayde que luego pongades e fagades poner de nuestra parte defendimiento que ninguno ni algunos cavalleros ni escuderos ni otra persona alguna de cualquier ley o estado o condición preheminencia o dignidad que sean non sean osados con una legua al derredor de los dichos palacios del Lomo del Grullo de cazar ni cacen de noche nin de dia puercos nin ciervos nin liebre nin conejo ni otras algunas salvaginas ni cacen con faIcones nin con otra cosa...”


 Entorno natural de la villa de Hinojos. Fuente: www.hinojos.es



Todo ello es indicativo, por tanto, de proteger este espacio natural de una caza intrusiva y destinarlo como cazadero real, ejerciendo su oficio en él verdaderos expertos de la cacería para tratar de conseguir las mejores presas para los monarcas. Así, destacaron los cazadores del rey Martín Pérez de la Borda, encargado de acotar el área de caza en 1487 y ordenar a los guardas que lo vigilaban; Juan de Mesa, quien fue cazador del rey en 1497 o Juan de Ordian, lugarteniente del Palacio del Lomo del Grullo, cazador mayor del rey y alcaide de las Rocinas hasta 1523, y quien fue sustituido dos años después por Bernardino Ramírez.



En estos cazaderos reales hinojeros fue practicada asimismo la cetrería, destacando el empleo del halcón neblí, originario de Niebla, siendo ésta la especie más preciada y considerada en origen tanto por árabes como por señores feudales y reyes castellanos. De ello dan fe autores como Pero López de Ayala (1332-1407), quien en su “Libro de la caza de las aves” afirma lo siguiente: “...En Castilla los mejores neblís que se toman son los de las rocinas, et en tierra de Sevilla, et otrosi son muy buenos en portogal los que se toman en el canpo de santarén, et todos estos falcones salen muy buenos, ca se toman muy lexos de la tierra donde nascen...”


 
BIBLIOGRAFÍA:


-BELMONTE Y CLEMENTE, F. Carta en que se describen unas cacerías memorables en la villa de Trigueros y se copian varias cédulas de los Reyes Católicos sobre los cazadores del Lomo del Grullo. Impr. A. Reusche, Sevilla, 1888.

lunes, 11 de diciembre de 2017

El hallazgo de un casco corintio en la ría de Huelva

La presencia griega en las costas onubenses en época protohistórica se constata en torno al 600 a.C., cuando los foceos fundan Masalia, la actual Marsella, y emprenden desde ese núcleo comercial diversos viajes por las costas peninsulares ibéricas, facilitados en gran medida por las famosas pentecónteras, navíos de cincuenta remos capaces de realizar largas travesías por mar.

Precisamente, y siguiendo a Heródoto (484-425 a.C.), sabemos que los griegos de Focea tuvieron contactos comerciales con Tartesos, estableciendo asimismo una gran amistad con el legendario rey Argantonio, quien les ofreció asentarse en su reino; pero, ante la negativa de éstos, les otorgaría cuantiosas riquezas para amurallar su metrópoli ante la constante presión y amenaza de invasión por parte de los ejércitos persas.

Igualmente, otros autores como Avieno y Estrabón nos hablan de la importancia de esta presencia helena desde comienzos del siglo VI a.C. en diversas áreas del sur peninsular, basada principalmente en la fundación de dos destacados establecimientos coloniales, Mainake y Hemeroscopeion, dedicados primordialmente a un beneficioso comercio con la cultura tartésica. No obstante, la arqueología contradice a las fuentes literarias clásicas al interpretar que se tratarían de establecimientos fenicios al que los griegos dieron su propia denominación toponímica.

Ello constata una interrelación comercial entre griegos, fenicios y tartesios, a través de las factorías o por medio de viajes efectuados ex profeso a las costas tartesias por mercaderes y navegantes con la principal misión de obtener metales preciosos, en especial plata, a cambio de aceite u objetos considerados muy valiosos que servirían para enaltecer el prestigio de las élites de la monarquía del mítico Tartesos.

Así, uno de estos objetos considerados de prestigio sería el yelmo griego de estilo corintio (κόρυς κορινθίη) aparecido en el fondo de la ría de Huelva gracias al dragado que se efectuó en el año 1930, y que está datado en torno al 560 a.C. Esta pieza se conserva actualmente en la Real Academia de la Historia, en Madrid; habiendo sido donada por José Albelda y Albert, quien fuera Director de las Obras del Puerto de Huelva hasta el 22 de octubre de 1932.


 Casco corintio hallado en la ría de Huelva en 1930. Fuente: www.rah.es

Se trata de un casco de unos 26´6 cm de altura, 33´6 cm de ancho y hasta 1´3 cm de grosor, y con un peso de 1.370´5 gramos. Está elaborado en bronce batido y no en cobre puro, como se determinaría en los primeros análisis efectuados en la pieza por Gómez Torga, el Director del Laboratorio de las minas de la Reunión, en el distrito minero de Riotinto. Asimismo, la pieza puede encuadrarse en una fase tipológica a caballo entre las primigenias formas de protección y otras más características y avanzadas propias del siglo V a.C.

Posee una forma antropomorfa, con unas grandes carrilleras más abiertas en su parte superior a fin de facilitar la respiración y propiciar el habla del soldado; así como una alargada protección nasal de casi 9´5 cm de largo, 2´7 cm de ancho y 1´3 cm de grosor. Igualmente posee unas características aperturas oculares almendradas, propias de este tipo de casco, carenadas en su parte superior para simular las cejas del guerrero.

El yelmo está decorado también con pequeños círculos realizados por troquel que adornan todo el borde frontal de las carrilleras, la protección de la nariz y el borde ocular. No obstante, su parte posterior está parcialmente destrozada y abollada, hecho éste que plausiblemente se ha de interpretar como una rotura intencionalmente efectuada en la Edad Antigua más que un daño producido por la draga de la ría, en tanto en cuanto se determinara inutilizarse para convertirse en un exvoto u ofrenda que fuese arrojada a las aguas onubenses para honrar y complacer a su divinidad protectora.


 Representación de Aquiles con un casco corintio en el ánfora de Exequias. Fuente: www.medium.com

A buen seguro, esta pieza militar formaba parte de la completa panoplia del hoplita griego, que se constituía en un todo; aparte del casco o κράνος, de la protección del torso, el thốrax, el escudo o aspis, las grebas, knêmis, la espada o xyphos, y siendo el arma principal de ataque del guerrero la lanza o dory.

Por su parte, la tesis de que se trata de un exvoto ritual se refuerza, además, por el hecho de haber aparecido otro casco helénico en el fondo del río Guadalete, en Cádiz, y conservado actualmente en el Museo de Jerez, siendo ello indicio claro de la práctica establecida de arrojar armas de diversa tipología a las profundidades marinas como ofrendas votivas para un ritual benefactor de las travesías marítimas, algo que estuvo muy arraigado en todos los territorios del mundo indoeuropeo.

Finalmente, debemos rechazar vinculación alguna entre este descubrimiento con otro destacado hallazgo acontecido también en el lecho marino de la ría onubense en el año 1923, cuando una anterior draga rescató un completo depósito de armas, diversos objetos asociados al vestir y útiles de bronce, presumiblemente fruto del hundimiento del navío que los portaba, y que se datan en torno a la segunda mitad del siglo XI a.C y mediados del IX a.C.


 
BIBLIOGRAFÍA:

-ALBELDA, J.L., OBERMAIER, H. El casco griego de Huelva. Clásicos de la arqueología de Huelva, ISSN: 1133-2085, Nº. 1, 1988, págs. 11-29.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Las celebraciones por el fin de la I Guerra Mundial en la provincia de Huelva

El pasado día 11 de noviembre, a las 11:00 horas, se cumplieron noventa y nueve años de la entrada en vigor del cese de las cruentas hostilidades de la I Guerra Mundial, una vez se firmó el armisticio seis horas antes por los representantes de los países contendientes. En efecto, aquella fría mañana de inverno del año 1918 se reunieron en un vagón de tren próximo a París, en el bosque de Compiègne, políticos y altos oficiales alemanes, británicos y franceses, que pondrían fin a la mayor guerra que había conocido la humanidad hasta el momento.

De tal forma, no tardarían en propagarse las buenas noticias al respecto de tan ansiado acontecimiento, sucediéndose muestras de alegría constantes en numerosas ciudades, ya fuesen éstas pertenecientes a los estados beligerantes como a los que se mantuvieron neutrales; no quedando Huelva al margen de dichas celebraciones por la paz, pues en su provincia residían un gran número de comunidades de extranjeros, la mayoría relacionadas con el capital que explotaba las minas onubenses desde fines del siglo XIX.


 Celebración del armisticio del 11 de noviembre de 1918. Fuente: www.wikimedia.commons.com

Así, las comunidades foráneas de la provincia decidieron organizar una serie de actos para disfrutar de una nueva época de paz. En este sentido, celebrarían una esplendorosa cena de gala la noche del sábado 16 de noviembre de 1918 en la Casa Colón, como primer acto para conmemorar el fin de la guerra y la victoria aliada. Este banquete se celebró en el gran salón comedor del edifico, que estaba profusamente decorado con diversas banderas y pinturas alegóricas de la causa aliada, habiéndose encargado de su ornamentación los empleados de la The Rio Tinto Company Limited, José Manzano y Eloy Gil, supervisados por el ingeniero jefe de los talleres de esta compañía minera, Mr. Harding.

Los invitados a la cena, tanto españoles como extranjeros, que acudieron en gran número acompañados con sus esposas, e incluyendo a los cónsules de Inglaterra David R. Ellis, de Francia, Carlos Marchal, de Estados Unidos, Mr. Alcock, de Italia y Bélgica, Mr. Cavignac, de Grecia y Serbia, Sr. Carisola y de Portugal, el Sr. Marchena Colombo, fueron acomodados todos ellos a lo largo de una enorme mesa dispuesta en el centro del salón y bellamente ornamentada con flores y lujosa cubertería.

La cena comenzó a las 20:30 horas, siendo servida por el catering del Sr. Manuel Felipe, mientras se escuchaba la música que interpretó la Orquesta Bretón, dirigida por el Sr. Olivera Jurado, que hizo sonar piezas diversas y los himnos nacionales de los países allí representados. Comenzaría la velada en la Casa Colón, de tal modo, con un brindis propuesto por el doctor Mackay en honor de Francia y la libertad, tomando la palabra a continuación el señor Cavignac, cónsul de Bélgica e Italia, para alabar la figura del presidente del gobierno de la república francesa Georges Clemenceau (1841-1929) y del mariscal francés, jefe de los ejércitos aliados, Ferdinand Foch (1851-1929). También, continuaría con los discursos el cónsul de Francia, quien recordó la memoria del monarca británico Eduardo VII (1841-1910); siguiéndole otros pronunciados por el resto de cónsules allí congregados ensalzando el papel de Grecia, Italia, Serbia, Bélgica y otras naciones aliadas en la contienda recién acabada. Finalmente, y una vez concluida la cena, se retiraron las mesas y se despejó el salón para efectuar un baile de gala hasta altas horas de la noche.


 Salón de la Casa Colón donde se realizó el banquete por el fin de la guerra. Fuente: www.juntadeandalucia.es

Por otra parte, y ya al día siguiente, fue organizado otro acto consistente en un almuerzo en el Hotel Internacional de la capital, dando comienzo a las 13.30 horas. Allí asistieron más de un centenar de comensales, disfrutando de un ambiente plenamente festivo, y estando presentes nuevamente los cónsules de las potencias aliadas anteriormente citados. El menú servido a los invitados consistió en diversas viandas, comenzando con entremeses variados y primeros y segundos platos compuestos por paella a la valenciana, pescado a la Dugleré, ternera a la Wilson y galantina trufada al Aspic; acompañado todo ello de vino amontillado, rioja y champagne, concluyendo con postres a base de pudding, café, licores y puros habanos.

En esta ocasión, los brindis fueron propuestos por diversas autoridades de la provincia, alabando todos ellos el heroísmo de las tropas aliadas en su lucha contra lo que consideraron la tiranía de los imperios centrales. Uno de los discursos más aplaudidos fue el del líder reformista onubense José Marchena Colombo (1862-1948), quien, según las crónicas periodísticas “...terminó vitoreando a Francia la heroica, Inglaterra la abnegada, Bélgica la mártir y a Wilson, gran sacerdote del ideal que ha sabido imponer a la humanidad el nuevo derecho”. Asimismo, por su especial significación uniendo Huelva con la causa aliada, reproducimos la oda promulgada por Joaquín Domínguez Roqueta:

Esta copa de vino espumoso
me produce un placer delicioso,
¡Es la copa del vino triunfal,
El alzarla me llena de gozo,
contemplarla, me causa alborozo,
¡Es el fin de la guerra infernal!

Esta copa de vino espumoso
me produce un placer colosal,
Representa la lucha ganada,
El olvido de penas ganadas,
¡La alegría del triunfo actual!

Esta copa de vino espumoso
me produce un placer fervoroso.
No es la copa del Santo Grial,
ni la consagrada del vate Mistral,
pero es algo muy grande y hermoso
¡La victoria de un pueblo brioso, galante,
valiente y caballeroso, sobre esa maldita
gentuza imperial!

¡Viva Bélgica y su Rey!
¡Viva Francia y viva Foch!
¡Viva Wilson con su Ley!
¡Viva el tigre Clemenceau!
¡Viva Inglaterra valiente!
¡Viva Italia valerosa!
¡Viva el poeta eminente,
que en vez de la bomba ardiente
arrojó su hermosa prosa
sobre la vienesa gente!

¡Viva la raza latina!
Y ¡Viva también mi España!
¡Sí, ahora no se ha dado maña,
en su legión y en historia
habrá algo que la absuelva!
Y en fin, queridos amigos
¡Viva el Sol y Viva Huelva!

La última gran celebración por el triunfo aliado en la capital en estos días posteriores al armisticio, vino dada, ya al lunes siguiente, a bordo del buque griego Argo, dándose cabida allí nuevamente los cónsules aliados en Huelva y diversas autoridades provinciales; organizándose en su interior un banquete servido por el personal del Hotel París, bajo la supervisión del cónsul griego Jerónimo Carisola y el capitán del vapor heleno, Nicolás Moscholios. Dicho buque, que estuvo al servicio del Almirantazgo británico durante la guerra bajo el mando del oficial inglés R. Mellenton, fue adornado profusamente con varias banderas de los países aliados, ondeando asimismo el pabellón español en el trinquete, como símbolos victoriosos que inaugurarían una preponderancia mundial durante los próximos años. 

Asimismo, localidades de la sierra onubense tampoco quisieron desaprovechar la ocasión de festejar tan feliz acontecimiento mundial; siendo el caso, entre otras, de El Repilado, cuyas autoridades remitieron un telegrama al cónsul francés en tales términos: "Socios Peña Recreativa este caserío, término Jabugo, reunidos fraternal banquete conmemoración paz, felicitan a países aliados ante el triunfo grandioso de sus ideales".

No obstante estas celebraciones por el armisticio, la firma del Tratado de Paz definitiva no tendría lugar hasta un año después, el 28 de junio de 1919, en el Palacio de Versalles parisino; motivando, igualmente, la realización de nuevos actos en la provincia onubense para festejar la tan ansiada paz en Europa.


 Pintura de la firma del Tratado de Paz de París. Fuente: www.historiek.net

De este modo, en la localidad de Minas de Riotinto, donde se hallaba la comunidad británica más numerosa por mor de explotar las minas, se organizaron diversas celebraciones por parte del director de la Compañía Walter J. Browning tras conocerse la noticia; comenzando con una sonora pitada de las sirenas de la compañía minera a las 18:30 horas. Y ya en torno a las 21:30 horas se prendió una enorme hoguera con unas treinta toneladas de leña, que iluminó gran parte del distrito minero; al tiempo que se colocaron dos rótulos luminosos en los núcleos urbanos de Naya y en el Cerro Salomón, con las ansiadas palabras “La Paz”.

Asimismo, el consistorio riotinteño quiso sumarse también a estas celebraciones con el lanzamiento de numerosos cohetes y la procesión de la banda de música municipal, que hizo un recorrido por las calles de la localidad hasta llegar al núcleo británico de Bella Vista, el cual estaba exornado con numerosas banderas y farolillos de colores, y donde fueron agasajados sus miembros tras tocar los himnos nacionales inglés y de las demás potencias aliadas. De tal modo, finalmente, todos estos actos concluirían, un día después, el 29 de junio de 1919, cuando se celebró en el Club inglés un baile de gala al que acudieron los principales cargos del staff británico y español de la localidad minera junto a sus esposas. 


 
Bibliografía:
-Diario La Provincia.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Pedro Portocarrero, señor de la villa de Moguer

El señorío de Moguer se retrotrae al año 1333, cuando el monarca castellano Alfonso XI (1311-1350) concedió dicha villa, en concepto de mayorazgo, al almirante Alonso Jofre Tenorio. Como señor, fue el dueño absoluto del lugar, impartiendo justicia, obteniendo en su nombre las rentas y tributos, detentando la potestad militar del territorio, personificando en su figura la administración delegada del reino, etc. Su hija, doña María Tenorio, contrajo matrimonio con Martín Fernández Portocarrero (1326-1370), comenzando así el gobierno del linaje Portocarrero en Moguer desde el siglo XIV, donde fundarían los conventos de San Francisco y Santa Clara.

De tal modo, transcurridas ya varias generaciones, desde la segunda mitad del siglo XV y principios del XVI, surgiría la figura de uno de los miembros de la nobleza más destacados del linaje que regía este señorío, don Pedro Portocarrero, VIII señor de Moguer desde 1471 hasta 1519; y quien ostentó asimismo los títulos de señor de Villanueva del Fresno, alcalde mayor de la ciudad de Sevilla y comendador de la villa de Segura de la Sierra.

Portocarrero contrajo matrimonio con Juana de Cárdenas, quien era hija del último Maestre de la Orden de Santiago, Alonso de Cárdenas, en el año de 1473, y siendo fruto de ese matrimonio el nacimiento de dieciséis hijos; destacando su primogénito Juan, el futuro IX señor de Moguer y I Marqués de Villanueva del Fresno; Pedro, quien fue arzobispo de Granada; Alonso, el I señor de Sinargas; Garci López, señor de Alcalá, así como sus hijas Catalina y Leonor, quienes profesaron como religiosas la Fe cristiana en el convento de Santa Clara de Moguer.


 Escudo de armas de la familia Portocarrero. Fuente: www.wikimedia.commons

Sin embargo, debe aclararse aquí que no se ha preservado demasiada información relativa a su vida, a excepción de un acuerdo tratado en el 1463, y nunca cumplido, entre su padre, Juan Pacheco, I marqués de Villena, y el rey de Francia Luis XI, para casarle años después con doña Juana, hija del monarca galo; al igual que el destacado hecho de tener al que fuera descubridor del océano Pacífico, Vasco Núñez de Balboa (1475-1519), como fiel paje y escudero a su servicio por varios años. No obstante, sí nos fue legada hasta nuestros días una fuente documental de primer orden, el testamento que redactó el 16 de mayo de 1518, siendo éste el documento que refleja una sucesión de hechos mandados realizar de manera póstuma por su persona en tanto que señor de una casa nobiliar destacada en Andalucía a fines del medievo e inicios de la Edad Moderna.

Comienza dicho texto, tras encomendar el noble su alma según los preceptos cristianos, y acatando para sí una total resignación y aceptación de su próximo destino de tal forma: “...conosciendo del necesario ser obligado morir e dar quenta mui estrecha delante de la Magestad de Nuestro Sr. Jesu Christo de todas mis obras, y pensamientos, y habla, e aver de dejar todas las cosas temporales, que agora poseo, queriendo proveer con tiempo, e me aparejar con gracia de Dios Nº Señor, y disponer de todos mis bienes para después de mi muerte, avíen lo que pertenece para en servicio de Dios, reparo y salvación de mi ánima y buena disposición, y piadosa honestidad de mi sepoltura”.

A este respecto, don Pedro elegirá para su descanso eterno las tierras onubenses y no otras de su propiedad, en concreto, solicita ser enterrado en su villa moguereña y construir un sepulcro con su efigie: “Atando otrosí mi cuerpo miserable a la tierra (…) y que quando plugiere a Dios llevarme desta presente vida, sea sepultado en el Monesterio de Sta. Clara de mi Villa de Moguer, en la Capilla maior del dicho Monesterio, donde están enterrados mis abuelos. Y que abran un arco en la pared de la dicha Capilla, a la mano derecha del Sagrario, donde quepan nuestros bultos de Dª Juana de Cárdenas mi muger y mio, e se hagan los dichos bultos, segunt qual acostumbran hacer a los semejantes, como nosotros”.


 Sepulcro de Pedro Portocarrero y Juana de Cárdenas. Fuente: www.rutacultural.com


El entierro del VIII señor de Moguer discurrió, según dispuso, con una misa de réquiem cantada y rezada por los frailes y clérigos de la villa, siendo incorporadas “hachas y velas de cera” delante del Sagrario del convento para la liturgia de los oficios; y repitiéndose éstos los nueve días posteriores, no sólo en el pueblo de Moguer, sino también en el monasterio de San Francisco de León, en las ciudades de Sevilla, Écija y Carmona, así como en el monasterio de La Rábida y en el convento de la villa de Uclés. Igualmente, dispuso que el día del entierro vistieran a doce pobres de solemnidad con ropajes de sayo, capuchas, camisas y zapatos; debiendo acudir éstos los nueve días siguientes al monasterio a rogar a Dios por su alma, al tiempo que ordenó se les alimentara convenientemente durante todos los días de la novena.

Su testamento lo conforman numerosas disposiciones de ayuda a los habitantes de sus villas y a la mejora de las infraestructuras o elaboración de nuevas obras. En este sentido, Pedro Portocarrero dejó dispuesto que se dispensase una fanega de pan cocido en concepto de limosna a los pobres de Villanueva del Fresno, hechos en sus propios molinos, y que en lo referente a Moguer, se llevasen a cabo gestiones para liberar a un número determinado de esclavos: “...y porque yo he mandado sacar ciertos cautivos, para lo qual se dieron 1500 maravedíes a Pedro Alonso, Clérigo, y vecino de la Villa de Moguer, los quales creo están ya sacados: mando que se tome quenta al dicho Pero Alonso, si ha sacado los otros captibos, y los que no hubiere sacado mando, que luego los saquen, e mando que den otros 200 maravedíes para sacar más captibos”.

Asimismo, atendió diversas necesidades edilicias de la villa moguereña de tal modo: “...he mandado hacer la Capilla de la Iglesia maior de la mi Villa de Moguer, y mandé por otro mi testamento 600 maravedíes para que se gasten en ella, los quales son ya gastados, mando que le sean dados otros 200 maravedíes, para la dicha Capilla, e se vea lo que está mandado, y gastado dello. Yten porque yo he mandado hacer un Hospital en la mi Villa de Moguer, y le tengo dotados cientos más de renta, ansi de pan como de dinero según parecerá por una carta...que el dicho Hospital tiene mía, que monta todo 80 maravedíes de renta, y 22 fanegas de pan, y otras cosas, mando que todos los bienes susodichos, quel dicho Hospital tiene, y yo y la dicha Dª Juana de Cárdenas mi muger le hicimos, sean perpetuamente del dicho Hospital, y no se puedan vender, ni enagenar por cabsa alguna, que sea, o ser pueda, ni se pueda prescrivir por persona alguna, más que siempre sean tenidos por bienes del dicho Hospital perpetuamente”.


 Grabado del siglo XVIII de la villa de Moguer. Fuente: www.bne.es

De igual forma, prosigue que en esta capilla hospitalaria se den misas a cargo de dos capellanes perpetuos, quienes las oficien de manera alternativa, siendo “...la otra mitad de las dichas misas por mi ánima, e por el ánima de Dª Juana de Cárdenas mi muger, e por las ánimas de nuestros difuntos, e personas de quien tenemos cargo”. Toda vez que los obligaba asimismo a “...enterrar los pobres, que fallecieren en el dicho Hospital, e los que fallecieren en la dicha villa que fueren miserables, e no tobieren con que se sepultar” y también que “...cada Domingo se den a 90 pobres de la dicha mi villa de Moguer de limosna 4 fanegas de pan amasado, repartido por todos igualmente, e 2 maravedís en dinero a cada uno dellos cada día de los que están en una copia firmada de mi nombre”.

Además, estableció que el hospital moguereño estuviera “...mejor administrado y gobernado, y los pobres mejor tratados (...), quel Vicario, y Alcaide, que fuere en la dicha mi Villa, e los Alcaldes, y Regidores en cada un año, por el día de año Nuevo, elijan un Mayordomo, que sea hombre abonado, y honesto, y de buena conciencia, que tenga cargo al cobrar las rentas del dicho Hospital, e gastar todo lo que fuere necesario, con tanto que los gastos que hiciere sea por presencia de uno de los dos Capellanes”; al tiempo que establecía el hecho de que “...el Señor de la Villa no pueda tomar las rentas del dicho Hospital, ni mandarlas gastar en otra cosa, salvo en lo que dicho es”.

De otro lado, se preocupó en que la heredad de su mayorazgo estuviera asegurada con la inclusión de nuevos bienes y rentas: “...E para satisfación de lo susodicho, por ser cosa perteneciente a la Casa, e maiorazgo de la dicha Villa de Moguer, mando, y es mi voluntad que el dicho Dº Juan, y sus herederos lleven, y ayan la mi heredad de cuentas, e viñas que yo mandé hacer en el Chorrillo término de la dicha Villa de Moguer, e los Corrales, que yo he comprado, e huertas, e salinas, e húmedos, que he hecho, e tengo comprados en la dicha Villa los quales meto, e incorporo en el dicho mi maiorazgo”.


 Claustro del monasterio de Santa Clara de Moguer. Fuente: www.cervantesvirtual.com

Su enorme religiosidad como hombre piadoso también quedó manifestada de esta forma: “E que las fiestas principales de Nuestro Señor, e de Nuestra Señora, y de los Apóstoles, y las otras fiestas solemnes sean obligados a ir a Maitines a la dicha Iglesia, y decirlos cantados”. Al igual que sucede en otras decisiones: “...mando que las monjas de Sta. Clara de la mi Villa de Moguer digan el viernes de cada una semana un responso cantado por mi ánima, e por el ánima de Dª Juana de Cárdenas mi muger...”

Y siendo de especial relevancia para el señor Portocarrero, finalmente, el otorgar la plena libertad de sus sirvientes: “...Y mando que Jorge, e Juan Péres, Cocinero, e Pero Corto, e Alonso de Toro, e Alonso de las Andas, e Baltasar, e Pero, Pastelero nuestros esclavos, que son Christianos, que sirven a mi, y a la dicha Dª Juana de Cárdenas mi muger, por nuestras vidas, e después de mi fallecimiento, e della sean libres”; haciendo lo propio con su servidor personal de tal modo “...es mi voluntad, por los buenos servicios que Juan de la Cámara mi esclavo me ha hecho en me aver curado mis pasiones, y enfermedades, y en otros servicios que me ha hecho, de lo ahorrar, y por la presente lo ahorro, e le dar por libre, y exento como si captivo no fuere, para después de mis días”.

En conclusión, hemos de decir que el linaje de don Pedro Portocarrero como señor de la villa de Moguer continuaría ininterrumpidamente los siglos posteriores, vinculándose sus herederos durante las siguientes centurias con miembros del condado de Montijo, otros pertenecientes al ducado de Escalona y al de Frías, y entroncando también con la casa de Alba; llegando a pervivir hasta el año 1901, cuando es finalmente abolido.


 
BIBLIOGRAFÍA:


-ORTIZ DE ZÚÑIGA, D. Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla. Vol. II. Impr. Real, Madrid, 1795.

-www.rah.es