El
pasado día 11 de noviembre, a las 11:00 horas, se cumplieron noventa
y nueve años de la entrada en vigor del cese de las cruentas
hostilidades de la I Guerra Mundial, una vez se firmó el armisticio
seis horas antes por los representantes de los países
contendientes. En efecto, aquella fría mañana de inverno del año
1918 se reunieron en un vagón de tren próximo a París, en el
bosque de Compiègne, políticos y altos oficiales alemanes,
británicos y franceses, que pondrían fin a la mayor guerra que
había conocido la humanidad hasta el momento.
De
tal forma, no tardarían en propagarse las buenas noticias al respecto de
tan ansiado acontecimiento, sucediéndose muestras de alegría
constantes en numerosas ciudades, ya fuesen éstas pertenecientes a
los estados beligerantes como a los que se mantuvieron neutrales; no
quedando Huelva al margen de dichas celebraciones por la paz, pues en
su provincia residían un gran número de comunidades de extranjeros,
la mayoría relacionadas con el capital que explotaba las minas
onubenses desde fines del siglo XIX.
Celebración del armisticio del 11 de noviembre de 1918. Fuente: www.wikimedia.commons.com
Así,
las comunidades foráneas de la provincia decidieron organizar una
serie de actos para disfrutar de una nueva época de paz. En este
sentido, celebrarían una esplendorosa cena de gala la noche del
sábado 16 de noviembre de 1918 en la Casa Colón, como primer
acto para conmemorar el fin de la guerra y la victoria aliada. Este
banquete se celebró en el gran salón comedor del edifico, que
estaba profusamente decorado con diversas banderas y pinturas
alegóricas de la causa aliada, habiéndose encargado de su
ornamentación los empleados de la The Rio Tinto Company
Limited, José Manzano y
Eloy Gil, supervisados por el ingeniero jefe de los talleres de esta
compañía minera, Mr. Harding.
Los
invitados a la cena, tanto españoles como extranjeros, que acudieron en gran
número acompañados con sus esposas, e incluyendo a los cónsules de
Inglaterra David R. Ellis, de Francia, Carlos Marchal, de Estados
Unidos, Mr. Alcock, de Italia y Bélgica, Mr. Cavignac, de Grecia y
Serbia, Sr. Carisola y de Portugal, el Sr. Marchena Colombo, fueron
acomodados todos ellos a lo largo de una enorme mesa dispuesta en el
centro del salón y bellamente ornamentada con flores y lujosa
cubertería.
La
cena comenzó a las 20:30 horas, siendo servida por el catering del
Sr. Manuel Felipe, mientras se escuchaba la música que interpretó
la Orquesta Bretón, dirigida por el Sr. Olivera Jurado, que
hizo sonar piezas diversas y los himnos nacionales de los países
allí representados. Comenzaría la velada en la Casa Colón,
de tal modo, con un brindis propuesto por el doctor Mackay en
honor de Francia y la libertad, tomando la palabra a continuación el
señor Cavignac, cónsul de Bélgica e Italia, para alabar la figura
del presidente del gobierno de la república francesa Georges
Clemenceau (1841-1929) y del mariscal francés, jefe de los ejércitos
aliados, Ferdinand Foch (1851-1929). También, continuaría con los
discursos el cónsul de Francia, quien recordó la memoria del
monarca británico Eduardo VII (1841-1910); siguiéndole otros
pronunciados por el resto de cónsules allí congregados ensalzando
el papel de Grecia, Italia, Serbia, Bélgica y otras naciones aliadas
en la contienda recién acabada. Finalmente, y una vez concluida la
cena, se retiraron las mesas y se despejó el salón para efectuar un
baile de gala hasta altas horas de la noche.
Salón de la Casa Colón donde se realizó el banquete por el fin de la guerra. Fuente: www.juntadeandalucia.es
Por
otra parte, y ya al día siguiente, fue organizado otro acto
consistente en un almuerzo en el Hotel Internacional de la
capital, dando comienzo a las 13.30 horas. Allí asistieron más de
un centenar de comensales, disfrutando de un ambiente plenamente
festivo, y estando presentes nuevamente los cónsules de las
potencias aliadas anteriormente citados. El menú servido a los
invitados consistió en diversas viandas, comenzando con entremeses
variados y primeros y segundos platos compuestos por paella a la
valenciana, pescado a la Dugleré, ternera a la Wilson
y galantina trufada al Aspic; acompañado todo ello de vino
amontillado, rioja y champagne,
concluyendo con postres a base de pudding, café, licores y
puros habanos.
En
esta ocasión, los brindis fueron propuestos por diversas autoridades
de la provincia, alabando todos ellos el heroísmo de las tropas
aliadas en su lucha contra lo que consideraron la tiranía de los
imperios centrales. Uno de los discursos más aplaudidos fue el del
líder reformista onubense José Marchena Colombo (1862-1948), quien,
según las crónicas periodísticas “...terminó vitoreando a
Francia la heroica, Inglaterra la abnegada, Bélgica la mártir y a
Wilson, gran sacerdote del ideal que ha sabido imponer a la humanidad
el nuevo derecho”. Asimismo, por su especial significación
uniendo Huelva con la causa aliada, reproducimos la oda promulgada
por Joaquín Domínguez Roqueta:
“Esta
copa de vino espumoso
me
produce un placer delicioso,
¡Es
la copa del vino triunfal,
El
alzarla me llena de gozo,
contemplarla,
me causa alborozo,
¡Es
el fin de la guerra infernal!
Esta
copa de vino espumoso
me
produce un placer colosal,
Representa
la lucha ganada,
El
olvido de penas ganadas,
¡La
alegría del triunfo actual!
Esta
copa de vino espumoso
me
produce un placer fervoroso.
No
es la copa del Santo Grial,
ni
la consagrada del vate Mistral,
pero
es algo muy grande y hermoso
¡La
victoria de un pueblo brioso, galante,
valiente
y caballeroso, sobre esa maldita
gentuza
imperial!
¡Viva
Bélgica y su Rey!
¡Viva
Francia y viva Foch!
¡Viva
Wilson con su Ley!
¡Viva
el tigre Clemenceau!
¡Viva
Inglaterra valiente!
¡Viva
Italia valerosa!
¡Viva
el poeta eminente,
que
en vez de la bomba ardiente
arrojó
su hermosa prosa
sobre
la vienesa gente!
¡Viva
la raza latina!
Y
¡Viva también mi España!
¡Sí,
ahora no se ha dado maña,
en
su legión y en historia
habrá
algo que la absuelva!
Y
en fin, queridos amigos
¡Viva
el Sol y Viva Huelva!”
La
última gran celebración por el triunfo aliado en la capital en
estos días posteriores al armisticio, vino dada, ya al lunes
siguiente, a bordo del buque griego Argo, dándose cabida allí
nuevamente los cónsules aliados en Huelva y diversas autoridades
provinciales; organizándose en su interior un banquete servido por
el personal del Hotel París, bajo la supervisión del cónsul
griego Jerónimo Carisola y el capitán del vapor heleno, Nicolás
Moscholios. Dicho buque, que estuvo al servicio del Almirantazgo
británico durante la guerra bajo el mando del oficial inglés R.
Mellenton, fue adornado profusamente con varias banderas de los
países aliados, ondeando asimismo el pabellón español en el
trinquete, como símbolos victoriosos que inaugurarían una
preponderancia mundial durante los próximos años.
Asimismo, localidades de la sierra onubense tampoco quisieron desaprovechar la ocasión de festejar tan feliz acontecimiento mundial; siendo el caso, entre otras, de El Repilado, cuyas autoridades remitieron un telegrama al cónsul francés en tales términos: "Socios Peña Recreativa este caserío, término Jabugo, reunidos fraternal banquete conmemoración paz, felicitan a países aliados ante el triunfo grandioso de sus ideales".
Asimismo, localidades de la sierra onubense tampoco quisieron desaprovechar la ocasión de festejar tan feliz acontecimiento mundial; siendo el caso, entre otras, de El Repilado, cuyas autoridades remitieron un telegrama al cónsul francés en tales términos: "Socios Peña Recreativa este caserío, término Jabugo, reunidos fraternal banquete conmemoración paz, felicitan a países aliados ante el triunfo grandioso de sus ideales".
No
obstante estas celebraciones por el armisticio, la firma del Tratado
de Paz definitiva no tendría lugar hasta un año después, el 28 de
junio de 1919, en el Palacio de Versalles parisino; motivando,
igualmente, la realización de nuevos actos en la provincia onubense
para festejar la tan ansiada paz en Europa.
Pintura de la firma del Tratado de Paz de París. Fuente: www.historiek.net
De
este modo, en la localidad de Minas de Riotinto, donde se hallaba la
comunidad británica más numerosa por mor de explotar las minas, se
organizaron diversas celebraciones por parte del director de la
Compañía Walter J. Browning tras conocerse la noticia; comenzando
con una sonora pitada de las sirenas de la compañía minera a las
18:30 horas. Y ya en torno a las 21:30 horas se prendió una enorme
hoguera con unas treinta toneladas de leña, que iluminó gran parte
del distrito minero; al tiempo que se colocaron dos rótulos
luminosos en los núcleos urbanos de Naya y en el Cerro
Salomón, con las ansiadas palabras “La Paz”.
Asimismo,
el consistorio riotinteño quiso sumarse también a estas
celebraciones con el lanzamiento de numerosos cohetes y la procesión
de la banda de música municipal, que hizo un recorrido por las
calles de la localidad hasta llegar al núcleo británico de Bella
Vista, el cual estaba exornado con numerosas banderas y
farolillos de colores, y donde fueron agasajados sus miembros tras
tocar los himnos nacionales inglés y de las demás potencias
aliadas. De tal modo, finalmente, todos estos actos concluirían, un
día después, el 29 de junio de 1919, cuando se celebró en el Club
inglés un baile de gala al que acudieron los principales cargos del staff
británico y español de la localidad minera junto a sus esposas.
Bibliografía:
-Diario
La Provincia.
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