¿Qué es la Historia?

"La Historia cuenta lo que sucedió, la Poesía lo que debía suceder"

Aristóteles (384-322 a.C.)

domingo, 22 de octubre de 2017

Los navíos de Trafalgar en las costas onubenses.

Al mediodía del 21 de octubre de 1805, y contextualizado en las guerras napoleónicas, tuvo lugar en las aguas próximas al cabo de Trafalgar, Cádiz, un decisivo combate naval de unas seis horas de duración entre una armada británica, compuesta por 27 navíos de línea y 6 fragatas, y una escuadra hispano-francesa formada por 33 navíos de línea y 7 fragatas.

Este magno combate marítimo no fue sino la materialización y el desencadenante último de unas acciones geopolíticas contrapuestas en grado máximo entre la república francesa y Gran Bretaña, así como la manifestación de unas políticas de alianzas entre diversos estados europeos. De tal forma, Gran Bretaña se convirtió en un gran obstáculo para los intereses expansionistas europeos de Napoleón Bonaparte (1769-1821); quien, sabedor de la importancia de dominar los mares para lograr sus objetivos militares, pidió ayuda al reino de España para que su flota se aliara con la francesa y contrarrestar así el poderío naval británico. 


 Orden de batalla presentada por las escuadras en Trafalgar. Fuente: www.fr.academic.ru

No obstante, y a pesar de que España se mantuvo en un principio reacia a tal colaboración, los continuos incidentes entre buques británicos y españoles, culminando incluso en hundimientos de navíos civiles españoles, motivó que el reino hispano declarase la guerra a los británicos en 1804, firmando asimismo una alianza militar con Francia en enero de 1805.

Sabedora Gran Bretaña de la enorme amenaza que supondría para sus intereses la unión de las armadas de sus potencias enemigas, su estrategia consistió en tratar de dispersarlas y combatirlas en otros escenarios no tan próximos a sus costas. Así, ya hubo un primer combate en Finisterre el 22 de julio, tras el cual la flota hispano-francesa decide retirarse a Cádiz. En este transcurso de tiempo, se produjeron maniobras tácticas por las tres potencias, con constantes persecuciones y acciones evasivas que salvaguardasen su integridad hasta un combate definitivo, el cual llegó finalmente el 21 de octubre.

A primera hora de ese día, el almirante Nelson (1758-1805) ordena a la flota británica presentar una formación de combate basada en dos columnas, una que estuvo liderada por el propio almirante y la otra por el vicealmirante Collingwood (1748-1810), rompiendo de manera perpendicular por su centro la formación de naves francoespañolas lideradas por el mediocre almirante Villeneuve (1763-1806), amenazando asimismo su retaguardia. Ello supuso una considerable ventaja en el combate desde el primer instante, quedando aislados numerosos buques a merced de los disparos británicos. Como es sabido, el resultado de la batalla fue desastroso para el reino de España y para Francia, potencias que perdieron gran número de barcos, bien por hundimiento, encallados por el temporal que comenzó la misma tarde del combate o por su captura a manos de los ingleses.

Precisamente, y debido a su gran proximidad, las costas onubenses fueron protagonistas indirectas de esta batalla al recalar en sus aguas tres de los navíos combatientes una vez fueron rendidos. Así pues, destaca la arribada a las costas onubenses del navío francés de segunda clase S.M.I. Berwick, construido en 1775 en Portsmouth (Inglaterra), y capturado por Francia en el 1795; el cual estaba bajo el mando de Jean Comas, dotado con unos 74 cañones y con una tripulación de 814 hombres, sufriendo unas 790 bajas entre muertos, heridos y prisioneros. 


El navío francés S.M.I. Berwick. Fuente: www.ancienhistories.blogspot.com

El buque fue apresado en la batalla y, el 22 de octubre, estaba siendo remolcado por el H.M.S. Britannia hasta que decidió soltarlo súbitamente tras divisar una nueva armada aliada que se aproximaba a auxiliar a los supervivientes. De tal manera, el maltrecho navío prosiguió su derrota con su escasa dotación original luchando contra el fuerte temporal, hasta que finalmente las corrientes marinas hicieron que naufragase en la costa onubense el día 27, en un punto que estaría localizado entre los torreones de vigilancia costeros de Zalabar y Carboneros, pertenecientes ambos a la playa de Arenas Gordas.

Otro de los buques de la batalla de Trafalgar llegados a las costas de Huelva fue el navío de segunda clase S.M.C. Monarca, construido en 1794 en El Ferrol. Estuvo liderado por Teodoro de Argumosa, poseía una artillería de 74 cañones y tuvo una dotación de 672 hombres, quienes padecieron 350 bajas entre muertos y heridos. Este navío sufrió enormemente durante la batalla, siendo atacado en inicio por el H.M.S. Royal Sovereign, quedando muy maltrecho y tratando de ser remolcado horas después del combate, pero esta acción se abandonó al poco por los vencedores debido al fuerte temporal, quedando finamente varado en la costa de Huelva, conservando aun su trinquete, y al que se prendió fuego, entre las torres de vigilancia de la Higuera y el Asperillo. 


 Grabado del navío español S.M.C. Monarca. Fuente: www.iaph.es
 

Por último, cabe resaltar aquí al navío de primera clase S.M.C. Rayo, comandado por el brigadier Enrique McDonell y construido en el 1749 en La Habana; dotado con 100 cañones y albergando una tripulación de 813 hombres, los cuales sufrieron catorce bajas en la batalla. Este navío hispano no fue capturado por los ingleses, sino que se resguardó la misma noche del combate en Rota, para salir dos días después en auxilio del Neptuno y el Santa Ana, que se hallaban sin mástiles y amenazados por varios buques británicos próximos; pero, fue finalmente interceptado por el navío Donnegal, por lo que la junta de oficiales determinó encallarlo en la costa de Arenas Gordas, ante la imposibilidad de responder al fuego y arriar la bandera, capturándose finalmente a su dotación. Una vez en la costa fue quemado por los ingleses para no ser nuevamente reutilizado por los marinos españoles.

 Acuarela del navío español S.M.C. Rayo. Fuente: www.iaph.es

Las consecuencias de este histórico combate naval fueron del todo perjudiciales para España y Francia, pues desde ese año se inició un dominio total de los mares por parte de los británicos, conllevando el desestimar definitivamente por Napoleón su idea de conquistar Gran Bretaña; al tiempo que los ingleses tomarían el control del Estrecho de Gibraltar y obstacularizarían en gran medida el poderoso dominio comercial marítimo español ejercido hasta ese momento con sus territorios americanos.


 
BIBLIOGRAFÍA:

-www.iaph.es

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