Los inicios del siglo
XVIII en la Monarquía Hispánica coinciden con la implantación de
una amplia batería de reformas, de diversa índole, impulsadas por
Felipe V (1683-1746), primer monarca de la dinastía borbónica,
tratando de modernizar e impulsar las muy deterioradas estructuras
económicas, sociales y políticas que poseía el reino a su llegada
al poder.
En este sentido, una de
las numerosas reformas que fueron acometidas durante los primeros
años de su reinado se encaminaron a la modernización de las
estructuras militares, del todo inoperantes ya para un nuevo siglo
que albergaba nuevas amenazas militares en función de los pactos de
familia y alianzas que fuesen establecidas; apareciendo ahora
distintas formas de combatir en los campos de batalla a otros
ejércitos modernizados que actuaban según nuevos reglamentos,
organización, orden de combate, tácticas y estrategias.
Pero, a efectos
prácticos, se trató de incrementar y organizar de un mejor modo el
número de los efectivos militares del reino, los cuales eran
irrisorios en comparación con otros estados europeos, mostrando
además una manifiesta inoperatividad. Para ello, se adoptaron
medidas contempladas en las Ordenanzas de Flandes del 18 de
diciembre de 1701 y en otras reglamentaciones posteriores, que contemplaban el reclutar un soldado por cada
cien vecinos de una villa o establecer regimientos de quinientos o mil
hombres en sustitución de los tercios.
Tropas españolas del reinado de Felipe V. Fuente: www.miniaturasmilitaresalfonscanovas.blogspot.com
De igual modo, y en los
años siguientes, se tomaron importantes decisiones, entre las que
destacan la unificación del mando militar con la figura del
Secretario de Despacho de Guerra; la dotación a los soldados
de fusiles con sus bayonetas como armas reglamentarias en sustitución
de los anticuados mosquetes, picas y arcabuces; la subdivisión
operativa de los ejércitos en batallones, escuadrones y compañías
y una nueva nomenclatura para las graduaciones de los mandos y
oficiales de las tropas.
No obstante, y en lo que
nos ocupa, una de las más destacadas reformas ideadas fue la
creación de un Cuerpo de Ingenieros en 1711, entendido como
una unidad de élite capaz de solventar cualquier obra relacionada
con la ingeniera militar y civil. Además, este mismo cuerpo consiguió
una especial importancia en el territorio que actualmente conforma la
provincia de Huelva, pues se trataba de un extenso área fronterizo
que debía ser protegido mediante una compleja red de fortificaciones
defensivas que protegieran a los súbditos ante posibles incursiones
enemigas procedentes del reino de Portugal.
Se encargarían, también,
de funciones como la identificación exacta del terreno y la
elaboración de planos topográficos, el establecimiento de nuevas
vías de comunicación, la restauración de viejas fortificaciones y,
para la creación de las nuevas edificaciones, emplearían ya elementos
funcionales y racionales propios del emergente estilo neoclásico. Y todo ello quedó plasmado en
los proyectos de acuartelamientos para el Regimiento de Caballería
de la Costa de Andalucía, ideados por el ingeniero militar
Jerónimo Amici tras su visita, entre 1739 y 1740, como comisionado
del rey para evaluar las posibles localizaciones para la implantación
de los cuarteles en diversas villas y ciudades onubenses.
Así,
en el año 1734, el rey sancionaría establecer tal regimiento de
caballería en una gran extensión de nuestro territorio en los
siguientes términos “...se agreguen, para más dotación del
Regimiento, las ciudades de Ayamonte, y San Lúcar de Guadiana, y las
demás Villas, y Lugares del Condado de Niebla, como también, que el
reparto se haga distributivamente en ellas, y en todo el Reynado de
Sevilla, comprehendido el campo de Gibraltar, la plaza de Tarifa y la
Villa de Puerto Real”.
Esta planificación de
cuarteles en un vasto territorio de Huelva obedecía a la necesidad
de alojar a las tropas en emplazamientos fijos estratégicos,
tratando a su vez de no causar molestos perjuicios a la población
civil en sus continuos desplazamientos y pernoctaciones en viviendas
de particulares o en los campamentos provisionales extramuros. Para
el caso de la defensa de la frontera onubense del reino, los
cuarteles se idearon para albergar compañías; esto es, unos
cincuenta jinetes como máximo, con sus respectivos caballos, y debían situarse
en el núcleo urbano, reutilizando en ocasiones antiguas
edificaciones o estableciéndose otras nuevas en los anexos de las
zonas amuralladas.
Plano del cuartel militar ideado por Amici para la ciudad de Huelva en 1740. Fuente: www.mcu.es
En efecto, en el siglo
XVIII surgieron nuevas concepciones para dominar el arte de la
poliorcética, lo que supuso un cambio radical no sólo en el empleo
de los materiales de construcción de los fuertes, sino en la
instalación de nuevos elementos arquitectónicos defensivos,
diferentes a los que de manera tradicional se habían empleado hasta
entonces. De tal forma, en esta centuria predominaron las tesis
constructivas de los ingenieros militares franceses y flamencos
traídos por el monarca borbón, destacando el neerlandés Joris
Prosper Verboom (1665-1774); quien, basándose en las enseñanzas
aprendidas en la Academia de Bruselas, establece los criterios para
introducir elementos defensivos con la misión de repeler y adaptarse
a poderosos proyectiles, ordenar geométricamente el espacio
castrense o emplear racionalmente los materiales constructivos
locales.
De otro lado, los
cuarteles proyectados por Amici debían establecerse en villas que
ostentasen una posición estratégica y, por ello mismo, se eligieron
los pueblos de San Silvestre de Guzmán, La Redondela, Puebla de
Guzmán, Paymogo, Villablanca, Cortegana, El Cerro del Andévalo,
Villanueva de los Castillejos, Ayamonte, Sanlúcar de Guadiana, Lepe,
Almonaster, Aroche, Trigueros, Santa Bárbara de Casa, Huelva,
Cartaya, Encinasola y Moguer.
Es de suponer, igualmente, que este proyecto defensivo para numerosos pueblos onubenses estuviese auspiciado por el reglamento para la instauración de cuarteles propuesto por el ministro de guerra, Miguel Fernández Durán, en 1718; donde quedaba aclarado que esta política de nuevas edificaciones militares suponían un alivio a los onerosos gastos que producían el alojamiento forzoso de soldados en las villas, como queda dicho en uno de sus párrafos: "...Siendo mi
ánimo que se establezcan estos cuarteles no sólo para
el alivio y disciplina de las tropas, sino para redimir a los pueblos
el gran peso y las molestias que les cause el alojamiento de ellas
en sus propias casas, y siendo en todas partes cargas de los mismos
Pueblos este gasto, es mi ánimo que el dinero que se necesita
para la fábrica de los mencionados cuarteles se supla por
las provincias repartiéndolo a los vecinos y cargándolo
más a los de las fronteras".
Plano del cuartel militar ideado para la villa de Moguer en 1740. Fuente: www.mcu.es
Además, cada
acuartelamiento militar poseería distintas estancias específicas para un uso
concreto que, lógicamente, sobrepasa con mucho el detallar aquí cada
uno de ellos. No obstante, sí es posible el centrarnos en el de Huelva, uno de
los más significativos por su localización estratégica y volumen
de tropa albergada. Así, vemos que poseía una habitación destinada
a vivienda del sargento, una cocina, salas comunes, patio, cuadras,
cuarto accesible por escalera con doce camas para la tropa, zona para
el cuerpo de guardia, vivienda del capitán, la vivienda de los
subalternos, la vivienda del agregado, depósito de armas, vestuario
y cuarto del trompeta.
En definitiva, el
propósito de este novedoso proyecto para erigir fortificaciones
militares en diversas villas de Huelva, y nunca efectuado, respondió
a la intención de establecer diversas líneas de defensa en la
frontera suroeste del reino. Imaginemos aquí una primera línea que controlase
los posibles accesos enemigos por la frontera natural que era el río Guadiana, y en dirección Sur-Norte, esto es, desde Ayamonte
hasta la villa de Santa Bárbara de Casa; un segundo establecimiento de
gruesos de fuerzas acantonadas dispuestas en orden perpendicular desde las villas de Encinasola hasta
Trigueros y, finalmente, la disposición de varios acuartelamientos
que incrementaren una completa vigilancia marítima por el sur, desde la desembocadura del río Guadiana hasta la localidad de Moguer.
BIBLIOGRAFÍA:
-HERNÁNDEZ
NÚÑEZ, J.C. Gerónimo Amici y los proyectos de
cuarteles para el regimiento de caballería de Andalucía, en la
provincia de Huelva. Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia
del arte, ISSN 1130-4715, Nº 4, 1991, págs. 239-264.
-https://www.pares.mcu.es
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